Recomendados

martes, 6 de septiembre de 2011

BENJAMÍN FERNÁNDEZ BOGADO - STROESSNER Y EL PARTIDO COLORADO: UN MATRIMONIO DE MUTUA CONVENIENCIA / ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA IBEROAMERICA GLOBAL DE LA UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALEM. Dic.2010





STROESSNER Y EL PARTIDO COLORADO:
UN MATRIMONIO DE MUTUA CONVENIENCIA


Muy pocos podían haber imaginado que cuando se decidió traer a Stroessner para pacificarlas aguas enturbiadas de la política paraguaya se estaba en realidad abriendo las compuertas a una larga dictadura que colocó al partido colorado como aval político de un militar cuyo objetivo de poder excedía en mucho la débil institucionalidad partidaria. La fotografía de Epifanio Méndez Fleitas saludando a Stroessner ante la mirada de Tomas Romero Pereira y Mario Abdo Benítez es acaso una postal que resume abyección, sometimiento, traición e indignidad argumentos sobre los cuales se cimentó un régimen político de 35 años que tuvo la complicidad y el azar de factores locales e internacionales como ejes de consolidación. El partido fue un rehén es cierto pero no midió el costo que tenía el alcanzar y consolidar el poder por sobre cualquier institucionalidad republicana. Intentó deshacerse en1958 de quien había sido puesto ahí cuatro años antes para apaciguar las turbulencias momentáneas mientras los políticos buscaban una salida a una condiciones de ingobernabilidad que ellos mismos habían creado.

Los colorados en su mayoría subestimaron a Stroessner y este emprendió la consolidación de su poder omnímodo sobre la base de una repartija del poder que incluyó a todos los sectores sociales de un partido inicialmente liberal en economía y conservador en lo social, que después hizo del socialismo y el nacionalismo instrumentos de adhesión de vastos sectores marginados de la vida política paraguaya. En ese partido-catedral cupieron todos. Opresores y oprimidos, campesinos y citadinos, ricos y pobres en una coyuntura política donde el anticomunismo

Era la bandera dominante en occidente liderada por EEUU que brindó un amplio apoyo a varias dictaduras de América Latina. Marginados los críticos, el partido colorado se adhirió a un Stroessner que encontró en dicha agrupación política el instrumento ideal para darle fachada democrática a un régimen cuya acción práctica distaba mucho de esos valores. Entre sus más conspicuos adherentes estaban aquellos que habían dejado atrás sus ideas socialistas como Ezequiel González Alsina convertido en un apasionado defensor de un régimen que según uno de los fundadores de la ANR: Tomas Romero Pereira todo se resumía en tres cosas: “seguir a Stroessner, seguir a Stroessner y seguir a Stroessner”. El partido colorado y el tirano sellaron un pacto de mutuo conveniencia donde lo que importaba era mantenerse en el poder a cualquier costo. El precio pagado fue alto no solo para este partido sino para la sociedad paraguaya en su conjunto que internalizó los anti valores de ese poder compartido como naturales a la matriz política nacional. Así el clientelismo y las prebendas dominaron la gestión de consolidar adhesiones y la abyección al que detenta al poder se hizo una práctica común abandonando toda forma creativa que básicamente pasó a denominarse subversiva en un gobierno chato, corrupto y mediocre. La distribución del poder es cierto se hizo de tal manera que ningún sector social o económico que se adhiriera a Stroessner quedara sin su recompensa y el dictador se solazaba concediéndolas en directa relación a las lealtades que se juraban en público o en privado. Los sectores sociales se disputaban el acceso a las recompensas del poder en directa proporción a las zalamerías que eran capaces de pronunciar y de articular en simposios, convenciones y actos políticos. Hubo desde quienes pidieron el vitaliciado hasta aquellos que quisieron convertir a Stroessner en Mariscal. La tarea de ensalzar la figura de un dictador que se mantenía sobre el silencio que cubrió al Paraguay durante largos años ante otros dictadores regionales que dominaban la escena internacional, fue parte de una liturgia partidaria que acabó con toda forma de “evangelio doctrinario”. El grito de “seguir a Stroessner” pronunciado por un decrépito Romero Pereira forzado a subir a duras penas a un equino en cualquier desfile de lealtades fascistoides, era en su simplismo suficiente para sepultar toda forma de oposición interna o externa.

I

El partido colorado se organizó en el exilio pero de manera fraccionada y amorfa lo que privó de fuerza suficiente para derrocar al tirano. Se dieron intentos aislados además de gestos valientes y heroicos de parte de muchos de ellos como el caso del Dr. Goiburu pero no alcanzaron a inmutar a un régimen político que por ese tiempo había alquilado o coaptado a la mejor inteligencia partidaria cuyos niveles de abyección y sometimiento debían ser expresados de manera pública y en competencia con los demás líderes partidarios de menor nivel cultural o alcurnia. Stroessner disfrutaba de este juego perverso rebajando a su paso honras y dignidades. Su poder era mayor en proporción directa de la capacidad de quienes se ufanaban de tradiciones, prosapias y educación. Con ellos disfrutaba de un poder donde se combinaban argumentos históricos, nacionalistas y de seguridad nacional. Tuvo a Edgar L. Ynsfran como ministro del interior el tiempo suficiente para que “demostrara ante el tirano y su partido” la lealtad más servil que cuando más se humillaba más débil se tornaba ante el dispensador del poder. Stroessner vejó a un país completo y usó al partido colorado como herramienta para dichos propósitos. Se mofó y expulsó a varios que lo colocaron en el poder y estableció un sistema de persecución selectiva que hizo del miedo su principal herramienta de poder. No tuvo miramiento alguno ni tampoco le importó la base doctrinaria de un partido que para ese entonces se había convertido por obra de sus dirigentes, en un rehén cómodo, soberbio y corrupto. Stroessner no tenía otra idea que mantenerse en el poder y echó mano a lo que tuviera disponible para extender su reinado por más de tres décadas. Hizo del partido un mecanismo de adhesión obligatoria para cualquier actividad pública o privada. Desde el ingreso a una escuela, colegio o universidad publicas hasta las licitaciones convertidas en verdaderas oportunidades para hacerse rico porque según repetían Natalicio González había dicho que “no debía haber colorado pobre”. Se merendaron el estado e hicieron de él una bolsa generosa desde donde se repartían prebendas y canonjías. Las seccionales coloradas se multiplicaron, la delación se hizo parte cotidiana de la vida de amigos, familiares y todo ambiente social, la tortura para quienes osaban discutir el poder, la muerte para aquellos “revoltosos incurables” que eran amenazados primero por la “Voz del coloradismo” y luego perseguidos con saña por las fuerzas de seguridad diseñadas a la usanza nazi.


EL MIEDO COMO MECANISMO DE DOMINACIÓN

Un país puede ser gobernado por miedos y por esperanzas. Stroessner hizo de lo primero su argumento basal, sobre eso construyó su régimen y en su nombre doblegó a un partido colorado que había visto desde afuera el poder por mucho tiempo en el siglo XX y que cuando lo tuvo no lo supo administrar. Concedió la tarea a un militar quien en nombre de la paz y el progreso lo sometió de manera vil y despiadada. Usó de la guerra fría para provecho personal consolidando su régimen anticomunista y jugando con aperturas seudodemocráticas que solo servían para solazarse en un juego de poder donde lo único que importaba era someter y rebajar a sus aliados y adversarios. La situación de partido-cautivo hizo del colorado una persona temerosa, servil, abyecta, conformista y cómoda con la administración del poder. Stroessner no exigía nada más que lealtad y en su nombre administraba las prebendas. Cuando un sector, el militante se creyó con mayor derecho que el ala tradicionalista en 1987 se produjo el inicio de la caída. La senilidad del tirano pudo haber sido la única explicación a un error de cálculo que concluyó con su derrocamiento el2 y 3 de febrero de 1989. Para ese entonces el partido colorado se había constituido en una fuerza cultural del Paraguay cuyas acciones eran emuladas incluso por sus adversarios de ocasión que ambicionaban alcanzar el poder para disfrutarlo “como lo hacían los colorados”. El país se había vuelto económicamente dependiente de un estado sectario y partidista que dominaba toda la economía nacional. Sus empresas publicas de agua, luz, teléfono, cemento, líneas aéreas, fluviales, de elaboración de cañas y la construcción de las dos grandes represas de Itaipú y Yacyreta habían generado tal cantidad de dinero que la motivación central de pertenecer a esta agrupación política pasaba por el disfrute del dinero que se generaba a cambio de sumisiones y lealtades. La sociedad en general veía emerger a los “nuevos ricos” que mostraban su fortuna ante un pueblo envilecido y sometido. Indudablemente la peor herencia de Stroessner al partido colorado es haberlo hecho una agrupación política movida únicamente por el afán de lucro que terminó por agotarlo. Pudo aun sobrevivir a la transición de la que dijo era también su obra. Hecha por los mismos que disputaban lealtades con el tirano. Por aquellos que viendo la senilidad del dictador y la emergencia de un sector político relacionado a los sectores originalmente más pobres pero enriquecidos por Stroessner, decidieron conspirar para derrocarlo. Lo contrario sería que otro Stroessner (Gustavo) sustentado por los militante quien iba terminar con ellos. Conspiraron con los militares, grandes actores políticos del Paraguay desde sus orígenes, apellidos como Chávez, Ynsfran, Argaña, González Torres que encarnaban a los brahamanes del partido que habían sido burlados por los Jacquet, Abdo Benítez, Godoy Gimenez y un confundido Montanaro que bien podía había pertenecido al primer grupo pero que su abyección al tirano lo terminó de colocar en “el bando equivocado”. La ANR lideró el proceso de transición con cierta tranquilidad con Rodríguez a pesar de que en la Convención Constituyente de 1992 era evidente que ya no se podía seguir manteniendo la unidad granítica como se ufanaban en tiempos de Stroessner. La destitución de Argaña de su cargo de Canciller y la ausencia de un liderazgo alternativo entre quienes apoyaron al General Andrés Rodríguez, convirtieron a la constituyente en el primer escenario donde se luchó por el poder después de la caída de Stroessner. Este no supo mantener la armonía entre sectores sociales distintos y terminó siendo víctima de su propio juego. Rodríguez creyó en la gratitud de un sector del partido no evaluando de manera correcta que en realidad los tiempos no eran los mismos y que los tradicionalistas habían empezado a conformar el viejo partido colorado uniendo a sectores campesinos funcionales siempre a los lideres citadinos y en nombre de la reconciliación acoger a los dirigentes de la militancia que deambulaban sin rumbo ni poder pero con miedo y angustias a unirse al expresidente de la Corte stronista para buscar el poder en 1993. Ese sector se opuso a la posible reelección de Rodríguez a pesar de que este había afirmado que no buscaría continuar el poder además de haber tenido el compromiso del reconocimiento internacional especialmente de EEUU a cambio de culminar el periodo que Stroessner debía cumplir. El partido colorado se fragmentó entre los oficialistas y los opositores al gobierno de turno. Las rencillas eran tan duras que dejó a los “reales opositores” a un segundo plano. La percepción ciudadana era en los noventas que el poder se debatía solo entre colorados. Lino Oviedo figura importante del golpe de estado contra Stroessner entró a disputar de lleno el poder partidario contra el sector liderado por Luis María Argaña, y a pesar de que el general de caballería se ufanaba de su acción heroica de intimar rendición a Stroessner en la madrugada del 3 de febrero, no impedía para nada que colaboradores cercanos al exdictador se sumaran a un movimiento político en gestación que básicamente seguía las mismas pautas de Stroessner: control de las finanzas públicas, repartición de espacios de poder, porcentajes que debían ser recogidos en aduanas y luego distribuidos entre quienes habían nombrado en ese cargo .. fueron parte del mismo catecismo autoritario que continuó en la transición. Como es habitual en la vida política nacional, el azar jugó su propio partido en la transición. Oviedo quería un leal como candidato y escogió a Horacio Galeano Perrone, los sectores financieros del partido colorado que habían acumulado suficiente fortuna para hacerse del poder y que se habían unido en la construcción de la obra de Itaipú propusieron a un desconocido de las lides partidarias: Juan Carlos Wasmosy. Esto produjo primero el enojo de Oviedo pero viendo este que su margen de maniobra era menor terminó por aceptar la elección de Rodríguez. Al final era mejor que Argaña con quien disentía abiertamente. Las elecciones de 1993 marcaron un punto de inflexión para el partido colorado. El fraude que había sido parte del libreto de Stroessner no se aceptaba con la misma disciplina y temor que en los tiempos de la dictadura. El triunfo de Wasmosy fue calificado de fraudulento y a pesar de que el electo quiso renunciar, la tarea de cocción de un resultado amañado tuvo a Lino Oviedo como un protagonista central. Stroessner ganaba las elecciones por márgenes escandalosos. A veces casi llegaba al100% que se reducía solo por dar márgenes de verosimilitud. Todo era fraudulento y corrupto como el mismo régimen que lo impulsaba. Las urnas eran llenadas incluso a la vista de los seguidores de otros partidos que asentían el robo. Los partidos de oposición eran divididos a cambio de prebendas o de promesas de apertura que nunca fueron cumplidas. La dictadura hizo añicos de las promesas y pactos, usaba el formato para darle cierto sentido de legalidad pero se mofaba en público y privado de quienes habían caído ingenuamente en su juego. La política bajo Stroessner hizo del fraude un mecanismo más de gobernar. Lo exhibía de forma orgullosa con el ánimo de desmoralizar cualquier intento ético de exigir cumplimientos mínimos de las reglas del juego una vez admitidas. Stroessner disfrutaba con alterar sus promesas, con ello ponía en ridículo a sus adversarios al tiempo que elevaba su estatura de dictador omnímodo. Usó al partido colorado de manera reiterada para todos los actos comiciales que fueron convocados y puso a sus mejores espadas a defender lo indefendible, a redactar una nueva constitución o a modificarla para permitir su reelección ininterrumpida. La vejación fue un instrumento de dominación y de poder que Stroessner lo usó de forma sistemática y permanente. Se solazaba viendo como las figuras emblemáticas de su partido como Luis María Argaña defendía el vitaliciado suyo o como argumentaba que Escolástico Ovado debía permanecer más tiempo en prisión que su injusta condena para que luego él en su poder omnímodo lo contradijera liberándolo. Vejar es tal vez el modo como Stroessner dominó el país por tanto tiempo. Se aprovecharon de un pueblo manso y turbado que solo quería que sus hijos concluyeran sus estudios o que retornaran a salvo por las noches. A cambio de silencio, obsecuencia y servilismo. Gran parte de la ciudadanía aceptó la dictadura por estas secretas razones que viven profundamente en la matriz de un pueblo acostumbrado a las asonadas, migraciones, muertes o persecuciones. El partido colorado colaboró para que la vejación fuera un instrumento de dominio. Despojado el ciudadano de su libertad primero solo le quedó algo de dignidad contra la que acometió Stroessner y el partido colorado para convertirlo en rehén primero y sometido después. El sistema funcionó muy bien hasta después de su caída. La mayor empresa del país: el estado podía aun repartir prebendas en grandes cantidades. Sin embargo los cambios económicos de la mano de la globalización impactaron el corazón del sistema. La presión por privatizarlas era cada vez mayor y su resistencia directamente proporcional a la angurria de sus administradores de alzarse con algo de un sistema que muchos de ellos habían visto que enriqueció a miles. Pero la libertad supuso un nivel de conciencia mayor. La información jugó un papel fundamental en la labor de exponer ante la opinión pública un sistema de administración que colisionaba contra el aumento de las demandas sociales que ya no podían ser acalladas con dádivas ocasionales. El estado entró en crisis con el desplome de las entidades financieras en el ‘95 y ese fue el comienzo del fin del partido colorado en el poder. Muchos de sus dirigentes más conspicuos fueron expuestos ante la opinión como sinónimos de latrocinio y pillería. La oposición comenzó a organizarse ganando municipios y gobernaciones y controlando el congreso desde el año 1993. A pesar de que no se dieron ejemplos rutilantes de administraciones eficaces y honestas y, que el propio congreso se contentara con las dádivas que el ejecutivo repartía, la conciencia ciudadana crecía en directa proporción a la incapacidad de los gobiernos colorados de administrar sus disidencias internas como en 1997 entre Argaña y Oviedo y, la abierta sumisión del poder judicial a los mandatos del ejecutivo.

HARTOS DE TANTA INJUSTICIA

Este quizás sea el tema central que explique en mucho la caída del partido colorado en el poder. La dictadura de Stroessner representó como ninguna otra forma de gobierno: lo injusto, lo avieso, lo turbio, lo corrupto y lo ilegal. La dictadura que pretendió disfrazarse en el ritual eleccionario sometió a toda la sociedad pero en particular hizo de la justicia un instrumento de persecución y un remedo de legalidad. Si los paraguayos se congratularon con el golpe de febrero de 1989 era porque creían que una nueva justicia nacería con el cambio político. La historia de jueces que rechazaban habeas corpus, fiscales que acusaban sin fundamentos, ministros de la Corte absolutamente abyectos al dictador todo eso representaba más que ninguno el rostro arbitrario del poder. Y fue en ese terreno donde se libraron las grandes batallas que terminaron con el partido colorado. Primero el cuoteo político para la integración de la primera Corte después de la promulgación de la nueva Carta Magna supuso claramente que serian los políticos los que no solo nombrarían a los ministros, jueces o fiscales sino que lo tendrían sometidos a sus designios. Alain Minc decía en su libro “La borrachera democrática” que hoy el poder estaba en la opinión pública, la prensa y los jueces. El partido colorado a pesar de su descenso en votos luego de la caída de Stroessner no quería perder el control de un poder del estado que les permitía la impunidad y colocaba a resguardo a los actores políticos. A pesar de no controlar el congreso en su totalidad sin embargo supo repartir cargos y espacios a la oposición que en vez de unirse  y demandar un cambio del sistema, se conformó con algunos espacios de poder que no ponían contra las cuerdas al partido colorado. Si el fraude y la prepotencia de los militantes hizo de aquella convención partidaria de octubre de 1997 el inicio de la caída de Stroessner, claramente la manera de actuar y el comportamiento servil de varios ministros de la Corte terminaron por erosionar al partido y conseguir el repudio ciudadano. No hubiera sido posible la emergencia de Fernando Lugo en aquel 29 de marzo de 2006 si Nicanor Duarte Frutos infatuado por el poder no quisiera llevarse todo por delante y reformar la Constitución para su reelección indefinida. El grito contra la injusticia y el servilismo de la Corte dominó aquella noche cuando los partidos políticos representados en el congreso y críticos al coloradismo no se animaron a liderar una marcha ciudadana por temor a fracasar en su convocatoria. De nuevo el azar jugó su rolen las grandes decisiones políticas del Paraguay. El pueblo se creía con poder para repudiar el matonismo de Duarte Frutos que antes también se había burlado de la norma candidateándose primero para presidente de su partido y luego de ganar el cargo ocuparlo por algunos minutos para demostrar que él se encontraba por encima de la ley. En tiempos autoritarios eso era la norma, en la democracia eso era suficiente para producir una irritación general que se transformó en fuerza electoral en abril del 2008. La actitud autoritaria de Duarte Frutos, su discurso amenazante galvanizó el odio popular hacia su figura y a favor de un obispo que fue elegido por una Alianza circunstancial que vió en el he una clara oportunidad de acabar con el largo reinado colorado en el Paraguay. La cuestión era dejar que el propio Nicanor se convirtiera-sin quererlo- en el principal propagandista del cambio. El representaba lo que muchos paraguayos detestaban en la profundidad de sus espíritus. Lo chato, servil, ofensivo, soez que habían dominado el discurso del partido colorado en varios momentos de la dictadura de Stroessner pero que habían emergido de manera más que evidente con los militantes y que había retornado con un Duarte Frutos privado de su reforma constitucional que arremetió con todo lo que se ponía a su paso. La postulación para el cargo de senador fue la gota que colmó el vaso. La Constitución le mandaba ser senador vitalicio, con voz pero sin voto en el congreso. El ánimo de controlar desde ese poder del estado a su candidata Blanca Ovelar (quien también fue postulada en medio de una presunción de fraude) en el caso que llegara al poder, lo llevó a cometer otro error craso que lo expuso a niveles caricaturescos cuando renunció al cargo de presidente de la república para intentar jurar infructuosamente el 30 de junio al inicio de sesiones del nuevo congreso. Todo eso fue posible por el sometimiento de la justicia. Si ella hubiera obrado como debiera haciendo cumplir los mandatos constitucionales, el resultado sería distinto.. pero en ese caso no sería el modus operandi del viejo partido colorado que terminó con su poder el 20 de abril de 2008. Víctima de la acumulación de sus errores, de su pésima lectura en torno a los cambios producidos en la sociedad paraguaya, de su impenitente vocación de administrar el poder como lo haría Stroessner .. pero en democracia, no entendiendo el abierto contrasentido entre ambos argumentos se inscriben entre las causas de su caída del poder. La expresión literal es más que elocuente, el partido colorado cayó del poder porque se agotó en sus formulas prebendarías y clientelistas. Estas no alcanzaron mas para todos y la repartija se redujo al punto que en un ministerio se decía que el secretario de estado se llevaba las comisiones de la comida que antes correspondían a funcionarios de menor rango. Con Stroessner eso era cuidadosa y jerárquicamente administrado. Se repartía de acuerdo a los niveles de importancia para la administración del poder y se seguía un orden de prelación, militancia, lealtad y utilidad. Duarte Frutos y su antecesor González Macchi habían terminado con estas “normas de comportamiento en el poder” lo que degeneró en un caos, despilfarro y aviesa corrupción. Ninguno de los dos hubiera tampoco alcanzado el poder de no mediar el azar en su camino. El mismo que llevó a Stroessner al poder y el que acabó con él. Marzo de 1999 significó el vaciamiento del poder, en esa semana se fueron los cinco referentes más importantes de los partidos y movimientos y, con ellos el presidente Raúl Cubas. Sin todo eso, jamás Duarte Frutos hubiera podido llegar al cargo que llegó y no habría confiado en demasía en su fortuna y prepotencia en el poder para intentar avasallar todo lo que se pusiera enfrente. Tuvo la oportunidad de pasar a la historia como un líder moderno pero prefirió el modelo perfeccionado por Stroessner: prebendas y canonjías. Nombró a todos los presidentes de seccionales en cargos públicos en el ánimo que desde esa posición chorreara entre sus adherentes los recursos que eran recogidos malhabidamente. No entendió jamás que la opinión pública no aceptaba ese modelo y que sus propios seguidores no alcanzaban los beneficios que antes con menos población y demandas era relativamente fácil administrar. Stroessner era mesurado a diferencia de sus seguidores que se disputaban en vehemencia y abyección. Duarte Frutos encarnó a estos últimos desde la presidencia y perdió el respeto de miles. Cuando echó mano al fraude en las internas donde el partido colorado permitió que un ciudadano argentino, Osvaldo Domínguez Dibb, participara de los comicios presidenciales primero y de presidente de la junta de gobierno después, la sensación de repudio había llegado al interior de su propio partido. Cuando luego de potenciar y estimular los liderazgos marginales nombró a Blanca Ovelar como signo modernidad, el daño a su estructura de poder estaba consumado. Como el senil y debilitado Stroessner que permitió la irrupción de los militantes sobre los tradicionalistas, Duarte Frutos en su laberinto se equivocó de tiempo y de libreto y en consecuencia cayó con el retazo de su partido que lo había sostenido en el poder. Paraguay, “un país salvajemente conservador” tolera muchas cosas pero a falta de evangelio se fija mucho en las formas. Duarte Frutos como Stroessner en 1989 perdió el sentido del ritual partidario y creyó tontamente que podía remontar con gritos, alaridos, amenazas y bravuconadas. El resultado le demostró que quien no respondió los insultos y casi no hizo algún discurso que se recordara por su elocuencia, terminó concentrando el voto opositor, de los colorados descontentos y de sectores sociales emergentes en menor grado. Si Stroessner cayó porque perdió el control de los ejes de un poder entramado sobre una red de prebendas, un marco de terror, unas condiciones internacionales favorables, un gran ingreso de dólares por la construcción de las presas especialmente Itaipú, Duarte Frutos y el partido colorado perdieron el poder porque no entendieron nunca el grado de repudio y de rechazo que generó en miles de paraguayos, muchos de ellos de su propio partido, su estilo autoritario y soez acompañado de una caterva mediocre con quienes disfrutaba la humillación constante y la degradación permanente de su dignidad. Stroessner también sentía el mismo placer y lo hacía frente a varios de sus colaboradores para demostrar que él era el único dispensador de elogios o de insultos. Disfrutaba ante muchos de esa vejación permanente que sin lugar a dudas es un factor heredado de las dictaduras que impide la convocatoria de los talentosos e inteligentes a la administración pública. Stroessner dice que abofeteaba en público y extendía su diestra con algún movimiento de cuerpo en directa proporción al mensaje que quería hacer llegar. Duarte Frutos lo hacía con sus cercanos colaboradores, el presidente interino del partido colorado Herminio Cáceres, otra muestra de la decadencia de la ANR, era un sujeto en el que las chanzas públicas de Duarte Frutos encontraba un personaje predilecto. Debido a su limitada capacidad e inteligencia que lo demostraba en cada entrevista periodística, el ultimo mandatario colorado se mofaba de él diciendo que “el pañuelo del partido no debería llevarlo en el cuello sino en la boca” despertando una hilaridad cómplice entre los presentes que se sentían satisfechos de haber sido participes de tamaña demostración de poder.


LECTURAS EQUIVOCADAS

Stroessner se fué del poder en 1989 y murió en el 2007 a la edad de 95 años. Solo concedió una entrevista en el exilio en Brasilia. Fue para el diario británico “The Independent” en sus comienzos de un extrañamiento de 18 años tiempo suficiente no solo para ver como muchos de sus ex colaboradores continuaban vigentes sino que sus métodos de gobierno lo hayan sobrevivido. Observó como el congreso y la justicia otorgaban reparaciones a las víctimas de la dictadura mientras sus bienes y de quienes consolidaron su poder, no eran tocados para nada. Millonarias sumas de dinero fueron pagadas por el dinero del mismo pueblo que sufrió las vejaciones de la dictadura. Otra prueba más de las injusticias que terminaron con el partido colorado y que acabaran con otros partidos o movimientos porque si algo acabó el 20 de abril es al miedo a cambiar o a elegir nuevos gobernantes. Ahora quien pretenda seguir con lo mismo tendrá un final temprano. Nuestras democracias latinoamericanas se deciden más hoy más en las calles que en las instituciones representativas. Cubas, De la Rúa, Sánchez de Lozada, Lucio Gutiérrez, Alberto Fujimori, Jamil Mahuad pueden dar fé de ello. Lo que se dice en realidad traduciendo el malestar del pueblo, es que las democracias que creen que aun se puede gobernar y permanecer en el poder por un tiempo ilimitado yendo en contra de la opinión pública y de la conciencia que se forma a través de la prensa, están equivocados. Hoy esto ha cambiado. Y si el partido colorado está hoy en la llanura es claramente porque se agotó. No pudo recrearse en la única matriz que conocía: el modelo prebendario y clientelista afinado por Stroessner. No comprendió sus contradicciones y nunca las asumió, creía tontamente que la polka, el naco y el caballo eran suficientes para mantener el simbolismo de un partido “agrarista” que empobreció, hizo emigrar, fraccionó a las familias, destruyó el medio ambiente y permitió el ingreso de latifundistas brasileños que huían de los altos impuestos y costos de la tierra en su país de origen. En el Paraguay, “el partido de los campesinos” no pudo sostener más su incoherencia y cayó víctima de ella. El desprendimiento del oviedismo y el hartazgo del fraude en las internas también un jugaron un rol preponderante de un partido que a pesar de su derrota aun mantiene un nivel de adhesión importante que necesita con urgencia aggiornarse y en ese proceso modificar sus pautas de conducta en el poder que generalmente son replicados en los partidos denominados de oposición que hoy están en el poder. Si el partido colorado no logra evitar su fraccionamiento, hipótesis altamente probable, le ocurrirá lo del PRI en México que luego de 73 años en el poder fue desalojado del poder en el año 2000 y en la última elección resultó tercero ante la irrupción de grupos escindidos que lograron cuajar su discurso entre amplios sectores emergentes de la vida política mejicana. Renuentes a la modernidad e incapaces de entender los signos de los tiempos organizaciones más complejas y antiguas como la religión católica dieron inicio a procesos de cambio complejos que abrieron el camino a nuevos derroteros. Si se hubiera interpretado que las cartas clavadas a la entrada del templo en Alemania por el monje católico Martin Lutero eran un invitación al debate en torno a cuestiones administrativas y no el argumento para su persecución y posterior cisma, otros serian los senderos no solo en la religión sino de la política mundial. El stronismo o estronerismo se basó en el ejercicio de una ortodoxia en el poder que se contradice con la democracia. Es para analizar cómo pudo en democracia mantenerse 18 años en el poder y como nunca antes se le había contestado sus contradicciones. Solo es explicable porque la misma oposición terminó siendo funcional al sistema que hoy ha dado paso a la irrupción de un nuevo poder administrador. Lo que queda por ver es si las características de gestión autoritaria siguen tan vivas en manos de quienes han hecho historia desalojando a los colorados en el poder. Hay temores fundados que esa matriz cultural se extienda entre los nuevos gobernantes y que ello daría pie a esa afirmación teórica poco optimista que dice que “cuando mas cambia América Latina, mas permanece igual”. Solo el tiempo y la participación ciudadana podrían darnos la respuesta a este enigma que construyó Stroessner para su tiempo y que ha terminado con el gobierno del partido colorado recientemente. Los pueblos a veces se adelantan a los gobernantes y envían señales que estos se rehúsan a admitir. Carecen por lo general en estos tiempos económicos de sobrevivencia de tiempo para poder influir más, pero han dado muestras es otros países de la región que aquellos mandatos desoídos no son reclamados institucionalmente sino que son referenciados en las calles o rutas donde se librará la futura batalla de la democracia.

La que tuvimos nació en fórceps y con los mismos progenitores que la habían proscripto. La primera generación democrática votó en las últimas elecciones y no parece casual que hayan sido ellos los que han comenzado a emerger para indicarles a los partidos y líderes que su paciencia tendrá limites y que aquellos que quieran reeditar el modelo de gestión autoritaria tendrán sus días contados. Stroessner supo montarse a la ola represiva de la “guerra fría” y no dudó en purgar del partido que lo llevó al poder a quienes ingenuamente creían que sería una figura circunstancial. Duarte Frutos creyó que el miedo y el envilecimiento del pueblo paraguayo todavía seguían vigentes. Cuando el repudio fue tan grande y su popularidad tan baja, sus insultos hundieron a su partido y catapultaron a un ex obispo al poder. ¿Será de nuevo el azar el que guiará los pasos de los gobiernos que emergen o por el contrario estaremos ante una verdadera revolución que entierre el prebendarismo, la persecución, la mediocridad, la corrupción, el nepotismo y el sectarismo sobre los cuales Stroessner y el partido colorado se mantuvieron en el poder en 35 años de dictadura y 18 años de democracia?. La respuesta de nuevo, la dará el tiempo y los ciudadanos ..en especial aquellos que con su mayoría de edad han votado por primera vez el 20 de abril de2008.-

ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA IBEROAMERICA GLOBAL
DE LA UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALEM
Dic.2010
Registro: Setiembre 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario