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sábado, 16 de julio de 2011

GUALBERTO CARDÚS HUERTA - DISCURSO POLÍTICO CONTRA LA ANARQUÍA / REEDITADO POR EL DR. MANUEL PESOA, año 2000




DISCURSO POLÍTICO CONTRA LA ANARQUÍA 
REEDITADO POR EL DR. MANUEL PESOA
Impreso en la Imprenta EL GRÁFICO S.R.L.
Ilustración de tapa: Célebre tema de Goya
Aporte de Adriana Pesoa
ASUNCIÓN - PARAGUAY
2000 (102 páginas)


PRÓLOGO

            La anarquía desatada en el país, a raíz de la rebelión militar del 2 de julio de 1908, encabezada por el coronel Albino Jara, asoló a la nación hasta mayo de 1912, Durante cuatro años, la guerra interna sacudió todos los estamentos de la vida paraguaya. Su secuela significó inestabilidad política, desequilibrio social, desquicio económico, quiebra de las instituciones democráticas y destrucción de las fuerzas armadas.
            Tan penosa fue su obra perversa, que los compatriotas directa o indirectamente afectados por la tragedia, se comprometieron a no reeditarla en lo sucesivo, por ninguna causa. Por encima de las diferencias partidistas, hubo unanimidad en condenar la anarquía, considerándola el peor de los males que podían cernirse sobre la patria. Uno de los más tenaces sostenedores de aquella postura fue el Dr. Gualberto Cardús Huerta, a quien acompañaron sus compatriotas, por encima de las divisas sectarias.
            Afortunadamente a continuación del incendio, sobrevinieron las presidencias de Don Eduardo Schaerer (1912-1916) y el Dr. Manuel Franco (1916-1919), que quedó inconclusa por fallecimiento sorpresivo del titular. No obstante, el vice-presidente Dr. José P. Montero (1919-1920) completó al mandato del presidente Franco, en un contexto de completa normalidad institucional. Esa situación dio la pauta que las instituciones constitucionales se habían consolidado y que el espectro de la anarquía quedó conjurado. Además desde tiempo atrás, ambos partidos tradicionales, Liberal y Colorado, tenían una calificada representación en ambas Cámaras del Congreso, disfrutaban de libertad de organización y editaban normalmente sus medios de prensa, sin perjuicios de que también diarios independientes procurasen influir en la opinión. ¿Realmente había sido erradicada la anarquía? La mayoría de los ciudadanos entendía que sí.
            En 1920 debían tener lugar las elecciones para presidente y vice-presidente de la República, senadores y diputados, quienes iban a gobernar al país a lo largo XIV Periodo Constitucional, que abarcaba el lapso comprendido entre 1920 y 1924. Los comicios convocados para dicho efecto, el 27 de febrero de 1920, fueron pacíficos y ajustados a las leyes vigentes, ocasión en que sufragó al 65% de los inscriptos en los padrones, debidamente depurados por las agrupaciones cívicas intervinientes.
            De acuerdo a lo asentado en el Registro Oficial, el Partido Liberal logró el 59% de los votos emitidos, el Partido Colorado el 31% y el saldo restante se distribuyó entre el Partido Democrático, el Partido Católico, el Partido Independiente y el Partido Socialista. Era un hecho sin precedente que seis partidos políticos compitieran liberrimamente en unas elecciones. No hubo protestas y todos acataron la veracidad de los resultados. La fórmula ganadora Gondra-Paiva, emergió como expresión legítima y legal en aquella consulta popular. Y parlamentarios liberales y colorados integraron ambas Cámaras del Poder Legislativo. La transmisión del mando, que tuvo lugar el 15 de agosto de 1920, fue una fiesta cívica, no empañada por ningún hecho discordante.
            Frente a semejante cuadro tan halagador, nadie pensaba en un golpe militar, y menos aún que el propio Ministro de Guerra y Marina, Coronel Adolfo Chirife, tuviera el rol protagónico. En efecto, el zarpazo se produjo el 29 de octubre de 1921 (apenas un año después de aquellas elecciones ejemplares), cuyo corolario fue la renuncia de Gondra y luego la de Paiva, por presión de los golpistas. Mediante un acuerdo de compromiso, el Dr. Eusebio Ayala fue nombrado presidente provisorio, sin perjuicio de la anarquía castrense que mantenía en vilo al país. La situación se complicó aún más, cuando el aparato militar impuso una impropia convocatoria a comicios, que el presidente Ayala vetó, en la convicción de que era imposible que el pueblo votara, acosado por la intimidación de la fuerza.
            Precisamente en aquel instante preñado de oscuros presagios, el senador Gualberto Cardún Huerta expuso desde su banca en el Senado de la República, su celebrado Discurso contra la Anarquía, que ahora es de nuevo reproducido, para reflexión de los contemporáneos, y especialmente, de la juventud paraguaya. Los militares ensoberbecidos, respondieron con un levantamiento en armas, que involucró al 90% de las Fuerzas Armadas, abriéndose en consecuencia, un nuevo proceso anárquico, que abarcó los años 1922 y 1923, hasta que la civilidad derrotó a los subversivos, en las fronteras de la patria.
            El funesto resultado de aquella algazara castrense fue gravísimo. Miles de vidas humanas sacrificadas en ambos bandos; ingentes daños y perjuicios materiales de todo tipo; desintegración del ejército, cuidadosamente organizado, a un alto costo financiero, por los estadistas de la época; honda perturbación institucional e inutilización de todo el parque de guerra del Estado paraguayo. Con un agravante: Bolivia aprovechó la anarquía militar, para penetrar profundamente en el Chaco, poniendo al Paraguay al borde de una guerra internacional, inerme e indefenso. Todo tuvo que hacerse de nuevo.
            Y es entonces cuando se valora en su debida dimensión, la magnitud de la obra de gobierno cumplida por los presidentes Luis A. Riart, Eligio Ayala, José P. Guggiari y Eusebio Ayala, los cuales, en una carrera contra el tiempo e improvisando recursos financieros, prepararon al país para ganar la guerra del Chaco (1932-1935). Con la perspectiva del tiempo y el aquietamiento de las pasiones, se puede apreciar el patriotismo, la integridad moral y la capacidad política de los citados estadistas, en la tarea de realizar la proeza históricamente memorable, de lograr la victoria frente a un enemigo poderoso, con una precariedad de medios que suscitan admiración y asombro.
            La anarquía fue el peor enemigo de la democracia paraguaya. Entre 1908 y 1912, se perdió íntegramente todo el valioso armamento adquirido por el gobierno del general y Doctor Benigno Ferreira, para poner en pie de guerra frente al invasor, a diez mil paraguayos. Y entre 1922 y 1923, se despilfarró igualmente el más completo parque de armas modernas, en contiendas fratricidas, en beneficio de Bolivia, adquiridas en ambos casos, con el aporte sacrificado del pueblo contribuyente.
            Valga pues el Discurso contra la Anarquía, pronunciado por el Senador Gualberto Cardús Huerta, en vísperas de la hecatombe de 1922-1923, como una valiosa contribución para prevenir al país de nuevos quebrantos, que pueden acecharle en otras eventuales encrucijadas de la política. Y sirva esta experiencia para ratificar el compromiso ciudadano con la libertad y la democracia, que nunca más puede ni debe ser vulnerado por los sicarios del autoritarismo.



 APROXIMACIÓN AL PENSAMIENTO DE CARDUS HUERTA

            Comprendiendo la magnitud de la tragedia que azotó al país desde 1864 a 1870, resultante de los regímenes autoritarios entronizados poco después de lograda la independencia nacional, rescata el Dr. Cardús Huerta la iniciativa de los sobrevivientes de aquella hecatombe y el apoyo de los paraguayos que pudieron educarse en el exterior, en la tarea de dotar al Paraguay de instituciones libres, que le incorporaron a las grandes corrientes de la civilización y cultura, triunfantes en el siglo XIX. Celebra la puesta en vigencia de la Constitución de 1870 y los códigos y leyes que complementaron aquella obra de ingeniería jurídica; pero critica que en forma simultánea, no sé hubiera implementado entonces, el desarrollo económico, la extensión al máximo de la propiedad privada de los medios de producción y una fuerte conciencia a favor del trabajo urbano y rural, para acelerar el progreso paraguayo.
            Si bien en las décadas finales del siglo XIX la prensa cobró envergadura, surgieron partidos políticos y se crearon centros irradiantes de conocimientos académicos y científicos, como el Colegio Nacional, la Escuela de Derecho y al Universidad Nacional de Asunción, a su juicio, se dilapidó las tierras públicas, no se promovieron normas legales favorables a la inmigración y tampoco se abrió suficientemente al país al capital extranjero, para que actuando al lado del que se iba
integrando lentamente a nivel local, se dispusiera de recursos financieros suficientes, para superar ingentes daños y perjuicios provocados por aquella aventura guerrera, que ocasionó la destrucción humana y material de la patria.
            «La Constitución adoptada -en opinión de Cardús Huerta- era como una anticipada envoltura de un pueblo todavía inexistente, al que había de formarse, integrando sus elementos básicos, a saber la familia y la propiedad, mediante una provechosa reglamentación de los derechos, los usos y las relaciones que debían practicarse, a fin de que en lo futuro, pudiera mantenerse la armonía del conjunto, sin desgarramientos, la autoridad del gobierno sin latigazos, la elección de los magistrados sin coacciones ni fraudes, defendiendo con toda dignidad las tradiciones históricas».
            La familia y la propiedad eran para este compatriota, dos de los factores esenciales de la sociedad que iban renaciendo en la posguerra, a los que era preciso agregar esas células orgánicas llamadas municipios, que irían alcanzando muy pronto, su verdadera significación política. «Traducir las necesidades impuestas por la premiosa reconstrucción del Paraguay, encarnados en leyes de organización social, política y económica, no perdiendo nunca de vista los intereses materiales, pues éstos constituyen el antecedente imprescindible del progreso moral y jurídico, era la misión más importante de los hombres que adoptaron la Constitución del 70».
            Para hacer efectiva la democracia orgánica -era necesario asegurar el parcelamiento de las tierras el Estado, a favor de las familias sobrevivientes, y, al mismo tiempo, impedir la formación de latifundios a título de especulación, en forma correlativa con la educación política, pues el factor económico es tan importante como la declaración de los derechos, la enunciación de sus garantías fundamentales y una eficiente educación escolar. Había que instituir gobiernos probos y ciudadanos austeros, incorruptibles, para destruir la pereza y promover el trabajo, liberando a la población el sacrificio estéril del hambre, mediante el desarrollo del interés lícito, del intercambio comercial y del concurso del inmigrante, como fines intensamente civilizadores. Era necesario entender bien, que la emancipación por el trabajo, por el interés sano, por la tenaz y paciente elaboración del orden económico, era un paso preliminar indispensable, dentro del proceso destructivo de las tiranías. Y levantó como bandera personal la tesis de que «los que no saben gobernarse a sí mismos, son gobernados por otros».
            «En el ámbito educativo, a medida que los recursos y el personal lo permitieron -evoca Cardús Huerta- se fue difundiendo la enseñanza primaria en todo el país, aumentando la preparatoria, creando la pedagógica y comercial, ensayando la agrícola y mejorando la universitaria». ¿Por qué era imprescindible obrar de este modo? «Porque la Constitución establecía la libertad de enseñar y aprender e imponía la instrucción elemental obligatoria y la difusión de la cultura; sin ellos, el progreso colectivo es la mentira institucional más gorda». No desdeñaba él, la eficiencia de los planes de estudio. Pero recalcaba que «la formación de los auténticos maestros, la construcción de escuelas y la buena administración del conjunto, son las piedras angulares de la enseñanza».
            Poniendo en evidencia su cultura filosófica, definía la educación como «el desenvolvimiento en el hombre de todas las perfecciones posibles (Kant); la preparación para la vida colectiva (Herbert Spencer); y «el elemento insustituible para la realización de la democracia republicana (como se dice en los Estados Unidos de América)»; y de lo expuesto, el Dr. Cardús extrae esta conclusión suya propia: « La base doctrinaria de la difusión educacional en los países americanos, está en la convicción de que el ciudadano analfabeto es mucho más incapaz de ejercer su derecho al voto democrático, que el que sabe leer y escribir. De ahí se sigue que uno de los fines primordiales de la educación, se haga consistir en la cultura del pueblo, para la realización de la democracia».
            Todo lo consignado anteriormente, Cardús Huerta enriquece con un pensamiento profundamente revolucionario: «Tal como están desarrollándose las cuestiones sociales en Europa y América, no es prudente esperar que la sola cultura del pueblo conduzca a un equilibrio estable entre los hombres, a una acción moderadora y limitativa del poder político, mediante el espíritu patriótico de los trabajadores y las concesiones tardías de los patronos. No por la utopía de conseguir en el futuro un equilibrio de paz y concordia, sino porque las necesidades económicas y la cultura popular han aportado nuevos actores y una forma nueva de convivencia, es preciso preparar en América una elevación de la mentalidad del pueblo mediante la educación, que haga posible con el transcurso del tiempo, una mejor y más justa distribución de la riqueza, con el firme propósito de realizar la democracia humanamente posible». Con este concepto, el Dr. Cardús se anticipaba más de medio siglo al pensamiento sociopolítico, que precisamente hoy propone «una mejor y más justa distribución de la riqueza».
            Para este pensador compatriota, como lo señalaba allá por 1911, «existe un nuevo rumbo en la civilización; y los países, al igual que los partidos, deben disponer de antemano de una orientación, para encauzar el dinamismo económico. Llegará el momento en que el pueblo reclame una patria igual para todos. Las fuerzas de las necesidades económicas gobiernan el mundo y lentamente va elaborándose un fondo común de ideas, aspiraciones y procedimientos que servirán para debilitar a los Estados y a las naciones, si no nos anticipamos a servir el nuevo rumbo de la civilización». A la luz de la evolución de los sucesos mundiales, la realidad contemporánea le confiere plena razón a el Dr. Cardús Huerta.
            Pienso que Eusebio Ayala y Cardús Huerta, por sus constantes viajes al exterior, por su estrecho relacionamiento con los centros financieros de Europa y Estados Unidos, por su capacidad de penetrar la superficie y llegar al fondo de los problemas, fueron dos paraguayos universales. Ambos previeron lucidamente el curso de los sucesos futuros. Y así como Cardús habla de «una mejor y más justa distribución de la riqueza», también Ayala, muchos antes que sus coetáneos, mencionaba: «Una profunda revolución se está operando en nuestra nación, revolución cuyo proceso radica, por hoy, íntegramente en las conciencias. No nos aferremos nosotros, que pretendemos ser guías e inspiradores del pueblo, a las viejas concepciones que van caducando. Un inmenso soplo de esperanza corre por los ámbitos del país. Una intuición de mejores días alienta a las masas. Falta que las clases responsables de la sociedad asuman el papel que le corresponde en nuestra democracia». (Eusebio Ayala, Discurso pronunciado en el acto de la entrega por el H. Congreso de la Nación, de la «Medalla de la Defensa del Chaco», el 3 de octubre de 1935).
            Estos dos paraguayos universales, advirtieron con tiempo a la ciudadanía, que nuevos tiempos se avizoraban en el horizonte mundial. Tal vez por no haberles escuchado, o por no haber sabido interpretar correctamente sus predicciones, y más aún, por pereza intelectual y política, tuvimos que padecer largos años de oscurantismo, con todas sus dolorosas consecuencias. Lo cierto es que ahora, de nuevo, vivimos tiempos revolucionarios; y esta vez no debemos equivocarnos.
            Entiendo la revolución, como la definía Don Emilio Castelar, uno de los más ilustres pensadores españoles: «Revolución, enseñaba Castelar, no quiere decir el movimiento desordenado de la fuerza; revolución es la transformación lógica y necesaria de las ideas». Y yo me permito agregar: Transformación de las ideas, que se plasman en programas de gobierno y en acciones concretas, viables y realistas, al servicio de la sociedad. Vale decir, hechos, no palabras.
            Las nuevas generaciones tienen a su disposición, la experiencia de sus mayores; si a eso le agregan sus anhelos a favor de un mundo mejor, más justo y más humano, prestarán a la patria un servicio invalorable, que la posteridad habrá de reconocerles con la mayor amplitud. No interesa el partido político en que militan, ni la religión que profesan, ni la filosofía que rige su vida, lo importante, lo decisivo, es el supremo valor ético que presida sus acciones.
            En este caso específico, el Discurso contra la Anarquía, del Dr. Gualberto Cardús Huerta, por ejemplo, brinda a la juventud paraguaya una lección imperecedera de civismo, en el más alto sentido del concepto, que valdría la pena aprenderla como el abecedario de la política.

MANUEL PESOA 

CONTENIDO

1. EL PARAGUAY REAL
2. PERSONERÍA ECONÓMICA.
3. LAS FUERZAS INVISIBLES
4. LÓGICA DE LOS SUCESOS
5. POBRE PUEBLA
6. VIEJAS IDEAS
7. HIDRA AMERICANA
8. EL AUTORITARISMO
9. LEYES EXÓTICAS
10. REVOLUCIÓN Y CAMBIO
11. HERENCIA PATRIÓTICA
12. AMOR SALVAJE
13. GENERACIÓN DEL 900
14. UNIDAD NACIONAL
15. PREDICACIONES DEMOCRÁTICAS
16. NERVADURA DE LA RAZA
17. ANARQUÍA MENTAL
18. EL ODIO, Y SUS ALIADAS
19. EL DINERO Y SU MANEJO
20. PASADO COMÚN
21. LOS MEJORES LIBERALES
22. COMPATRIOTAS DEL OTRO PARTIDO 
23. PERÍODO DE CONSTRUCCIÓN
24. NUESTRAS TRADICIONES
25. REPARACIÓN DE ERRORES
26. RESQUEMORES DE ATRIO
27. TALISMÁN DE LAS VIRTUDES
28. EL VIENTO HURACANADO
29. LA LUCHA IMPETUOSA
30. MANUEL FRANCO
31. REBELDÍA Y CAUDILLOS
32. ¡POBRE GENTE NUESTRA!
33. SANGRE Y MISERIA
34. DESTRUCCIONES ACTUALES
35. EL MUNDO NO POLÍTICO
36. LA REFLEXIÓN SERENA
37. LA PATRIA DERRUMBADA
38. FRACASO COLECTIVO
39. CULTURA Y ECONOMÍA
40. PRIMERO ES LA VIDA
41. SINCERIDAD Y TRABAJO
42. NUESTRO DEBER SUPREMO
43. LA LIBERTAD ELECTORAL
44. FUERZAS ARMADAS
45. VIEJO Y NUEVO EJÉRCITO
46. CUESTIONES MILITARES
47. MANDAR Y OBEDECER
48. LEY ORGÁNICA
49. LA POLÍTICA CUARTELERA
50. PREVENCIONES DE ESCUELA 
51. SÍMBOLOS ETERNOS
52. LA MALA MONEDA
53. HONESTIDAD ADMINISTRATIVA 
54. BANCO DE LA REPÚBLICA
55. CAPITALES EXTRANJEROS
56. VERDAD DE LOS HECHOS
57. TRÁMITES DE UN EMPRÉSTITO
58. ENERGÍAS CREADORAS
59. IN-DEPENDENCIA ECONÓMICA
60. LA CONSTITUCIÓN Y LAS LEYES
61. RETARDO Y EVOLUCIÓN
62. ENSUEÑO DE JUVENTUD
63. YO ANARQUIZAR EL PAÍS

GUALBERTO CARDÚS HUERTA 
NOTAS BIOGRÁFICAS
CRONOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA


1. EL PARAGUAY REAL

Sr. CARDUS HUERTA. -Pido la palabra.
            Del informe que nos ha dado el señor diputado, miembro de la comisión parlamentaria especial, constituida hace un rato, resulta que don Manuel Gondra, Presidente, se excusa por motivos políticos de dar los fundamentos de su renuncia y, a raíz del informe, el mismo señor diputado nos ha leído un discurso fundado en los datos que, dice, haberlos obtenido personalmente del señor Gondra íntimo, según los cuales resalta que la renuncia no pudo ser voluntaria.
            Ante tales manifestaciones me parece que nos está ocurriendo lo que, con frecuencia, pasaba a nuestros mayores en los tiempos iníciales de nuestra nacionalidad, esto es, que el exacto conocimiento de las causas generadoras de los hechos políticos vamos a conseguirlo mejor privadamente, puesto que existe el temor de producir el documento público que las diga con plena sinceridad.
            Sobre este modo de obrar y los actos que estamos deplorando que son sus consecuencias y una cruel repetición de los acontecimientos de hace diez años por casi los mismos actores no tengo más que reiterar la reprobación que, invariablemente, he venido sustentando desde aquel momento en que, pudiendo, no se quiso seguir una orientación sana que hubiera evitado al país los infinitos males que se han desgranado sobre él.
            De doce o catorce años me he formado la convicción de que, los políticos no han querido, como siguen no queriendo, preocuparse del Paraguay real, del que es fuente de nuestra vida, puesto que hasta ahora se está haciendo girar exclusivamente la política sobre el eje de quién va a mandar y pocos, muy pocos, se cuidan de lo sustantivo de saber qué es lo que se debe y se puede realizar, ni de cómo ha de ser posible, conseguir nuestra suficiencia económica, que es y ha sido siempre, de tan urgente formación para fundamentar la independencia, que aun no tenemos en la forma de salida sin trabas al exterior.

2. PERSONERÍA ECONÓMICA (*)

            Mal estábamos, y así seguimos. En la desgarradora tarea de desplazarnos mutuamente nos ha sorprendido, en 1911, la primera centuria de nuestra independencia política, -que ni siquiera pudimos festejarla como las demás repúblicas americanas, porque la sangre de nuestras revueltas y los asesinatos sin precedentes cubrieron de crespones los hogares. Secuela de esa tarea ha sido nuestra indigencia crónica, con cuya declaración oficial -la moratoria entera- deprimimos el año pasado la personería económica del Paraguay en el extranjero, mientras conmemorábamos en casa el cincuentenario de la Constitución. Y fruto de esa tarea impía es la reunión de este Congreso para cubrir, con legalidad forzada, los trazos de un hecho sin nombre, tan huérfano de prestigio que ni tiene autores que quieran hacerse conocer ante nosotros.
            Con la conciencia clara de que seriamente, no se ha querido labrar el porvenir de la república sino simplemente gobernarla para vivir a sus expensas y la convicción sincera de que se ha venido envenenando por todos los medios la simiente creadora en vez de ampararla con robusto esfuerzo, angustiado, estoy presintiendo que, al rodar de otra centuria, podría quedar flotando en la historia el nombre de nuestra tierra-cuna, por falta de músculos que lo sostengan pujante en la convivencia internacional y económica y de sentido moral en su formación interna.
            (Muy bien! en las bancas)
            Por eso, en estos momentos de ansiedad en que las hiperbólicas alabanzas a las personas remontan a la cumbre del ridículo en tanto que el gobierno ha llegado a tan bajo nivel para haber desaparecido durante la pasada semana, debe uno, en la impotencia de su dolor, siquiera señalar a la posteridad la obra ingrata de tantos hombres que se están alejando de la patria por no desprenderse del gobierno y bregar para que el apego al poder, a modo de una codicia desenfrenada, no llegue a devorar algún día la personalidad del Paraguay
            He terminado.
            (Aplausos en las bancas)

(* ) Palabras dichas ante el Congreso pleno el 7 de noviembre de 1921.

3. LAS FUERZAS INVISIBLES (*)

Sr. Cardús Huerta. -Pido la palabra.
            Voy a usarla con la mayor extensión que permita mi salud para poder decir lo más ampliamente posible el pensamiento político que me ha guiado hasta ahora y que necesito decirlo para poner de relieve las impresiones que me han venido produciendo los sucesos políticos, cuya culminación curialesca la estamos presenciando en estos momentos. Para eso he venido, forzando los primeros achaques con que se me anuncia el otoño de la vida y que habrán de incomodarme durante esta exposición, que he de hacer lo más extensa, que permitan mis fuerzas orgánicas.
            He tenido siempre el defecto de decir todo lo que pienso en política, desechando la reserva mental de aquéllos que sólo suelen decir la parte que les conviene. Y de esta vez, he de seguir esta misma conducta, pero con mucha más amplitud.
            El proyecto de ley de elecciones para Presidente y Vice Presidente de la República, que está a nuestra consideración merece ser estudiado, más que en su texto, en lo que tiene la letra muerta debe ser considerado en todo lo que tiene de la infección de nuestro ambiente, ahora tan descarriado y encendido por toda clase de odios, codicias y pasiones.
            Yo pienso considerarlo así para poner de resalto, sobre las formas visibles, las fuerzas invisibles que van tramando, inquietamente, nuestra historia como un tejido de Penélope que tiene que ser destruido durante la noche todo lo trabajado de día, o como la túnica de Neso destinada a envenenar el corazón de las futuras generaciones.
            Para mí ese proyecto de ley, y su consideración en estos momentos, constituye el segundo acto, bifurcado ahora, de aquella gran comedia del 7 de noviembre, representada por el Congreso en pleno durante la semana cómica que siguió al 29 de octubre. Todos han de recordarse de esa semana, no por  lo reciente, sino por lo típicamente representativa de nuestra baja mentalidad política. Voy a reconstruir el cuadro en sus rasgos más salientes: un golpe de estado para el desplazamiento de fracciones de un mismo partido. La fracción desplazada pide la convocatoria del Congreso por medio de una petición la Comisión Permanente; sin urgencia, pausadamente, se fija para ocho días después la fecha de la convocatoria, dando tiempo a la tramitación de arreglos. No interesaba mayormente la ausencia del órgano ejecutivo del gobierno, lo que movía el interés era su constitución, y así la república pudo pasar, resignadamente, casi sin sentir la semana acéfala, hasta que, puestos de acuerdo las fracciones un día antes que el de la convocatoria del Congreso, se llamó a éste con urgencia para que sellara con su voto el acuerdo concertado.

(*) Discurso pronunciado en el Senado de la Nación el 11 de mayo de 1922.

4. LOGICA DE LOS SUCESOS

            Yo concurrí a ese Congreso, no para adherirme u oponerme al acuerdo, que me era ajeno en todo, sino para averiguar quién había estampado mi nombre entre los peticionantes para la convocatoria, pues, en los periódicos así lo había leído y a nadie había autorizado para el efecto, y menos firmado petición alguna. Por fortuna, en el acta de convocatoria no figuraba lo que habían publicado los periódicos, y nada tenía que decir. Y si algo dije, después, poco, bien poco, ha sido para señalar la gran incongruencia que observaba en la actitud de los hombres que, solicitados para decir la verdad, y con el deber de decirla al Congreso y a su país, esquivaban la respuesta categórica e indispensable en público para declararla unicamente en la intimidad. Y eso fue todo, pues me alejé luego del Congreso para ir a preguntarle al doctor Paiva la explicación de lo que yo no entendía, la lógica de los sucesos que se me escapara, el interés de la nación que se me perdía en el dédalo de aquella comedia. Y, justo es decirlo, que el doctor Paiva me persuadió de que si no pudo él salvar la trabazón lógica de los sucesos, que cuando están movidos por pequeñas ambiciones ni lógica pueden tener, a lo menos comprobó la austeridad del hombre que no quiso ser primer mandatario sino en la manera levantada a que tenía derecho a serlo por sus antecedentes y su capacidad.
            La falta de trabazón de entonces ha dado al traste con muchas cosas durante los meses transcurridos de noviembre aquí, sobre todo con las opiniones de los hombres y la orientación de los partidos, tanto, que hasta ese proyecto de ley en discurso puede ser mirado como el hijo legítimo de la anarquía que se precipitó después y que, por traer sus raíces de 14 años atrás, bien podría consumiros en el fuego devorador de las pasiones que ha azuzado y que nada ni nadie podría contenerlo en nuestro escenario, tan revuelto con las colas de paja, si a sus presagios de sangre no opusiésemos grandes dosis de buen sentido y aún mayores dosis de tolerancia.
            (Aplausos en la barra).

5. POBRE PUEBLO

            Recuerden los pormenores del Congreso celebrado el 7 de noviembre, quiero decir las modalidades de su proceso y resolución, y tendremos toda la clave de lo que ha ocurrido y está ocurriendo y, posiblemente, de lo que ocurrirá un poquito más tarde. En aquel Congreso, a más de que no se quiso decir la verdad al país, se procuraba ocultarla cuidadosamente para hacer llevadera una transacción, un modus vivendi político. Había como una complicidad para aparentar que las renuncias eran voluntarias y no forzadas y extorsivas. Algunos expresaron sus convicciones contrarias a esa complicidad, pero los mismos interesados no quisieron apoyar esas convicciones cuando a nombre del Congreso se les formuló la pregunta. Habían enemigos en acecho, desgarramientos ocultos que se deseaban ocultar a los ojos del país sano. El golpe no era golpe, y a la manera ancestral se decía: aquí no pasó nada. A renuncias aceptadas presidente elegido, con el aditamento de poderse elegir otra vez cuando el arreglo fracasara, puesto que para eso se dejaba entreabierta la portada de las elecciones populares...
            Hubo necesidad de que trascurrieran dos semanas   para que los manifiestos nos explicaran algo, una parte de lo que se había hecho y no quiero decir al Congreso para que su resolución no se torciera, pero que hablado decírselo al pobre pueblo a fin de organizarlo en fracciones, estimulando su combatibilidad innata.
            Y así, de manifiestos y contramanifiestos de difamaciones y alabanzas interesadas que han sido y siguen siendo las consecuencias eruptivas de tantos enconos, venimos a caer otra vez en el Congreso con este proyecto de ley a modo de panacea propiciatoria de la paz, la tranquilidad, el orden y no sé cuántos otros vocablos más de que nos hemos servido para rotular todas nuestras ambiciones descabelladas, y nada más.

6. VIEJAS IDEAS

            Con muchas razones constitucionales y legales se podría apoyar este proyecto, y hasta con buena fe creer en ¡su eficacia; pero reputa imposible hacerlo con razones de vida y cariño hondo a nuestra tierra, que hace ya rato no necesita regueros de sangre sino músculos potentes que hagan surgir las riquezas de su seno todavía virgen. Es por esto que, aparando las argumentaciones curialescas y hasta respetándolas, me voy a meter más hondo en nuestras desdichas políticas para pedir a mi partido, a sus hombres, a mi generación y a mí mismo los rastros de vida que se han dejado y las horas de cariño a la patria que se haya vivido como paraguayo. Es necesario hacerlo, bien o mal, con verdad y con cariño, tal como pedía hace once años, en un libro, a fin de que los más jóvenes no tengan que sufrir el mismo engaño de los que no tuvieron la dicha de encontrar el derrotero iluminado por las enseñanzas de los varones probos, que hubieron sí, pero, que tuvieron la debilidad de ocultar sus primeras experiencias y no quisieron que por actos siguiésemos la ruta de sus pensamientos, corrigiendo los errores de sus vidas.
            Paréceme que estoy removiendo, viejas ideas y que al removerlas tenga que sentir el calor de los años en que creía que los hombres eran más buenos y menos falaces en la política. Ideas no viejas, sino aprendidas y, más que aprendidas, experimentadas en el decurso de mil novecientos cuatro a esta parte y anotadas en el libro que mencioné hace un instante para calmar las ingratas repercusiones que tuvieron en mi espíritu los descalabros de mil novecientos once; ideas que constituyen la orientación de lo poco que he pretendido construir en política y de lo que en estos últimos meses había vuelto a pretender para apaciguar a las fracciones anarquizadas de mi partido; ideas que son las causas de mis errores sobre el país y mis compatriotas, pero ideas al fin, que me han preservado de las heridas con que otros han envenenado sus concepciones y torcido su conducta de hombre.
            Pues bien, una de esas ideas, que a tantos amigos he repetido y que hasta en el seno de esta Cámara había enunciado en mil novecientos nueve, consiste en que nuestra primera misión, misión nacional, era evitar la anarquía que a tantos pueblos hispano-americanos había retardado, después de su emancipación y que al nuestro no pudo llegar durante el encerramiento francista y larga dominación de los dos López.

7. HIDRA AMERICANA

            Esa hidra americana que precedió a la organización definitiva de nuestros vecinos, ya quiso asomar entre nosotros de mil novecientos nueve a mil novecientos doce por la debilidad culpable y la complicidad de casi todos los políticos, y nadie podría asegurar que en estos momentos esté criando cabezas para devorarnos en sus fauces malditas; nadie podría estar tranquilo en su trabajo mientras en pos del mando gubernativo vayamos en formas tan irreconciliables como ahora, de modo tan agresivo como insultante para las personas y tan poco tranquilizador para los obreros de nuestro bienestar económico.
            No olvidemos que la honda remoción de nuestros antecedentes podría conducirnos a desgarramientos increíbles; porque las fuerzas morales del país ofrecen todavía muy poca resistencia y a costa de liviandades e insultos podríamos descender a precipicios fatales, que hacia ellos podríamos ser conducidos tanto por la egolatría de las leyes como por los jefes particularistas, o las elecciones generales en los trances de incertidumbre y zozobra en que nos estancos debatiendo.
            Estamos rezagados en el progreso general del Rio de la Plata, moral y económicamente, dentro del cerco geográfico que no quisieron romper nuestros emancipadores y con la cruz del más grande sacrificio a cuestas. Estamos con medio siglo de retraso respecto a nuestros vecinos, puesto que nuestra vida anterior a la guerra no puede ser tenida como de absorción cultural y la que se corrió después ha sido de miseria y resignación a nuestras desventuras. Ese medio siglo de retraso significa nuestra postergación en los destinos americanos como nacionalidad de cultura e ideas propios, significa falta de labor orgánica en materia política, financiera, económica y educacional, significa merma de civilización y de savia, significa todo lo de más grave que un ciudadano puede deducir de la comparación de su país, rico pero desvalido, con su vecindad fuerte y desarrollada; significa nuestro deber, nuestro máximo deber de evitar todo lo que podría aprisionar nuestra naciente energía en revueltas inútiles para encauzar con urgencia nuestra ebullición interior hacia los fines nacionales y crear músculos que algún día puedan levantar nuestro estandarte a mayor altura de la que se desplomó el 70.
            Ese es nuestro deber, y en acometer eso -la formación o la renovación de los músculos nacionales- debiéramos cifrar nuestro orgullo, ahora mal puesto en la glorificación de las hazañas pasadas y la prosternación ante los ídolos probables. A buscar, a procurar eso ya habría puesto en la política todas mis actividades si la temprana convicción de mi vida no me hubiera enseñado que, los políticos no deseaban el despertamiento de los músculos nacionales, que estrujaron más para suplantarse recíprocamente, como si el hecho de vivir a porrazos ennobleciese el gobierno, en vez de revivirlos en despliegues de fuerzas, no para matar y morir como antes sino para imprimir energías en nuestra historia, de forma que alguna vez valiera la pena de ser contada como exponente de cultura y labor humanas.

8. EL AUTORITARISMO

            En alguna parte he escrito, o habré dicho, que era necesario torcer el curso de nuestra historia mediante una orientación emanada de nuestras necesidades, la vida sana y el trabajo asiduo para crear los músculos potentes y la fortaleza espiritual con que debiéramos penetrar llenos de coraje en el porvenir para poder adornarle con la belleza de mil obras grandes, espantando el fantasma de nuestra historia, que se llama autoritarismo, porque solamente la riqueza y su hijo, el saber colectivo, podrían sacarnos del marasmo y la soberbia, que nunca serán fuentes de justicia, vigor y resolución y siempre han sido nuestros carceleros en paridad con la codicia y la ignorancia.
            ¿Era posible hacerlo? Creo que era más que eso: meritorio para todos los partidos y para todos los ciudadanos, sin distinción. Y aún sigo creyéndolo, bien que la labor ha de ser más penosa que antes, porque se ha venido echando mucha leña al fuego, y hay mucho rescoldo en las almas...
            ¿Por qué no haberlo intentado? ¿Por qué no intentarlo ahora? Muchos saben las causas que estorbaron y las que seguirían estorbando ahora y seguramente, saben mejor que yo, pero no lo dicen, ni dirán.

9. LEYES EXÓTICAS

            Yo debo decir lo que he querido y lo que he fracasado queriendo rumbos que no querían otros; debo decirlo para el país sano que está mudo de temor ante las perspectivas del porvenir y porque, después de mis actividades, tal vez sea el servicio que pueda prestar a mi patria, sobre todo a los jóvenes que todavía quieran escudar su buena fe y preservar sus entusiasmos. Buena parte de lo que diré, sin orden y en tropel, está escrita y publicada y, sobre todo, vivida. Ustedes perdonarán que así proceda; pero siempre en nuestras deliberaciones he procurado apoyarme en precedentes y en ansias de vida paraguaya y no en los preceptos de leyes exóticas y elucubraciones extrañas a nuestro ambiente, y es fuerza que en esta sesión lo haga en mayor escala que otras veces, ya que de vida política paraguaya estoy hablando y voy a ocuparme de la que ha sido y está siendo casi a borde de otra anarquía que, Dios quiera, no llegue a resultar como aquella que en 1909 deseaba evitar, inútilmente.

10. REVOLUCIÓN Y CAMBIO

            Hubo una misión, y sigue habiéndola, una gran misión surgida con el pacto del Pilcomayo en 1904, que recogieron los jefes de la revolución del gobierno expirante entonces, no como un lauro de triunfo sino como un compromiso entre paraguayos de laborar en armonía para el relevamiento del país. Esa misión no consistía en la mera sustitución de unos hombres por otros para continuar la tarea con los mismos vicios personalistas. No era pacto de ubicación el del Pilcomayo; así a lo menos entendíamos los más jóvenes e ingenuos que tuvimos el honor de secundar aquella campaña como soldados, libres de las personas oficiales y generosamente dispuestos para el olvido de las faltas cometidas en la dirección del país durante treinta años.
            En verdad, no éramos agentes pasionales, ni caudillos partidarios, ni atrevidos que buscábamos el poder. Éramos  muy jóvenes los más, que ignorábamos los halagos del mando y las divisas de color e íbamos a aquella revolución con la unción sincera de nuestros entusiasmos por contribuir al cambio de una costumbre de cuartel en que la sucesión del gobierno se hacía por entorchados.
            Debo a aquella campaña las impresiones más puras de mi fe patriótica, así como debo a sus resultados las desilusiones más hondas de mis compatriotas. De esas impresiones quiero referir una, que por traducir el eco de otra edad y el gesto noble y levantado de un hombre a quien no conocía, tendrá siempre para mí la armonía política que quiso el pacto del Pilcomayo.

11. HERENCIA PATRIÓTICA

            Sin fuerzas para batir a las que mandaban el coronel Zacarías Jara, ocupantes de Concepción, los revolucionarios le pedíamos su prescindencia en la lucha en honor a nuestros ideales, que eran nacionales, y al rango que él ocupaba en nuestra frontera norte de guardián de nuestra soberanía. En la conferencia que tuvimos con él, y en respuesta a las consideraciones que le hacíamos, nos respondió palabra más, palabra menos: algo me está diciendo en mi interior que no debo desoírles; soy viejo y achacoso y aun puedo pelear; mi vida no interesa a nadie y a mí mismo no me preocupa: puedo, seguramente desbaratar esta revolución que por sus directores debería hacerlo, pero ustedes son jóvenes y representan todo el porvenir de la nacionalidad; quién sabe si no son ustedes los predestinados a levantar este país que, de niño a viejo, lo quise ver bien gobernado y no lo pude, sabe Dios si peor mi enfermedad; nada más valgo para mí, y es posible que al cederles voluntariamente el puesto de mi mando, pueda hacer todavía algo para nuestra patria, más de lo que antes hice.
            Luego de decirnos esto, se dirigió a su hijo Albino, que estaba a su lado, para preguntarle en tono resuelto: "Debo declinar el mando de esta plaza en manos de tu generación? Al hacerla para volver a Bahía Negra a reanudar mi guardia de centinela ¿sería un servicio a la patria?
            Y, cuando su hijo Albino le dijo que debía hacerlo por él y por nosotros, el viejo coronel Jara dispuso que al día siguiente entraremos a Concepción, después de haberla abandonado con sus fuerzas rumbo a su guardia -de Bahía Negra, -escoltado por nuestra simpatía y admiración. Y es en homenaje a esos sentimientos que vivirán conmigo mientras yo viva, que reitero los detalles de aquella conferencia para comentarlos en la forma que merece la memoria del viejo coronel, que de esa manera y por tan nobles motivos contribuyó al triunfo de la revolución de 1904, para ser tan infamado, después.
            En los gestos, en la actitud, en el valor moral de aquel hombre, que siempre fue valiente como su hijo, había una transmisión de herencia patriótica a los jóvenes que le rodeábamos, transmisión del espíritu de la generación, que sufriera con la convalecencia del Paraguay, a la nueva que debía de labrar su porvenir.
            En el ocaso de su vida, aquel hombre sintió lo que no pudo ver realizado y tuvo el deseo de que nosotros lo realizáramos y que, desgraciadamente, tampoco lo vamos a realizar en medio de tanta anarquía. El sufrimiento de haber vivido tanto para haber hecho tan poco, le indujo a delegarnos el mando a los que, llenos de entusiasmos e idealismos, prometíamos hacer mucho.

12. AMOR SALVAJE

            He mirado las cuestiones políticas como superior a las vanidades pasajeras, y les he buscado inútilmente, su expresión de grandeza en la conducta versátil de sus servidores, y puede que así lo haya mirado siempre por haber atemperado, desde muy temprano la fiebre destructora de los idealismos ajenos con el íntimo anhelo de defender el patrimonio de mis mayores, cumpliendo el designio de tantos viejos que, tal vez, amaron más a su tierra que nosotros, con amor salvaje y defensivo, y no tuvieron o no pudieron tener los medios, la instrucción, el alcance para servirla con los nuevos rumbos que ahora pretendemos.
            Esos viejos moldearon su mentalidad en el yunque de nuestras grandes desgracias, en la escuela de las realidades incontenibles, en la acción y en el instinto vital que fueron los marcos de su ambiente. En cambio, nosotros corremos desatentadamente en busca de doctrinas ajenas, de voluntades extrañas de vestidura exóticas, de idealismos prestados que muy poco pueden condecir con nuestra ascendencia real, con nuestro equilibrio, nuestro atraso y nuestras debilidades orgánicas; pedimos vida a las leyes de otros pueblos cuando nuestros padres la ganaban con sus músculos, exigimos milagros de las copias cuando aquellos lo realizaban con sus fuerzas, queremos la paz por elecciones mientras antes la tuvieron por el mando, en fin, queremos todo, todo por maneras tan diferentes a nuestra historia.
            No digo que en gran parte no tengamos razón, pero ha de convenirse en que en buena parte no tenemos como la tenían nuestros mayores.
            Y es por eso que el gesto del coronel Jara me viene a mano para poner de relieve la armonía que yo he pretendido y he vuelto a pretender hace muy poco tiempo...
            No era una rendición la que deseábamos del coronel, que era más ducho y tenía más fuerzas que nosotros, ni un renunciamiento a sus fueros de militar valiente; no era nada parecido a eso, que de haber pretendido rendirlo, o hacerle renunciar a su alto cargo, no hubiéramos tomado nunca Concepción y la contienda de 1904 hubiese tenido otro epílogo.

13. GENERACIÓN DEL 900

            Lo que pretendíamos y pudimos conseguir de él, era su apartamiento de la lucha civil en que no tremolábamos bandera partidaria sino fines nacionales, porque el movimiento era de disidencia cultural más que otra cosa, a fin de que continuara siendo en nuestras fronteras discutidas el símbolo guerrero de la nación. Y así fue, y por tan alto sentido dejó que mi generación corriera con la política...
            Digo a mi generación por mencionar a los hombres nacidos del 70 al 80, en la década de escombros, sin distinción de matices, pues que era un paraguayo viejo el que trasmitía el mando a sus compatriotas jóvenes, no para que se anarquizaran en bandos pleiteantes del poder, sino con el designio de que trabajaran unidos por el relevamiento, del Paraguay.
            Es una gran satisfacción moral la de seguir todavía deseando esa unidad de labor, sin ansias de encumbramientos personales, sin proyecciones de color partidista en la tarea de realizar, de propulsar siquiera la personalidad del Paraguay en todos los órdenes y primera y principalmente en el orden de vida económica con que necesitamos abrir el rubro de sus destinos en la lucha de su verdadera emancipación.
            Esa unidad debió surgir del pacto del Pilcomayo; esa unidad era una misión histórica para los que pudimos ocupar Concepción en 1904 y ha de seguir constituyendo el ideal de toda mi existencia. Unidad de acción en las tareas nacionales, en el planteamiento de los problemas de cultura y de vida, en la defensa de nuestro patrimonio histórico, en el eslabón del pasado con nuestro porvenir, en nuestra bandera y en nuestras tradiciones. No unidad muerta de partidos, de hombres que se engañan, de programas que no se cumplen y de apetitos que no se sacian, sino de energías sanas y de todo lo que constituye la impulsión generosa de la especie y la soldadura natural de los intereses para que hasta la gente de la oposición pueda hacerse gubernamental, a ratos, o la gubernamental ceder el puesto a la de la oposición cuando los problemas verdaderamente nacionales requieran el curso de todo o sea indispensable la dirección de determinados grupos.

14. UNIDAD NACIONAL

            Unidad nacional para oponerse a la anarquía, que sea lastre moral en todos los momentos en que fuese necesario reprimir la anarquía hirviente del bajo fondo, o de la que proviniere de los odios personales incubados en las luchas de apasionamientos con las grandes palabras a que tanta devoción tenemos.
            Esa unidad nacional debió ser la obra de mi generación de ésta que está sentada en las bancas del Senado; esa unidad puede todavía ser nuestra misión, ahora, si quisiésemos evitar la anarquía, que se está viniendo, por otro conducto que el de las elecciones con fraude, por otros medios que el de la sangría popular.
            Yo veo venir esa anarquía, y es mi deber no aceptarla como paraguayo y pedir que, resucitando el espíritu que presidió el pacto del Pilcomayo y la toma de Concepción, nos levantemos unidos para hacerle frente, no con elecciones y con ditirambos al uso, sino con cordura y buena fe.
            De cómo nos conducimos en el poder después de 1904 y buscamos la faz evolutiva del Paraguay en brazo de otros hombres, lo he dicho con la más grande sinceridad en el libro escrito en Europa durante la precipitación de mis excursiones; y no tendría para qué repetirlo puesto que vengo confirmándolo con mi actuación, tan escasa ahora como entonces por haberse deseado de mi la simple adhesión a las personas y no la realización de los actos de acuerdo con mi orientación, nacida del trabajo en nuestro país y no buscada en los libros extranjeros.

15. - PREDICACIONES DEMOCRÁTICAS

            Alguien aquí podría recordar lo que entonces quería como diputado, tal vez el doctor Chaves, que fue mi colega entonces como lo es ahora, de lo que quería defendiendo el respeto a las ideas en los hombres de su partido, que tuvieron en mí el compatriota y nunca el adversario político.
            Propiamente era el defensor de toda la ideación política elaborada antes de 1904 con las predicaciones democráticas que encendieron nuestro espíritu revolucionario y prepararon el sacudimiento no detenido todavía. Con toda buena fe creía en los hombres que encarnaban las fórmulas de entonces, porque los tenía con la preparación y la evidencia necesaria para resolver, sin egoísmo, los problemas que enunciaran en la llanura. Pero cuando me vino el desengaño al ver que, por nimiedades, hasta se quería desaforar a mis amigos personales, que la lucha por los cargos primaba sobre el interés de todos, yo me quedé con la ideación anterior, casi sólo, como ahora, porque ni mis amigos personales me acompañaban al debatir las cuestiones más importantes, aquéllas que, como las ferrocarrileras, tanta importancia debían de tener para la nación. Y es con esa ideación, ya muy labrada por la experiencia, que sigo viviendo en la política, si así puede llamarse a mi ignorancia y apartamiento de casi todo lo que ha ocurrido en la última década y a mi participación activa en las tareas económicas del país.
            Ha sido menester que viera tan grande peligro en los trances de esta anarquía, que se está perfilando como una tormenta, para que volviera a las andadas, escuchando y aconsejando a mis correligionarios a fin de que no se calumniaran y trataran de conllevarse en alguna forma para que el Presidente Ayala pudiera hacer algo de beneficioso para el bienestar y la tranquilidad de todos, porque la tarea ha de serle ímproba con la ayuda de todos; y si nadie le ayudara y todos le pusiésemos obstáculos la tarea tiene que resultarle imposible, no digo para él, que es muy capaz, sino para cualquiera que quisiese ocupar el cargo de puro atrevimiento.
            Y tamaño obstáculo le está resultando esta anarquía, azuzada por sus mismos amigos, alimentada por su mismo partido y deseado por muchos que no tienen empacho en decir que todavía necesitamos de sangría para purgar nuestros defectos de origen,
            ¡Como si no fuera suficiente la que tuvimos! ¡Como si con sangre no estuviera comprobada la improbidad del odio, la ambición y la venganza!

16. NERVADURA DE LA RAZA

            Cuando pienso que en 1904, en vez de cambio de orientación nacional, trajimos el despertamiento de nuestra combatividad mal adormecida, inyectando en los ambiciosos la convicción de que era fácil escalar el poder, por la vía revolucionaria me viene la tentación de no esperar más nada útil y elevado de las revoluciones y de creer que las mejores reformas han de venir, poco a poco, con los procedimientos pacíficos.
            Algo muy difícil, supongo que imposible, es contener la nervadura de la raza, de la nuestra, muy hecha para las batallas y los estropeos y tan poco formada en la paciencia de esperar días mejores por el trabajo modesto.
            Ya durante el proceso de la   evolución tuvimos que sufrir contratiempos en 1904 con esa índole levantisca que no podíamos reprimir entre los mismos camaradas de causa, yo creo que desde los primeros días del triunfo se tuvo que andar rondando a los que no querían terminar la revuelta. Y nada sería esa propensión en los jóvenes si, los de más edad, en vez de contenerla, no especularan sobre ella en los temperamentos ardorosos e irreflexivos, que han sido aquí y en todas partes las mechas de incendio. Ejemplo tenemos... Y en todos los partidos. Colectiva es la culpa, como colectivo debiera ser el tratamiento para expurgarla por medio del arraigo económico y moral en los hogares del campo.
            Pero no lo hacemos y parece cómo que ni lo quisiésemos hacer, porque en vez de cultivar el espíritu de tolerancia, que sería la base nos hemos puesto a difamarnos en todos los tonos, en los más execrables, a punto de que podría asegurarse que solamente en difamaciones hemos adelantado.
            Nuestros esfuerzos patrióticos han sido, en los últimos diez años, suplantar a un jefe por otro para hacerlos fracasar a todos y publicar en el Río de la Plata las referencias más denigrantes, que dieron el resultado de rebajarnos en masa, a cual y políticamente.
            Tal vez por eso hemos cambiado de escena, ensuciándonos dentro de casa. Tal es lo que ha ocurrido desde hace un año con el partido liberal, y sigue ocurriendo con mas furia, como si quisiera reclutar partidarios con ese procedimiento en vez de intentarlo con las buenas acciones, la mayor capacidad y más despliegues de energías sanas.

17. ANARQUIA MENTAL

            No, señor; es hundiendo a los demás que buscamos la plataforma partidaria y las auras populacheras, que nada valen, ni nada pueden conducir si se ha cae pretender crear bienes para el país y no demoler más de lo que se lleva demolido.
            No ha sido, no es crítica a las acciones públicas de los hombres, sino verdaderas difamaciones a las personas, denigraciones de los partidos, enlodamiento de nuestra vida que no tienen por objetivo corregir los errores, o empeñarnos para corregirlos de algún modo en los actos venideros, sino para puro desplazamiento, por pura camandulería de rebajar colectivamente a fin de que nadie pueda levantar cabeza en nuestro escenario.
            Hasta en el sagrario de nuestra historia se ha penetrado con ese intento, y con la manía de hacer política a costa de los que fueron y en pro de los que quieren ser.
            Es una secuela de nuestra anarquía mental esta forma de hacer política y es un modo seguro de prepararla en los hechos de sangre, tan innecesarios para nuestra vida y tan contraproducentes para nuestra cultura.
            Yo diría a mis compatriotas jóvenes, a los que recién escuchan nuestras disputas y tienen el alma abierta a todas las ilusiones, que no se alaben, ni se depriman hiperbólicamente desde las aulas, porque se arañarían después en los atrios y vivirían con el veneno que está incapacitando a mi generación, veneno de odios que busca destelarse en venganzas por cualquier resquicio, casi siempre las arterias nacionales por conducto.
            Tengan en cuenta, que si es imposible la nitidez histórica, lo es mucho más la nitidez partidaria y que pueblo alguno ha tenido el privilegio de un gobierno que acertara siempre. El error forma parte de nuestra dote y en saberlo corregir ha puesto Dios el mérito de nuestro destino y en saberlo sobrellevar haríamos el culto de nuestros mayores, que es curto de patria.
            El odio y los deseos de venganza son acervos traídos por el error y la difamación, que son muy nuestros ahora, de nuestra producción legítima, pero que no nos servirán nunca para el culto de patria que pretendemos y si para relajarlo y corromperlo con los zarpazos que están anunciando desgraciadamente.

18. EL ODIO Y SUS ALIADOS

            El odio y sus aliados han hecho que denigráramos hasta a los personajes históricos y son ellos los que unidos a la codicia y a la ambición, están moviéndonos para denigrarnos por deseos de mando en las que los principios de gobierno van muy subordinados al hecho de gobernar en cualquier forma.
            No vamos, no queremos ir a las acciones para enmendarlas, a los defectos para repararlos o a los males para suprimirlos, sino a las personas, únicamente a las personas para suplantarlas. En ese tren andamos, porque estamos tísicos de cerebro, según decía cierta vez el doctor López Moreira, al pedirle su opinión de médico. Y en ese tren seguiremos, seguramente, mientras un gran médico, que me llama buen juicio, no venga a curarnos la enfermedad que nos está produciendo de continuo la alucinación de creer que el bienestar del Paraguay, su progreso, su riqueza, su cultura y su historia, tienen que ser la obra de un hombre solo, de un Presidente de la República, y no el resultado del trabajo pacífico y el ahorro modesto de todos los trabajadores, como el fruto de los sudores del pueblo y no de su heroísmo, de la coordinación de intereses y no de su desbande; de la disciplina, el estudio, la constancia y no de la bravura, el desprecio de la vida y todas las virtudes españolas que dicen atrevimiento, decisión, coraje y tantas otras grandes cualidades que son nuestra herencia gloriosa.
            Todo esto lo llevamos en la sangre y sería deficilillo arrancarlo de nuestra naturaleza moral, y por llevarlo, precisamente, es que no podemos ver la realidad sino del lado que cada cual pretende y ambiciona, del lado del hombre que se está adulando para mediante él llegar al presupuesto o realizar venganzas, del lado de nuestras pasiones, nuestras codicias y odios, que son nuestros tiranos de ahora y los guías permanentes de nuestras desgracias, del lado en que se pueda trabajar menos y gozar más con la verdad pueril de imaginarse en la cabeza del país como un patriota irremplazable.
            Lo que esta manera de ser política ha perjudicado a nuestro país es incalculable y lo que seguirá estorbando su desarrollo es bien terrible, sobre todo en el orden financiero y en el económico que parece no podrán levantarse en muchos años si seguimos por este camino de desplazamientos personales y odios incontenidos, que hizo cauce formal desde 1911...

19. EL DINERO Y SU MANEJO

            Recuerdo que el solo anuncio de la anarquía en los hechos, que ya venía trabajando de tiempo atrás la mentalidad política, impedía la mejor construcción financiera y económica que podríamos pretender con la conversión de nuestra moneda y la organización administrativa que en 1919 era posible, más que posible era segura, por las circunstancias excepcionales del mercado extranjero en que se consiguió la mayor suma de dinero de que hasta ahora se haya hablado para aquella conversión y que si no se trajo ha sido por que los hombres no querían evitar la anarquía sino aguzarla para vivir en ella, para gozar en ella los caudillos y hacer historia con sangre y popularidad a gritos.
            El dinero y su manejo, igual que la conversión de nuestra moneda y la seriedad administrativa, no son cosas que han de convivir con la anarquía, que quieran especular sobre ella; sino huirla, escondiéndose en otras partes o suprimiéndose ante su acción; por eso aquel dinero, que estaba conseguido de la Unión Parisienne, no se quiso que viniera, porque para aplicarlo bien y administrar en debida forma el país era indispensable evitar la anarquía a fin de que todos los hombres útiles y preparados pudiesen estirar parejos el carro por su verdadera senda.
            No se quiso hacer, así como parece que tampoco se quiere ahora ayudando de verdad al gobierno constituido por una transacción de las fracciones en lucha sórdida, y respetándolo de consumo.
            Y si en aquel entonces no se quiso hacer, porque no se miraba seriamente el interés del país, ahora es todavía más patente el motivo, más visible la intención, más personales las fuerzas. Porque vean Udes., solamente rarezas podrían producir el efecto de elegir un hombre de valer para gobernarnos, teniendo en cuenta no su valer, sino la poca simpatía de las facciones combatientes.
            Así lo llevaron al doctor Ayala, como para hacer el sandwich de los dos grupos poniéndose en el medio él.
            (Risas en la barra y en los pasillos).
            Y lo han llevado, no para que los pacificara haciendo buena política de acuerdo a su alta mentalidad sino para que como gobernante, hiciera inclinar la balanza del poder de un lado y no del otro. Y en esa tarea, tras esas inclinaciones se ésta andando... y como parece que el hombre no anda con deseos de entregarse del todo a un grupo u otro, se busca la balanza popular.

20. PASADO COMÚN

            Vamos a cuentas, al fondo mismo de los pasos en que nuestra política quiere despeñar el país a pesar de las horrorosas buenas intenciones de lo todos. Debo, decir sin rodeos lo que he visto y querido por lo que en algo pudiera amortiguar tantos apasionamientos injustos. Aquí está el doctor Velázquez y aquí el doctor Burgos que pueden testificar lo que voy a decir.
            Ambas fracciones del partido, digo mal, amigos personales de ambas fracciones han tenido la deferencia de inquirir mi manera de interpretar los sucesos y de prever sus proyecciones en el futuro, y a todos, indistintamente, he dicho la verdad de mi conciencia y con todos he procurado el aplacamiento de sus disidencias y la moderación periodística.
            Les he dicho, que no podrían rehuir las responsabilidades comunes de 1908 a esta parte, que son muchas, como liberales ni como paraguayos, y que mirando ese pasado común de sacrificios y errores debieran conllevarse en alguna forma para buscar el modo de reparar los males que se desencadenaron sobre el país en ese período.
            No una unión, ya imposible por el momento, sino un acuerdo sobre problemas concretos de gobierno, urgentes y realizables, para aliviar la penosa situación financiera y meter orden en muchas cosas. Patentes como eran los distanciamientos y los odios, debían a lo menos hablarse, encontrarse sobre la plataforma de los recuerdos comunes para procurar una comprensión recíproca en las tareas puramente gubernativas, evitando los mal entendidos y reservas mentales con que procedían en lo político.
            Verdad es que laos amigos de ambas fracciones quisieron atender a su pasado, respondiendo a las responsabilidades que tiene el partido en su unidad gloriosa y en su porvenir incierto, pero tenían jefes que miraban como patrimonio esas cosas... que para ser administradas a gusto tenían que estar repartidas...
            Se quiso que yo interviniera directamente para enlazar los intereses en pugna, a lo que me negué, convencido de que no era intermediario lo que necesitaban sino víctimas propiciatorias y que la única manera de encontrarse, realmente, en el camino de una colaboración partidaria era la plataforma gubernativa. Por lo que les dije que cualquiera fuese la "entente" a revivir, tendrían que elaborarla ellos mismos en sus conversaciones directas, única manera de poderse pretender que en el futuro se perdonasen  algo y no pretendiesen tanto; que a lo que yo podría obligarme, en obsequio a mis amigos personales y para el servicio del país y mi partido, era a la fundación de un periódico si todos consintieran en suprimir los actuales y en que se estaban denigrando de modo tan despiadado; que ese periódico lo haríamos todos como una fundación de cultura, impersonal, en el que los liberales de todos los matices tendrían el derecho de publicar sus interpretaciones de la política partidaria y a los paraguayos de lodos los bandos se les rogaría anunciaran algo a la patria del futuro, bosquejando su organización, depurando su historia y estimulando el saber serio en tantos jóvenes que surgían briosos por llegar a la meta tempranamente, en medio de apuros, y no aprenderían otra cosa que ensalzar o rebajar hiperbólicamente a sus compatriotas un periódico en que la historia de la patria sería sagrada y la religión de nuestros mayores bendecida; un periódico que, a lo menos, podría garantizar que no se insultaría a nadie.

21. LOS MEJORES LIBERALES

            Algo más prometí, de que también intervendría en la organización partidaria si, llamándose a los mejores liberales de todos los bandos, se quisiese crear, aparte de la comisión partidaria, un cuerpo consultivo que pudiera servir de paragolpe en los periodos de efervescencia, de dique contra las escisiones ambiciosas y fuese el expositor de las doctrinas liberales, no traídas de los libros sino desde la cuna misma de nuestro partido, con las voces y gestos de los primeros varones que en la prensa, en los comicios y con el arma al brazo empezaron la cruzada democrática como una entidad política. Me seducía la idea de que tantos liberales anarquizados, tantas ilustraciones de verdad y todos los viejos veteranos pudieran encontrarse en su línea de origen para comprobar ante el país que las escisiones sangrientas, y los resquemores consiguientes, no han levantado todavía en sus almas las fronteras irreparables, y de que eran capaces de seguir bregando bajo el emblema común, sin renunciamiento a sus personalidades, y de que tenían credo para servir el país y no para aniquilarlo con la satisfacción de sus odios. Y hasta alentaba la esperanza de que, siquiera en buena parte, se podría conseguir una verdadera concentración de liberales bajo la advocación del partido que desde adolescentes, despertara en nuestras almas el ideal instintivo de una grandeza nacional, porque no íbamos a proceder con el embutimiento egoísta que ha adulterado más de una vez su reorganización, sino abriendo seriamente el campo de la acción común para que los hombres de todos los matices pudiesen laborar en la obra tan anhelada de la tranquilidad y de la elaboración económica y cultural. Y, al decir liberales, no pensaba solamente en los abanderados, viejos o recientes, sino en todos aquellos que lo han sido o lo son por sus sentimientos y su acción, puesto que hay muchos paraguayos inscritos en el republicano que han sido en conducta más liberales que mis correligionarios, más justos y más rectos cuando mandaban que nosotros que ni mandar sabemos todavía.

22. COMPATRIOTAS DEL OTRO PARTIDO

            Yo no podría creer que levantando el pendón de la nacionalidad en peligro ante una anarquía furiosa y procediendo sin resabios partidistas y enseñando con hechos que, realmente, se es lo que se quiere ser, no habría compatriotas del otro partido que con todo desinterés y abnegación vendrían a darnos la mano para sujetar ese pendón que también es el de ellos, que se nieguen a cerrar filas para marchar unidos contra los anarquizadores de oficio, que se excluyan del rumbo nacional para persistir en la política partidaria que ha predominado entre nosotros y que lentamente, va secando el Paraguay. Yo no lo creo. . . algunos vendrían, aquellos que no tengan prevenciones y no pueden consentir el hosco apartamiento oyendo que la suerte del país toca generala, porque aún no estamos como estuvieron los uruguayos... aunque estemos por seguir las huellas abandonadas por ellos... porque no sería para prestar apoyo a una situación pasajera, sino para servir, unidos, una orientación de patria menos efímera que los ilusorios halagos del poder.
            Es justo decir que los amigos que procuraron mi intervención aceptaron el rumbo, y jefes y jóvenes que no son liberales por el poder, si no por el sentimiento y las ansias de hacer algo por el país. Y el Presidente de la República, a quien no había visto desde su designación y con quien había estado en desacuerdo sobre muchas cosas en 1908 y años subsiguientes, me hizo llegar su aplauso y adhesión con el ofrecimiento de todo su concurso para dar el más alto relieve nacional a la orientación que cerraría el ciclo de nuestras pendencias rastreras.
            Pero una parte de los amigos tenían que obrar de acuerdo con sus directores... estaban encasillados en los antagonismos de las fracciones creadas por los apasionamientos y los intereses de grupo. Y sus directores, de adherentes y popularización partidaria, quisieron moldear la orientación propiciada en sus influencias personales, querían para sí, como una derivación de sus personas y apuntalamiento de sus prestigios, alegando que el radicalismo argentino así estaba en el gobierno, en el Uruguay el batllismo y en el Perú el leguismo. . . No se quiso comprender que el pleito, que tantas desventuras nos está deparando en su parte ideológica quería huir de los jefes particularistas para hacer que el partido fuese esencialmente el depositario de nuestro ideal de cultura y los hombres sus servidores e intérpretes, nada más; no se pudo tener la comprensión histórica de ceder el paso a la colectividad imperecedera, destinada a más altos fines que el provecho, la gloria personal y la vanidad de sus soldados, para que alguna vez se pudiera elaborar el filón moral de la patria, no con las falsas promesas a nuestro estilo, sino con la ofrenda generosa de la verdadera abnegación de los hombres importantes.

23. PERIODO DE CONSTRUCCIÓN

            No se quiso entender lo que se deseaba para todos, y como de todos se necesitaba para la realización de una tan grande unidad nacional que impidiera los desastres de la anarquía que se está enseñoreando, la idea quedó enunciada, nada más, porque se deseaba unir y no dispersar...
            No se quiso empezar, un nuevo período de construcción política a base de abnegación y con impulsos morales que excusasen, siquiera en parte, tantas demoliciones... que son, muchas las que se hicieron en la última década y alguna de modo irreparable; no se quiso labrar con los hechos la grandeza de nuestros destinos comunes, que sería la nacionalidad de cultura que tanto ambiciono para nuestros sucesores y en la que tantas veces me he querido apoyar en las discusiones de este recinto y en toda mi vida pública, pero inútilmente en todas las ocasiones, a no ser para las malquerencias que he ganado hasta en el ánimo de mis amigos personales y en el seno de todo mi partido, que antes de prestarme su ayuda me ha brindado sus difamaciones... de 1909, hasta quizás en estos momentos... seguramente no para herirme, que nadie podría hacerlo con fundamento, sino para tenerme apartado de lo que los jefes de grupo tanto desean y que por bendición de mi madre, nunca he pretendido y quiera Dios, nunca desfallezca mi corazón para pretenderlo por pura vanidad.
            No se quiso, vuelvo a repetir, la orientación de los hechos, ni el planteamiento de los problemas más urgentes para ser traducidos en el gobierno por un anhelo común de reparación y un frente único de trabajadores para realizarlo. No se quiso comprender que en julio de 1908 se había tomado el gobierno por un anhelo común de reparación y un frente único de trabajadores para realizarlo. No se quiso sino hablar de gondrismo y schaerismo, que son fórmulas de apasionamiento y no de ideales patrióticos, y no se quiso tener en cuenta que llevábamos muchos años de vida institucional perdida en pos de las personas y pregonando sus nombres... no se quiso comprender que en julio de 1908 se había tomado el gobierno por medio de la fuerza, a cañonazos, y no por la decisión del voto popular y que los hombres desplazados en esa forma tenían el derecho de preguntarnos ahora: ¿qué habéis hecho de las armas y el tren de dragas que trajimos para el país?, ¿qué habéis hecho de mis gestiones para la buena moneda, de nuestras conversaciones con Bolivia para el arreglo de la cuestión de límites y de la política ferrocarrilera que propiciábamos? Y otras preguntas que solamente en sesión secreta podrían enunciarse por lo que son más delicadas para la nación.

24. NUESTRAS TRADICIONES

            Es necesario ser justos, desde la conciencia hasta fuera de los labios y en la conducta, sobre todo en política que es donde menos se suele ser, y es de gran justicia reconocer que los hombres desplazados en 1908, tan liberales como nosotros en la tradición del partido y aún más por sus sacrificios anteriores, estaban laborando hacia rumbos económicos, bien que procedían hiriendo demasiado el nervio generador de nuestras tradiciones y con el embutimiento del personalismo que tantos males ha producido y sigue produciendo en nuestra vida política desde nuestra independencia.
            No se quiso comprender de esta vez como se quiso comprender en 1909 que a la lógica de los hechos había que prepararse para responder con hechos más culminantes, que son la única evidencia justificativa de los sucesos políticos, cuya responsabilidad no puede excusarse con los grandes fines incumplidos sino por medio de las realidades ejecutadas.
            Y esas realidades no debieron ser las sucesiones atropelladas de Gondra, Jara, Rojas, Peña y otros en el poder en que todos los partidos y fracciones de partido viraron sus principios, ni las sucesivas revueltas en que todos ellos y muchos hombres de mi más grande estimación no hicieron otra cosa que anarquizar el país en la consecución de ese mismo poder, desgarrando los hogares, haciéndose amigos de sus adversarios, concertando coaliciones imposibles para el sentido moral, cuya única explicación podría encontrarse en la locura colectiva de las odiosidades y nunca en los ideales sanos que se expresaron para rotular esos hechos.
            Tampoco serían esas grandes realidades las continuas emisiones de papel moneda que en poco tiempo quintuplicaron lo emitido en treinta años, ni las concesiones, ni la protección a los bancos en quiebra por el modo como antes se hacía, ni la bancarrota actual de todo el país...

25. REPARACIÓN DE ERRORES

            Yo no pretendo, ni nadie podría pretender la infabilidad en la política, la constante certidumbre de los sucesos, la evidente previsión de ellos, pero sí pretendo la reparación de los errores cometidos y el llamamiento de todos los compatriotas buenos y capaces con el fin de cambiar de golpe, no el gobierno, que tantas veces hicimos sino la efervescencia de las pasiones por una temperatura moral que eleve nuestro núcleo a la altura de un organismo depurado, no por la sangre y el martirio de que tanto hemos abusado, sino por la tolerancia y el buen juicio que posiblemente, podrían conducirnos días más, días menos, a la reconciliación nacional.
            -(Aplausos en la barra).
            Yo pretendo, y creo tener el derecho de gritar mi pretensión en estos momentos, de que no insistamos en el error de seguir pleiteando por la posesión del mando gubernativo, en el error de difamarnos, recíprocamente en todos los tonos y de estar tirándonos las orejas en forma tan deprimente porque de todos esos errores que estamos repitiendo desde 1904, podría ocurrir un descuartizamiento peor que el que se llevó a cabo en 1911 y 1912.
            Todos hemos errado, quien más quien menos, algunos por servir designios ilusorios y otros intencionalmente, por ambición o perversidad, y el error de todos podría repararse en buena parte si no quisiésemos persistir en él como lo estamos haciendo, si quisiésemos amar de verdad la propia tierra, y auscultando sus originalidades murales y económicas auspiciásemos seriamente en progreso por la acción común y no por el entronizamiento de los jefes caudillos y sus partidarios.
            Yo comprendo, perfectamente, que los hombres de partido aspiren al progreso de su tierra exclusivamente por intermedio de su propio partido, porque eso es una tendencia egoísta de los hombres y una consecuencia natural de las pasiones, que produce el resultado de estimar siempre lo que hacen o dicen los partidarios y de juzgar casi siempre mal lo que ejecutan los adversarios. Pero esa tendencia, que tantas ruinas viene amontonando en nuestro camino, y puede decirse que en todas partes, es la que debiéramos de contener un poquito en estos momentos de verdadero peligro, de evidente amenaza contra la estabilidad de todos. Yo pediría esa contención exclusivamente para los instantes que estamos viviendo y para que la misma vida nuestra sea posible, para que el gobierno regular pueda subsistir, para que nuestros compatriotas del pueblo no tengan que apuñalearse por culpa nuestra mientras andamos en gestiones de componendas, para que, en una palabra, el Paraguay no tenga que sucumbir en la anarquía de nuestras ambiciones y angurrias.
            -(Aplausos en la barra).

26. RESQUEMORES DE ATRIO

            Empiezo a fatigarme. . . pero no importa. . . he venido para hablar a gusto, para confesar hasta mis mismos errores, no porque quiera ser disculpado, sino porque quiero que los más jóvenes puedan corregirlos en sus actos futuros.
            Uno de mis grandes errores, del que parece no me emendé jamás, es creer en la posibilidad de esa contención partidaria, en el apartamiento de los resquemores de atrio, en la verdadera abnegación de podernos sentir paraguayos en los momentos como ahora de verdadero peligro para el país, y no liberales y colorados, y liberales a carta cabal y no radicales y cívicos.
            Otro error mío es creer que todo el mundo debe de estar queriendo lo mismo que yo quiera, debe de estar pensando lo mismo que yo pienso cuando todo el mundo tiene perfecto derecho de pensar otra cosa, en mi contra según tengo la experiencia hasta de mis mismos amigos. Pero con ese error a cuestas permítanme el derecho de seguir en el error de creer que algún día ha de ser necesario el amplio estandarte de la concentración de todos los hombres, de todos los partidos para afianzar la paz, el respeto a las personas y la garantía de la justicia y la legalidad!
            -(Aplausos en las bancas y en la barra).
            Con esos errores, y muchos otros que provienen de mi inhabilidad para nuestra política, que la detesto cordialmente, y con el deseo sincero de contribuir al aplacamiento de tantos enconos y la moderación siquiera de los insultos personales, sin los cuales no sería posible evitar la tormenta que se avecina, rogué al doctor Eusebio Ayala para que convocara a los representantes más calificados de ambas fracciones con el objeto de decirles buenamente que, habiéndosele designado Presidente de la República por el acuerdo de ellos en un momento de verdadera dificultad para todos, tenía el derecho de exigirles un poquito de contención en las palabras y de tolerancia en los hechos, única manera de hacer posible la tarea política del gobierno que, en primer término, era apaciguamiento de ánimos para que se pudiese pretender, después, una administración normal.
            El doctor Ayala no quiso hacerlo por delicadeza personal. Conceleraba que cualquiera convocatoria que hiciese en ese sentido será interpretada por los suspicaces, que son todos, como una demanda indirecta para continuar en el poder, que estaba ejerciendo de paso, nada más; consideraba que la tarea política del gobierno debía concretarse a garantir, por medio de las autoridades correspondientes, el libre ejercicio de todos los derechos y la estabilidad de los trabajadores. Mi posición es muy extraña, me decía el doctor Ayala, he venido al cargo, no por un acuerdo íntimo de las fracciones, sino por el rebote de sus aspiraciones gubernativas y no debo medirles nada de lo que solamente, en la intimidad amistosa puede medirse.
            Era, y va siendo cada vez más, muy delicada la posición del doctor Ayala ante las fracciones en lucha, no ya enconada sino rastrera, y muy justificada su excusa.
            Con todo yo volví a pedirle, después de algún tiempo, la misma cosa porque estaba convencido de que ambas fracciones no hacían otra labor que rondar la Presidencia de la República y al magistrado que la desempeñaba, husmeando sus tendencias en el coro de sus alabanzas y atisbando sus descuidos para enrostrarle como faltas cuando fuesen desahuciadas sus pretensiones. Reúnalos, mi amigó, le decía, para pedirles cortésmente que no se insulten tanto y para preguntarles si tendrían inconveniente en hablarse, como liberales, sobre sus desavenencias.
            Convino conmigo en que era necesario influir para ello en alguna forma y que él hablaría únicamente con los jefes, uno de ellos enfermo entonces.

27. TALISMAN DE LAS VIRTUDES

            Entretanto la difamación partidaria seguía su camino y los jefes callaban...
            El agrietamiento se formalizaba alrededor de la comisión partidaria que, no pudiendo responder íntegramente a cualquiera de las fracciones, había que fraccionarla también, en cualquier fundamento, según se hizo a base de proclamas en que lo único que se procuraba conservar era el nombre del partido, para que fuese siempre el talismán de las virtudes excelsas ante la conciencia popular. Ya no iba a especularse solamente sobre los intereses creados de los políticos profesionales, sino también con la inocencia y la buena fe del pueblo...
            Lo que procuré en contra de este agrietamiento, sea rehusando mi consentimiento y coparticipación en la reorganización fragmentaria, sea aconsejando calma y tiempo para las determinaciones, será más largo de referir que todo lo que llevo dicho y pienso decir todavía en esta sesión.
            Para mi pena tenían que ser amigos personales míos las cabezas presentadas ... el doctor Burgos, mi compañero de trabajo, y el doctor Benza, mi hermano por los afectos en que vivimos de hace años, y los dos tan buenos como desinteresados ...
            Cuando el último, en la tristeza del luto en que vive, me manifestaba, su desacuerdo por el uso que se hacía del partido y su jefatura sin el funcionamiento de la Comisión Central, de que formábamos parte, y me decía su intención de requerir por el abuso yo le rogaba que en forma alguna se inmiscuyera en el pleito y buscáramos en unión con los amigos el modo de evitar las discordias que podrían generar los peores males para el país. Pero como él pensaba que el mejor modo de acabar con esas discordias era reunir a la Comisión para que en el seno de ella se ventilaran las cuestiones partidarias, obró en la forma que le pareció bien y que yo no pude evitar.
            ¡Ah! lo que quise evitar esto, nuevo desgarramiento que, en sus convulsiones, comprometiera la estabilidad del país y la tranquilidad de todos los hogares, saben muchos amigos, pero pocos serán los que comprendan la procesión interior de mi espíritu que no puede aceptar el predominio de los enconos facciosos sobre la acción conjunta, ni podría convivir en las discordias personales. Cuando todo conspiraba contra mis designios, volví al doctor Ayala para que consintiese en la reunión de los representantes de ambos grupos en el palacio para que como Presidente designado por ellos, les pidiese una tregua a las injurias y la iniciación de conversaciones sobre el modo de ayudar al gobierno en la solución de los problemas de mayor urgencia, reunión que pudo llevarse a cabo solo parcialmente a pesar de la promesa de todos.
            Desde entonces se ha venido atizando aún más la discordia con la única finalidad de encender en el pobre pueblo, tan pobre como combativo, las pasiones sectarias para que fuesen el acicate democrático de las luchas comiciales que se proyectaban y para cuya realización ha sido presentado el proyecto de ley que se está considerando en esta sesión.
            En ese proyecto no va implícita la resolución de nuestra anarquía, sino el medio de estimularla, no será el remedio si no la contraindicación.

28. EL VIENTO HURACANADO

            Es cierto que la subversión no está todavía en los hechos pero no está muy adelantada en los espíritus y cuando ella comience en los atrios, o en el campo con motivo de la campaña eleccionaria, pero que nadie podría contenerla sin perjuicio para el país y todo el mundo rehusará su responsabilidad, según siempre ha sucedido, porque es costumbre nuestra la de no oponernos a los proyectos que pueden traer consecuencias funestas para, después, criticar los malos resultados o rehuir las responsabilidades morales que compartan la aceptación de los proyectos.
            Y como yo presiento que con las elecciones, en vez de amainar el viento huracanado de tantos enconos, se va a azuzarlo en forma más peligrosa que las injurias publicadas en los periódicos, por que se va a llevar más directamente a las entrañas del pueblo el influjo devorador de nuestras pasiones, desearía que se postergasen, desearía que, con un poco de cordura, no acudiésemos al electorado en estos momentos de la más honda crisis porque haya pasado la autoridad para pedir su decisión sangrienta, si no que fuésemos con pan y con cariño a aliviar sus miserias y a contener sus furias ocultando el pleito de nuestra discordias y callando las injurias de la ciudad.
            Sobre todo, y es lo que está por secar mis ilusiones de ciudadano, en esta lucha eleccionaria, se desgarrarán los compatriotas de mi partido, que irá fraccionado a romper sus fuerzas, no contra su adversario histórico sino contra sí mismo, contra su tradición y su destino.
            No va a ser la primera vez en hacerlo; tantas veces lo ha hecho ya, desgraciadamente, pero de esta vez podría ser más irreparable que las otras veces y creo que esto no convendría al país, que tiene derecho a esperar cosas mejores de mi partido, el que podría hacer verdaderas obras nacionales si pudiésemos aplacar las furias de algunos hombres que están cegados contra sus camaradas de causa y sacrificios.
            Es más, en la hora en que sus hombres tenían que haber aprendido las lecciones de sus desensiones, van a recomenzar la tarea odiosa en que consumieran sus aptitudes más sobresalientes, sus generosidades indudables y sus entusiasmos malogrados.
            Y, pues, que así lo quieren hacer al presentarse divididos otra vez en el escenario de nuestras luchas estériles, comprobando su vocación contraproducente para la labor pacífica, he de ser yo quien pida a su historia los ejemplos innegables de esa vocación para exigir la corrección indispensable en su conducta del futuro.

29. LA LUCHA IMPETUOSA

            Es una vocación de mi partido la lucha impetuosa. En ella se formó cuando las discrepancias sobre el modo de gobernar separaron a nuestros mayores en dos agrupaciones, en ella vivió en aras del sufragio inflamando con sus ansias de justicia y de libertad electoral, con ella se estrellaba en el periodo de irritación partidaria contra su adversario del gobierno y por ella obtuvo el mando en el que no ha cesado de destrozarse a sí mismo, de anarquizarse constantemente en el continuado descontento de su propia acción gubernativa.
            Indudablemente esa ha sido y sigue siendo la característica de un partido, que es la de los jóvenes que lo forman y la de sus hombres maduros que no quieren contener las impaciencias de los inexpertos, o que callan por debilidad, o que toleran por complacencia, o que no piensan dirigir en los trances difíciles para no mermar sus prestigios con la revelación de sus inepcias, o que solamente quieren ser bandera de apasionamiento o llevarla sobre el pecho como banda presidencial.
            Esa característica ha sido su mayor potencia revolucionaria desde 1904 y también la causa de sus desastres gubernativos, la que lo ha tenido siempre inquieto y rebelde hasta contra sus jefes naturales.
            Los ejemplos van siendo muchos, pero hay uno que valdría por todos y que bastaría citarlo para imponer la verdad de la conducta rebelde de mis correligionarios.

30. MANUEL FRANCO

            Todos respetaban a don Manuel Franco, la probidad de más peso y de una pieza que mi partido ha ofrendado a la historia patria y el emblema liberal más puro de que ahora hacen uso hasta aquellos que quisieron enlodarle en vida.
            Hasta contra él quisieron sublevarse... y le tildaron de tirano, de arbitrario y de otros adjetivos por el estilo, porque en la presidencia de la República no podía ser el juguete, ni debía cambiar su régimen de vida sana y aislada. Tenía que vivir de Primer Magistrado como viviera siempre de ciudadano austero, frugal y derechamente, sin simulaciones morales ni vanidades ocultadas, con su rostro severo y su espíritu amable, el más tierno y justo de mis amigos de adolescencia y el más grave varón de mis afectos.
            Pues bien, no porque no lo quisieran y no lo respetaran profundamente, sino porque hasta con él había de manifestarse la característica de mi partido, armándole conflictos ambas fracciones, ahora en lucha, estuvieron de acuerdo para incomodarlo.
            El hombre no hacía política de condescendencia, ni siquiera de cortesía, departía muy poco en palacio sobre las fruslerías habituales en otros, casi no recibía en su casa... creo que el doctor Velázquez y yo, sus antiguos compañeros de profesión, éramos los que íbamos de vez en cuando... en fin, era la talla del gobernante cuyo molde se ha extinguido con su muerte y cuyo recuerdo reverencia mi espíritu.
            No consentían amenazas de las que tienen en voga los políticos, ni tenía venganzas; no usaba guardia, ni preparaba defensa; no hacía nada de lo que otros hicieron y que de nuevo harán para conservarse en el poder. Su pequeña ambición de gobernante consistía en poder iniciar los ejercicios financieros sin déficits, dado que el tiempo en que le cupo gobernar no era muy propicio para las grandes obras que ensoñaba para su país. Por eso pedía presupuestos ajustados a los recursos, y cuando el Congreso no quiso dárselos y recargaba con gastos su administración, él hizo de podador con decretos violatorios de la ley y la Constitución. No importa, me decía, que se haga esta violación inocente si con ella ha de prestarse un servicio real a la administración, lo malo sería cometerla para las exacciones y atropellos. Discutirán el punto de vista constitucional, lo que no podrían hacerlo es sobre el de las necesidades del país en que, como gobernante, debo colocarme.
            Su actitud de entonces, y varias otras incidencias que produjeron sus gestos de gobernantes, estuvieron a punto de provocar contra él la furia de los políticos profesionales en la forma de interpelaciones y diatribas con que suelen proceder y que, por tener ya muy avanzado el mal que debía llevarle de esta vida, podrían apresurar el desenlace.
            El gran gobernante no necesitaba de defensores y muchos se hubieran honrado siéndolo, pero yo quería tener esa misión en cualquier parte y para esto, después de tantos años de apartamiento, acepté esta banca de mi partido y un sitio en su Comisión Directiva, porque deseaba poner de relieve que el doctor Franco hasta en sus errores era un gran patriota y que tenía la contextura moral sobrada para expandir su hombría donde la Constitución lo cercase y que al violar sus preceptos muertos aparecería la expresión viva del cariño a su tierra y la estimación a sus compatriotas.
            -(Aplausos en la barra).
            Por eso, he dicho alguna vez que a esta banca he venido por Franco... sin saberlo él. Y, pues, que no he podido cumplir esa misión, que en forma más personal había cumplido con mi inolvidable Adolfo en la Cámara de Diputados, en la banca de mi partido estoy por Franco y mi pueblo y no debo de sentir sino la ausencia del venerado amigo que hubiera apoyado todo lo que vengo diciendo para pedir que evitemos la anarquía y que ahorremos la sangre de nuestros paisanos mediante un poquito de cordura, mediante un poquito de abnegado apartamiento de nuestros enconos.
            - (Aplausos en la barra).

31. REBELDIA Y CAUDILLOS

            Hay muchos otros ejemplos de eso que estoy llamando característica de mi partido, la rebeldía incurable de sus caudillos, la insubordinación permanente de sus miembros expectables, la falta de coordinación de sus fuerzas y de dirección de sus destinos, pero no debo de mencionarles, porque Franco constituye la cumbre de sus pacientes actuaciones y basta el ejemplo de rebeldía contra Franco para comprender lo demás.
            No es que yo condene de modo absoluto esa característica, ni que la desee ver suprimida en mi partido, sino que la quisiera tener relegada a segundo plano para que pueda hacerse posible un buen gobierno, que no hade ser tarea de revoltosos sino de gente subordinada a un fin útil y conciliador, de temperamentos pacientes y constructivos y no de organizadores de manifestaciones brillantes.
            Bien comprendo que la sed insaciable de acomodar la existencia a un estado mejor es una consecuencia del ideal siempre renovado de la juventud, que ha sido el nervio de todas nuestras convulsiones y seguirá siendo el alma de nuestras esperanzas, pero con solamente ese ideal nada se edificaría, y nos ha menester la apreciación del ambiente para la realización práctica de ese ideal por contacto de los caracteres templados en las grandes necesidades y en los talleres del país.
            Tampoco rechazo, las grandes figuras decorativas, que sirven de polarización de voluntades opuestas o de gestión mesiánica, solamente que no convendría tenerla como directoras de nuestra actividad cuando les sobra el papel de bandera emblemática, digna de los grandes museos y de los prestigios incunables y muy contraproducentes para la creación de la riqueza, la difusión del saber y la administración de los intereses humanos.
            Yo quiero, yo prefiero la rebeldía de los jóvenes y la veneración de los superhombres a las mentiras convencionales de los políticos que a fuerza de rodar en los cargos públicos, no han podido llegar una sola vez en el capítulo de los servicios reales; yo quiero, yo prefiero todos los ardores de la juventud, que su tiempo también sintiera, y la calma venerable de los viejos, que tal vez no llegue a alcanzar, a las danzas y contradanzas que andamos haciendo para engañarnos recíprocamente, sobre la libertad electoral, la organización nacional del ejército, la abstención gubernativa en los comicios y qué se yo cuantas cosas más de las que realmente, no podrían todavía existir en nuestro ambiente de incultura y de miseria económica.
            No porque esas finalidades con que nos excusamos sean de poca monta, que son, por el contrario, las grandes finalidades nacionales del porvenir, sino porque la solución
de estos momentos, de los anteriores y de los que vendrán enseguida, no están en ellas sino en el aplacamiento de nuestras odiosidades, en la contención de nuestros instintos y en el reconocimiento mutuo de nuestros defectos y del indudable atraso en todo, es que yo quisiera la postergación del acto eleccionario, en que la combatividad de nuestros compatriotas y la rebeldía de mis correligionarios jóvenes encontrarán el más grande estímulo, siempre innecesario y ahora muy peligroso para la tranquilidad del país y el sosiego de los hogares campesinos, que son los que han de sufrir cruelmente con nuestras reyertas de ambiciones, ahora como en todo tiempo.

32. ¡POBRE GENTE NUESTRA!

            Sufro de antemano por esa pobre gente que nada sabe del gobierno, que tampoco espera de él el maná que le prometen sus voceros, que da el hijo para el combate y paga el impuesto para los gastos sin las furias con que nosotros discutimos los proyectos con que pensamos apresurar el primero o recargar el último y sigue trabajando como una obligación de servir a su tierra con sus brazos y su sangre, resignadamente y con el cariño que los libros no inculcan y no respetamos nosotros.
            ¡Pobre gente nuestra! Todavía no queremos regatear sus sacrificios inútiles en holocausto a nuestras discrepancias políticas. Decimos, sí, que no debemos permitir nuevas algazaras sangrientas y hasta creo en la sinceridad de los que se excusan en ese deseo para no haberse hecho respetar, solamente que ese buen deseo impera durante la imposibilidad de tener soldados, porque cuando los soldados están listos los jefes suelen olvidar sus palabras y sus propósitos de no derramar sangre. Nuestras más bravas disenciones y los más crueles desgarramientos, de 1910 a esta parte, han nacido de esas palabras y de esos propósitos que, como han sido repetidos últimamente, podrían generarlo de nuevo.
            Las elecciones presidenciales serian su estimulante, su linda ocasión, y nosotros seriamos sus causantes legales y, en buena conciencia, debiéramos no serlo en forma alguna. Tanto más que, si la cuestión fuese, como parece ser, el cambio de presidente, la tarea nos quiere ahorrarla el mismo doctor Ayala con su voluntario y espontáneo alejamiento del cargo a que fuera elevado por la conjunción de las dos fracciones de su partido y que no puede interesarle personalmente, por vanidad ni ambición, porque el hombre tiene inicio y tiene conciencia de sus merecimientos y querría servir a su país eficazmente y no con oropeles del ambiente.
            Digo eso porque tengo conocimiento de que con motivo de las incidencias del proyecto que nos ocupa, había propuesto a las dos fracciones su alejamiento para que pudieran conllevarse bajo la presidencia de otro que elegirían de común acuerdo. Digo más, que su ofrecimiento ha sido para contribuir en la obra de paz que todos anhelamos, pero que el Presidente de la República es el que mejor puede saber de si está o no corriendo riesgo en estos momentos, puesto que los principales resortes de la política y de la administración se aúnan en sus manos.
            En verdad, parece que en estos momentos se cierne sobre todo el país el mayor peligro de una convulsión que, unida a las dificultades de todo género en que nos encontramos, podría encoger del todo a la nacionalidad.

33. SANGRE Y MISERIA

            Estamos en los prodronos de una furiosa anarquía, mejor dicho, estamos alimentándolo ya con los periódicos y las patrañas de todo jaez.
            Todos los síntomas del particularismo faccioso están diciéndonos que se ha removido el bajo fondo de todas las malquerencias, el que una vez subido a la superficie será difícil devolverlo a su plano de origen, será imposible borrar sus manchas de esta generación que va a sucedernos con el contagio de todas las pasiones malsanas que ya la está envenenando, en los dinteles de la vida pública.
            Todo está presagiando sangre y miseria: el imperio aterrador de los caudillos, la cohorte de instigadores arteros, la adhesión infidente de los vividores y cuantos gérmenes nocivos se han procreado en nuestras anteriores convulsiones más los nuevos aportes de última creación: la renegación de amistades históricas, el atropello de los antecedentes propios la mentira ex profesa en todos los tonos y en cada instante y muchos otros medios increíbles, tan increíbles que de no estar viéndolos en actos y manifiestos, tampoco los creeríamos nosotros que somos los testigos presenciales.
            Cuando algún día se reajusten las piezas anarquizadas de nuestra política y en calma podamos comparar las expresiones de nuestros personajes con sus actos simultáneos, creo que hemos de pensar en haber soñado...

34. DESTRUCCIONES ACTUALES

            Pues bien, comparado con lo que está pasando, sería nada lo de 1909, en que la adherencia empezó con las alabanzas, continuó en la amistad política y se escudó en la
fidelidad para terminar en las obsecuencias complicitarias que hicieron los honores a nuestro primer centenario patrio, honores de sangre y luto, que son fúnebres vaticinios de lo que puede ocurrir a nuestra nacionalidad si continuáramos por los senderos de ahora que son los mismos y aún más abiertos que los de entonces.
            Y, si entonces ya me preocupaban los síntomas de la anarquía naciente, cómo no me preocuparían los de ahora, que son hechos más evidentes, son amenazas más ciertas,
son destrucciones actuales de hombres é instituciones. Y si entonces no pude contener la carga de pesares con que se nublaba mi espíritu, más ardoroso que ahora, y tuve que descargarla en este mismo recinto con motivo de una interpelación aviesa, clamando a gritos contra la anarquía que no se quería evitar, y que para mi amargura sobrevino después, qué me tocaría hacer ahora que, con haber suplicado tanto a los dos bandos de mi partido y con haber puesto en juego mi vieja amistad con el Presidente de la República, nada de útil he podido conseguir a pesar de la voluntad de todos, ni nada podría conseguir más; qué me tocaría hacer estando tan arraigado a la tierra por mis actividades económicas y tan dependientes del extranjero por mis deudas para poder contener la lucha que se aproxima y que sería fatal para ustedes mismos y más que a ustedes, a nuestros humildes compatriotas del campo.
            Estoy impotente, más impotente ahora que en 1909... nada podría hacer, estoy convencido, bien convencido de que nada puede hacer que sea eficaz contra la anarquía,
y por eso, como en 1909, siquiera estoy desahogando mi corazón, henchido del dolor que me produce tanta desventura, para mi alivio, para mi propio alivio, porque me parece que al decir lo que siento y lo que quise y lo que quiero puedo tener el consuelo de que otros sufran y quieran como yo ahora mismo, o después en otros tiempos más propicios para el sufrimiento y el amor.
            No importa que, como en 1909, se me calumnie después que los hechos me hayan dado la razón, que es lo que no han querido perdonarme mis camaradas de entonces, que supieron callar y quedarse en el poder; no importa que los hechos nos devoren a los que tenemos la culpa de opinar, o no opinar, siendo políticos, lo que me importa es que ellos sean evitados para la población inocente, para los trabajadores que no pueden esperar del gobierno pensiones para sus viudas e hijos, para los extranjeros que conviven nuestras tristezas y no tendrían la razón de resignarse en nuestra tierra cuando en la vecindad la tienen de más promisión.

35. EL MUNDO NO POLÍTICO

            Todo el mundo no político, que es lo único sano de nuestro país, está viviendo en angustias por sus hijos y por los frutos de su trabajo, que constituyen el acervo de nuestra riqueza nacional; esa angustia viene de años, pero en los últimos meses se ha intensificado y nosotros, en vez de procurar su calma, la vamos a aumentar con nuestras luchas eleccionarias, la vamos a colmar hasta la desesperación obligando a los hombres laboriosos para que nos abandonen definitivamente.
            Esa angustia es mía también, no por los intereses sanos que puedan ser míos, sino por la desconfianza que mis acreedores van a tener, no a mi conducta, si a mi país, que es el asiento de las inversiones que hicieron por mi intermedio y que algunos las hicieron con la expresa manifestación de que el Paraguay les inspiraba poca confianza. Parece adrede que algunos de ellos, que tanto querían facilitarme los medios de prosperar  en la Argentina, tengan que tener la razón en mi contra, contra mi resolución de trabajar en mi tierra y de mi terquedad de no querer trabajar sino en ella... No siento sino que tengan razón contra mi país, porque con esa terquedad de criollo he de seguir hasta comprobar que el Paraguay también vale económicamente.. . aunque tenga que no llegar a nada personalmente.

36. LA REFLEXIÓN SERENA
           
            Debo a la política una convicción irrevocable, y es que el razonamiento es completamente ineficaz para contener el curso de los acontecimientos movidos por las pasiones. Para nada sirve la reflexión serena, de nada vale la invocación de los intereses sanos cuando no se puede imponer la solución de acuerdo con aquella y para la garantía de éstos. Son las pasiones los motores directivos de la política y a nada conduce la coparticipación de las responsabilidades con el único objetivo de intentar una orientación salvadora.
            Tal es mi experiencia de nuestra política, que no ha tenido otro combustible que las pasiones incontenibles, casi siempre malsanas.
            Cuando en los actos preparatorios del 2 de julio nos dimos con el doctor Franco el trabajo de procurar que los ardorosos comprendieran que era necesario aprender a gobernar, viendo los buenos actos y los errores de los que actuaban en el gobierno por modo personalísimo, no pudimos tener eficacia para contener la exaltación de los que recibían directamente las injurias y estaban incitados con las insinuaciones de que eran incapaces de volver a la brecha, y como habían sido los nervios de 1904, y fueron después de todas las reacciones sangrientas, no pudimos dominar. Y cuando ocurrió esa brusca aplicación de los instrumentos de fuerza, cuya responsabilidad es tan mía como de mis amigos, tampoco pudimos conseguir la orientación que queríamos. En esa acción fue mi experiencia, la grave experiencia de que con los razonamientos no puede cambiarse el curso de las pasiones. Y con esa experiencia, que ha labrado mi convencimiento irrevocable, me fui tan lejos, y me tuve tan apartado, para que mis amigos ni a mi sombra pudieran inculpar de sus errores.

37. LA PATRIA DERRUMBADA

            Creo que en estos días he vuelto a aguzar esa experiencia porque mis reflexiones, ni las de varios amigos que me ayudaron con sus valiosas influencias, sirvieron para mejor resultado que en 1908.
            Solamente que mi razonamiento, de esta vez era de más peso que en aquel año, porque no se trataba de contener impaciencias sino de detener la avalancha destructora que, desde entonces, viene consumiendo el país.
            No es ya el caso de aprender a gobernar a los otros, sino de unirnos, de conllevarnos en alguna forma para evitar los nuevos destrozos que van a sobrevenir; algo de lo que hicieron el 70 los que combatieron a López y de los que fueron sus defensores, que se congregaron en torno a la patria derrumbada para dictar nuestra Constitución como una promesa de vida y en representación tácita del pueblo que resurgiría de sus cenizas gloriosas. Como entonces, tenía la ilusión, de que podríamos conllevarnos en torno al partido todos los liberales, y en torno al gobierno todos los paraguayos para que el Paraguay pudiese resurgir algún día, salvando los escollos de odios con que unos combatimos el gobierno y otros le defendemos por puro deseo de mando.
            Así no lo quieren las pasiones, que son las que dirigen, así no lo quieren los hombres representativos que callan su pensamiento para entregarse a la corriente de esas pasiones y así seguiremos camino del infortunio, cambiando gobierno a cada instante hasta que tengamos que aquietarnos por agotamiento o por imposiciones extrañas.
            Lo que sé bien es que así no haremos nada colectivamente, como nada se ha hecho en la última década, a no ser las destrucciones de que nadie podría envanecerse aunque sean muchos sus autores, que ni podrían perdonar que se píense mal de sus destrucciones.
            - (Aplausos en la barra).

38. FRACASO COLECTIVO

            Y cuán necesario sería abandonar nuestra costumbre de andar cambiando de presidente a cada rato. La ilusión de que una presidencia futura ha de acabar con los males del gobierno existente es ya una ilusión de los que buscan ubicarse en ella y no de los que desean ser gobernados en paz siquiera. Con el cambio continuo no vamos consiguiendo otra cosa que expulsar a los capitales formados en el país y amedrantar a nuestros acreedores del exterior.
            Hace ya tiempo que vengo hablando contra esta nuestra costumbre de cambiar de presidente y allí, en ese sitio, ha de estar un colorado que puede testimoniar... el doctor... (buscando con los ojos) Frutos (risas en la barra) el doctor Frutos que sabe, porque ha oído de mis labios la verdad de que cualquiera fuese el Presidente de la República, he de pedir que no lo echen con revoluciones, ni con otras maneras a nuestra usanza.
            Nuestra historia contemporánea está comprobando con hechos contundentes que nuestro fracaso colectivo se debe en gran parte a la inestabilidad de nuestros gobiernos, a la continua incertidumbre de las presidencias, a nuestro afán de querer solucionar hasta el atraso económico mediante el cambio del Primer Magistrado, como si pudiéramos encontrar alguno que poseyera el milagro de producir una lluvia de dinero.

            - (Risas en la barra).

39. CULTURA Y ECONOMÍA

            He dicho, hace un rato, que no creía en las elecciones que se predican entre nosotros como generadoras de libertades, ni en la abstención gubernativa respectó a ellas, porque esas cosas las he reputado siempre como consecuencias y no causas de la cultura y la suficiencia económica, que están todavía por conseguirse no se sabe cuándo, y en conseguir, en procurar tesoneramente esa cultura y esa suficiencia económica he cifrado yo la principal misión de mi partido, la misión histórica de todos nosotros que somos de la misma generación aunque no seamos del mismo partido. Y si digo de mi partido es porque el mío ha tenido como principal plataforma, a más de la libertad electoral y la honestidad administrativa, la buena moneda, que es el corolario de esa honestidad y la base indispensable de toda elaboración económica digna de tal nombre.
            Desgraciadamente, mi partido ha puesto por varios años de lado las finalidades económicas para concentrar toda su acción en las revueltas y en el programa electoral como panacea de nuestros males, aferrándose en la motivación de su vida heroica para congraciarse con su adversario por medio de una reforma instrumental que permitiese su representación en las Cámaras mediante el voto directo y no gracias a los pactos que se hicieran antes y que tan deprimentes se reputaron aunque fracciones de mi partido se acogieran a ellos...
            Obedeciendo al gesto de los fundadores del partido liberal, que pusieron todo su empeño en la libertad electoral y en la honestidad administrativa, nosotros quisimos inmovilizarnos en esa ideación, cambiando su fórmula por la democratización en virtud de la cual los menos, a nombre de los más, pudieran imponer su voluntad a todos y embutiendo la honestidad en la misión de guardián a sueldo de las arcas fiscales para restarle las virtudes interesadas y activas que habían de robustecer las energías productoras de la nación.
            Así hemos venido cayendo en la última campaña eleccionaria para la renovación estatutaria de las autoridades del partido mismo, campaña de la que parece muchos están orgullosos, pero que han dejado muy intranquilos a los trabajadores, campaña que constituye el ejemplo vivo de lo que vale nuestra libertad electoral, que si no ha sido respetada en el seno del partido gobernante menos ha de serlo frente al adversario político...
            Sr. Velázquez: Eso pasa en todos los partidos...
            Sr. Cardús Huerta:   Es que los otros partidos no tienen esos alcahuetes de base.
            - (Hilaridad en la barra y en los pasillos).

40. PRIMERO ES LA VIDA

            No debe temerse como fin lo que es una consecuencia, primero es la vida y después sus manifestaciones... Es mi convicción de siempre; no es la primera vez que digo, pues está publicada con motivo de nuestro primer centenario, no celebrado... No debe de engañarse más con la libertad electoral, porque ni los jóvenes e incautos creen más en esa mentira, porque no la ha habido, ni habrá entre nosotros por mucho tiempo; la hay en los países organizados donde el hombre está hecho, está arraigado, donde las cosas están estratificadas y no pueden vivir los engaños, los caudillos, las venganzas...
            Sr. Velázquez:  Es lo que quería observar doctor Cardús, no es únicamente un vicio del partido radical, sino de todos los partidos.
            Sr. Cardús Huerta:  No es vicio exclusivo de nuestro partido, que quiere por el contrario, que el país se coloque alguna vez en condiciones de hacer efectivos los preceptos democráticos. Pero en lugar de ponernos todos a trabajar esas condiciones, los partidos van al pueblo con discursos, oropeles y mentiras para que nuestra pobre gente se apuñalee al mismo tiempo que sus jefes se están abrazando, o tratando...
            - (Grandes aplausos).

41. SINCERIDAD Y TRABAJO

            Nuestra obligación es no iniciar en la mentira a los ciudadanos y sobre todo a los jóvenes, que son los futuros gobernantes; nuestra obligación es inculcarles el hábito
de la sinceridad y el trabajo, que modela el carácter sin el cual no se ha de conseguir nunca los verdaderos ideales de patria y los músculos que puedan realizarlos, sino ese énfasis estúpido e insustancial de ahora, nuestra obligación es no hacer escuela de mentiras con las promesas ilusorias, sino velar por la seriedad del mando y el justo ejercicio del poder político.
            Vea, doctor Velázquez: usted mañana podría gobernar este país y si quisiera tener en mi un partidario, ha de procurar decir las verdades de frente, porque para mí la primera probidad de un gobernante, es no hacer uso de los credos engañadores que apenas sirven para prender ilusiones en la imaginación popular. Y desgraciadamente, uno de esos credos usuales es la libertad de elecciones que, entre nosotros, mandatario alguno podría garantir todavía, porque la libertad electoral no es la obra de un gobierno o de un partido, sino la resultancia de la cultura de un país.
            Sr. Velázquez: Es lo que sostengo.
            Sr. Cardús Huerta: Esto de no tener todavía la verdadera libertad electoral, el buen ejercicio que todos quisiéramos, la honestidad administrativa tan pregonada no es defecto de este hombre o aquel partido sino de todos los hombres y de todos los partidos: tendremos libertad electoral y verdadero ejército, tendremos honestidad administrativa y las demás cosas que tanto pretendemos, el día que tengamos cultura moral y económica. Y esta cultura no la podemos tener prestada, porque la cultura no se presta, ni proviene del sentimentalismo enervante y el fraserío gárrulo; ni puede vivir en la debilidad orgánica, sino en el culto de la vida intensa en la existencia plena y desbordante, en el esfuerzo triunfante y creador, en la hermosura de la especie, en la potencia de la producción, de la riqueza y la justa repetición de ella. La cultura nacional no se hará jamás con idealismos prestados con todas esas tonterías que se están diciendo y se han dicho en el Paraguay, porque ella tiene que venir del instinto vital, de nuestras aspiraciones de paraguayos para servir en algo como americanos, porque la cultura colectiva no se presta, ni se inventa sino se la crea, y para crearla hay que tener músculos..
            - (Grandes aplausos en la barra).       

42. NUESTRO DEBER SUPREMO

            Nuestro deber de ciudadano, gobernados y gobernantes, nuestro deber supremo consiste, primero, en la formación de esos músculos y, después, en no andar estrujándolos en revueltas criminales, sino en desplegarlos sanos para el florecimiento de nuestras fuerzas vitales. Y ese deber no hemos cumplido, lo hemos olvidado, hasta creo que ni sentido tenemos de él, porque el país está pobre de obras, tan pobre que si no ha muerto todavía es porque un país no muere, pero que si no puede morir como expresión geográfica, en cambio podría ser dominado por hombres más laboriosos que no lo amarían con la misma efusión de los que lo defendieron para que fuese nuestro con su glorias y tradiciones. Y así, por tan excelso motivo, se convierte en dignidad ese deber, la dignidad más grande de nuestra tierra, la de su independencia política que labraron y defendieron nuestros mayores, no para que nos destrozáramos en ella, sino para que, envuelta en su insignia, pudiéramos legar una cultura propia al mundo americano que dijese eternamente que si los paraguayos fueron leones en la defensa de su tierra, supieron después ser humanos para ennoblecerla por el trabajo!
            - (Aplausos en las bancas y en la barra).
            Porque solamente por la ruta noble del trabajo se podría pretender la elaboración de un caudal propio como factor activo de la nacionalidad, que no puede provenir de la indigencia y las aspiraciones vagas de nuestro espíritu revolucionario, sino de la riqueza organizada que ha de proporcionarnos los materiales con que necesitamos reemplazar la política alimenticia que nos debilita y envilece con su desprecio de las realidades económicas y héroes contemplativos en la cabeza.
            Y esta ruta no hemos de encontrarla por conducto de las elecciones simuladas, que sólo sirven para acentuar los antagonismos partidarios en las luchas por el poder y que, en los actuales momentos, podrían conducirnos a la anarquía sangrienta de diez años atrás.
            A lo menos yo no creo en las elecciones que se proyectan, y mientras viva no voy a creer en la libertad electoral que se pregona entre nosotros, posponiendo los problemas primarios de la nacionalidad.

43. LA LIBERTAD ELECTORAL

            He sido una vez candidato de la oposición, en 1902, por mi pueblo natal; por un motivo especialísimo. Mis amigos Fidel y Eliseo Zavala quisieron que lo fuese para que un concepcionero pudiera decir en el Congreso las necesidades de su región. Yo me excusé, porque no creía en la libertad electoral que prometían y porque sólo, nada había de conseguir diciendo verdades... como que nada he conseguido hasta ahora a pesar de haberlas dicho siempre… pero como ellos querían tener la satisfacción de verdaderos amigos de proclamar mi nombre, yo consentí. Y pronto tuvieron la experiencia de lo que significa la libertad electoral en oposición al gobierno, que de tal manera les afectó para haber sido los primeros contribuyentes en la reacción de 1904, en la que pudimos comprobar, unidos, que habíamos de respetar en el mando las garantías personales y los intereses de nuestros enemigos en Concepción.
            Esto me ha pasado una vez bajo el gobierno colorado, en la época en que no eran todavía liberales los que ahora blasonan de serlo, y supongo que a los colorados les ha ocurrido ya muchas veces bajo el gobierno liberal... y, sin embargo, proyectan elecciones en estos momentos. Yo me digo, yo pregunto a ustedes si sería cuerdo conmover todo el país en una campaña electoral a raíz de sucesos tan recientes, tan ingratos para nuestro régimen institucional, en los instantes en que el encono banderizo está en su furor, en que estamos corriendo el riesgo de una anarquía devoradora, que podría ser fatal para todos, nacionales y extranjeros.
            Verdad es que yo he buscado inútilmente esa cordura desde hace cinco meses; no la he encontrado ni en los hombres graves. Todos están mudos, no quieren darse la pena de sujetar la incontinencia de los más jóvenes y ardorosos; por el contrario se dejan remolcar por ellos, agachan la cabeza y no hacen otra cosa que firmar. . .
            (Risas).

44. FUERZAS ARMADAS

            Otra motivación de los antagonismos y de las adulonerías es el ejército, tema de muchas malquerencias y objetivo de muchas ambiciones. Tanto como sobre la libertad electoral y la honestidad administrativa se ha bordado sobre el ejército, deprimiéndolo en determinados jefes y ensalzándolo en otros a la altura de una obra nacional e inconmovible. ¡Qué no se ha dicho respecto de él, de bueno y de malo, qué se le ha negado en medio de nuestra pobreza, qué grandes esperanzas se ha puesto en él para nuestra estabilidad!
            Y, sin embargo, ese ejército tenía que sufrir, forzosamente, de la anarquía de 1911-12. Sus jefes procedían de las mejores escuelas pero habían tenido participación en las revueltas partidarias. Ese ejército tenía que ser una formación del partido gobernante, es cierto que con vistas nacionales, pero también con adherencia a las personas. Por lo que cuánta razón tienen los colorados para decir: ese ejército no es nuestro.
            Sr. RAMIREZ: Lo decimos siempre.
            Sr. CARDUS HUERTA: Vea, doctor Ramírez, creo que he sido el único, después de 1904, que ha reclamado justicia para el ejército, incluso para el que tuvieron ustedes. Hasta una interpelación he tenido que promover al Ministro de Guerra en 1907 con ese propósito.
            Para la verdadera dignificación del ejército se ha hecho muy poco, y antes no se hacía nada. Y, con todo que nada se hacía, el ejército de antes tenía un gran mérito: la fidelidad colectiva, el oro viejo de nuestro patrimonio ancestral que se va perdiendo. No tenían sus componentes la instrucción de los de ahora, ni fueron ilustrados sus jefes, pero tenían de su tierra el cariño no pervertido y a sus jefes la obediencia ciega que los llevara de uno a otro pronunciamiento en pos de los generales políticos.
            No he tratado a los militares viejos, de los cuarteles de antes, pero conservo la impresión de un capitán de las fuerzas de Machuca, que se excusó de nuestra campaña diciéndonos que, si había temido tan poco porvenir en el ejército de ignorantes, menos la tendría por su escasa instrucción al lado de oficiales de escuela y que, lo más útil para el país sería que trabajase en la chacra de su familia. Y era un capitán, según me dijeron, de los mejores de su época, más criterioso que muchos de ahora, seguramente.

45. VIEJO Y NUEVO EJÉRCITO

            Pues bien, si antes el ejército era una obra exclusiva del partido dominante, no podría negarse que ha seguido, más o menos, la misma formación después de 1904 y también después de 1912, aunque con el injerto cultural de los nuevos jefes y de algunos instructores.
            La diferencia substancial de uno a otro ejército seria que el viejo edificó su estabilidad bajo la influencia de los veteranos que lo gobernaron, más que por lo absoluto del mando por lo innegable del temple y el nuevo quiere moldear su autoridad sobre la vocación del saber y el desarrollo de la energía física de acuerdo con los principios aprendidos en otra parte. De ahí los resultados tan opuestos, pues mientras el uno pudo hacer tradición de gobierno, en torno a la aureola legendaria de los viejos veteranos, el otro no ha podido encontrar todavía su nucleación potente en la nacionalidad, que como actividad moral y económica está recién en formación y con todo el peligro de las propagandas revolucionarias que van destruyendo en su espíritu la simiente de orden y fidelidad que fuera la estampa de nuestros mayores.
            Es una honra para el viejo ejército poder decir de sus individuos y de sus jefes que fueron obedientes, aunque en su obediencia ciega tuvieron que servir las ambiciones de sus directores, porque lo fueron de verdad y no por cálculo, porque en su ignorancia nada podían esperar de las virtudes que suponemos a los principios, porque gracias a su obediencia y fidelidad ha podido tener la república la paz de su primera reconstrucción. Y va a ser mucha honra para el nuevo ejército el poder decir alguna vez que sus jefes han sujetado la oscilación en que vivimos, los continuos cambios, la inestabilidad y el desorden, esta recia sacudida en que echamos de menos la cándida obediencia de nuestros mayores, este verdadero infierno en que todos procuran mandar y no se reconoce la autoridad de nadie, en que la infiltración cultural de los libros aguza las disputas personales y trae la indigencia moral, la hesitación, el desequilibrio y está disolviendo nuestra instintiva solidaridad de origen, en que el espíritu de obediencia y fidelidad en que reposaba el régimen anterior está hecho trizas y tiene en zozobra a las familias, la propiedad y las otras bases naturales de la nación. Es una honra, sin embargo, que se está esperando inútilmente de hace años... aunque ya son muchas las veces que se la tuvo por conseguida, al menos en las discusiones de este recinto, en las contestaciones acaloradas sobre el ejército, sea de un partido contra otro o entre las fracciones del gobernante que, hasta en esto, ha disputado públicamente.

46. CUESTIONES MILITARES

            Recuerden ustedes de cuando presidía allí (señalando el asiento de la presidencia) en aquella sesión secreta en que se discutió la designación del coronel Rojas y otro para miembro del Superior Tribunal Militar; discusión que, inútilmente, quise evitar de antemano haciendo valer los recuerdos de campamento y camaradería que tendrían de la campaña de 1911-12. Nada pude conseguir y el debate se produjo con acaloramiento, y para que en ocasión semejante yo pudiera decir, como ahora, las verdades, tales como las siento y las entiendo, renuncié a la presidencia para ocupar un sitio en todas las deliberaciones.
            Yo entiendo tan poca cosa de las cuestiones militares y nunca las podría entender bien porque es tan escaso mi entusiasmo por el kepís, pero me ha ilusionado siempre la fórmula del ejército nacional como opuesta al ejército partidario, que ha sido nuestra costumbre.
            En la interpelación que formulara al ministro de guerra en 1907, expresé que era un designio nacional la reorganización del ejército por encima del interés de los partidos
y de sus jefes y que, únicamente ese designio explicaba la disolución del viejo ejército, que no se había rendido, ni se le había vencido, sino cedido el puesto al nuevo rumbo de la nacionalidad, en el que hasta los hijos de colorados, contrariando sus afecciones de familia, habían aportado su concurso. Si tuviera a mano la versión de lo que dije entonces, hace 15 años, y que debe de estar en el diario de sesiones de la Cámara de Diputados, lo leería con gusto para comprobar que mi manera de entender estas cosas, y sobre todo de sentirlas, no ha variado en un ápice, ni variarán en el futuro, porque son el motivo céntrico de mis concepciones nacionalistas, el canevá de iodo, mi pensamiento político, que permanece invariable respecto a nuestros problemas básicos; ejército, administración de justicia, moneda sana, etcétera, que tenían que ser los más poderosos soportes de la tranquilidad del país desde hace rato, porque ha habido tiempo de realizarlos en los diez y ocho años corridos, desde 1904, pero que siguen como en el primer día esperando inútilmente la solución, porque en lugar de obras sanas no hemos servido más que para producir revueltas y su consecuencia, la anarquía.
            Particularmente el ejército no ha sido tratado para otra finalidad que el sostenimiento de determinadas personas cómo jefes o gobernantes, no ha sido elevado todavía a la altura de verdadero brazo armado de la nación, exponente del Paraguay como fuerza y garantía de nuestras instituciones para el orden. Ha sido, sí, adulado o vituperado de baja manera de parte de los políticos y, lo que parecía imposible, de parte de los mismos militares que, en su afán de reñeirse por la ascendencia sobre el ejército, han llegado a extremos de cizañas y contubernios inconcebibles, un día con unos y al día siguiente con otros.

47. MANDAR Y OBEDECER

            Yo creo que en el ejército pasa y va a pasar lo que en todo el país, puesto que es un reflejo de la vida general, de que le falta lastre moral y económico para su estabilidad, y por falta de ese lastre todos tienen audacia para mandar y ninguno conciencia para obedecer, todos quieren la autoridad para sí sin querer reconocerla en nadie, y así no se puede saber dónde está el mando y se vive a la merced de todos. También creo que, después de tantos estropeos personales, puede contar todavía el ejército con elementos superiores, con corazones nobles y jefes abnegados que podrían emanciparse del tutelaje político de baja ralea que constantemente ha rondado a su alrededor para inocularle sus pasiones, sus intrigas y sus insidias, que de tal manera se habían infiltrado ya en sus filas para inhibirlo en los últimos cambios gubernamentales en los que pudo verse que en el momento de la acción el ejército estaba descangallado..          
            - (Risas en la barra).
            Con el mismo procedimiento, en que se han hecho duchos los partidarios del señor Schaerer y del señor Gondra para alborotar a la población campesina en sus propagandas eleccionarias, se ha llevado al ejército la marea de nuestras disenciones políticas y civiles, por lo que no sería justo inculparle de sus últimas faltas como una obra exclusiva de determinados jefes o caudillos, cuando, en verdad, todo el organismo estaba infectado y los más altos jefes lo sabían y nada hicieron para contener el mal o reprimir la insubordinación latente, y entre esos jefes el Presidente de la República en primer término... Es que se ha hecho política con el ejército y sobre el ejército, en todo y por todos, y no se ha querido darle seriamente la función de patria que le incumbe, la única y esencial función que podría elevarlo a la altura de sus tradiciones inmortales.

 48. LEY ORGÁNICA

            Hasta con ese cuerpo de Guardia Cárceles, esa famosa guardia que está cuidando por el gobierno y, recíprocamente el gobierno por ella, ha ocurrido lo mismo, y eso que no tiene carácter militar sino de simple guardián de la presidencia. (Risas).
            Voy a recordar un episodio, ya que ustedes se ríen de la misión de la Guardia Cárceles. El doctor Chaves ha de acordarse, aunque no estoy cierto de si era ya diputado en 1905. Había llegado un poquito retrasado a la sesión del 31 de mayo, como hoy a ésta. Se discutía la aprobación de varios decretos del Poder Ejecutivo relativos a la creación del Cuerpo de Bomberos y Guardia Cárceles. Algunos amigos objetaban las incongruencias, diciendo que si era una institución civil no debería estar equipada como fuerza de línea, y que si fuese batallón, debería depender del ministerio de guerra y no del interior. En eso intervine en la discusión para pedir que se diera una ley orgánica para el cuerpo creado, cualquiera fuese su carácter, puesto que la sola creación no implicaba su organización. Se sostuvo contra mi parecer la peregrina tesis de que la reglamentación orgánica del cuerpo correspondía al Poder Ejecutivo que lo había creado y que todo, todito por ese conducto había de hacerse. Era visible, el objeto de la Guardia Cárceles y, naturalmente perdimos en todas las votaciones en que los colorados apoyaban la creación y la reglamentación orgánica como facultades del Poder Ejecutivo. En seguida se retiraron los amigos de "El Diario", con extrañeza mía, pues no sabía a qué atribuir semejante actitud.
            Pues bien, de entonces aquí van corridos diez y siete años y creo que hasta ahora no existe una verdadera reglamentación de ese cuerpo. Lo único que se ha hecho con él es la renovación del personal, pero su objetivo y su misión siguen como en el primer día, bien que muchas veces se haya cambiado el telón político y que aquellos que pidieron su organización hayan tenido su comando en varias ocasiones y en estos momentos. Por eso he pensado que esa Guardia Cárceles, que no tiene ley reglamentaria, a lo menos ha de tener un basamento firme en nuestras modalidades políticas, que ha de ser una guardia indispensable para todas nuestras calaveradas. (Risas)...
            Pero, el episodio no está en eso, y a referirlo voy.
            El señor Amarilla (señalando a uno de los que estaban en los pasillos) ha de recordarlo también; yo lo recuerdo bien porque el día siguiente era el primer aniversario de "El Diario", y esa noche habíamos de tener banquete en su local de la calle Montevideo con la asistencia del Presidente Gaona, sus ministros y todos los liberales de la revolución, que estaban especialmente invitados y habían prometido asistir.
            Desde la mañana de aquel día llovieron las excusas y por la noche no asistieron Presidente, ministros, ni los íntimos del señor Amarilla. De mis camaradas del norte estuvo el coronel Elías Ayala, el único que, no quiso obedecer a la consigna que se había pasado en retribución de la tonta retirada de la Cámara de Diputados y que otros, que se decían amigos, obedecieron para arrepentirse después de 1908...
            Esa noche, fue el agrietamiento definitivo entre los liberales de la revolución, que tantos males ha traído en sus convulsiones, y esa es la forma inicial en que la Guardia Cárceles ha influido en los destinos de la república para nuestro malestar presente y nuestro preñado porvenir.

49. LA POLÍTICA CUARTELERA

            Es así que los que fuimos en 1904 a la revolución con el principal designio de romper las tramas de la política cuartelera, en las que la gran táctica era infundir ambiciones al subalterno para realizar asonadas contra los jefes victoriosos caímos en el mismo defecto después de licenciar a los viejos militares, puesto que no hicimos otra cosa que crear nuevos cuerpos para entretener el laborantismo que tanto combatiéramos. Pero si esto no fue un error sino la vieja maña de los avezados para engañarnos a los jóvenes que nos habíamos formado en la desconfianza del régimen militar antiguo, en cambio se tuvo uno muy importante cuya gravedad se ha venido palpando desde 1908, que consistió en separar cuidadosamente a los oficiales procedentes de las escuelas argentina y chilena, encomendando a unos la jefatura de los batallones y a otros la dirección e instrucción de los cadetes en la primera escuela militar fundada en el país.
            Esa separación venía a robustecer el gran error político que se había cometido, en formar los futuros innovadores de nuestro ejército con dos escuelas diferentes, para mal mayor en los años que eran pasajeramente antagónicas por las cuestiones nacionales de límites y preponderancia hispanoamericana. En ese período álgido de las rivalidades argentino-chilenas no supieron nuestros gobernantes apreciar el peligro que entrañaba para nuestros oficiales su educación bifurcada en las desinteligencias de las dos naciones, ni supieron sacar ventajas para el país de los ofrecimientos para nuestra reconstrucción a trueque de una categórica actitud nuestra puesto que se contentaron con las becas chilenas.
            Éramos muy jóvenes los que estamos en esta banca ahora, y me acuerdo que, leíamos las predicciones del doctor Báez en artículos de periódico, sobre el triunfo de
Chile en el caso de una guerra y las simpatías que ellas despertaban en la masa estudiantil era inmensa. Y aún no he podido explicarme la razón que se tendría entonces para contrariar el verdadero cauce de nuestra nacionalidad, que por imposición geográfica y solidaridad histórica, indestructible, está encadenada con las Repúblicas del Plata y el Brasil, las cuales tienen la llave de nuestro desarrollo económico y son las que más pueden contribuir para nuestro resurgimiento internacional en armonía con sus grandes destinos en el continente.
            Hubiera estallado la guerra entre Chile y la Argentina de no haberla evitado el Presidente Roca por una patriótica inspiración, que alejó para tiempo las perspectivas
de la lucha entre esas naciones, en que los vínculos de la historia y la raza son también indestructibles, y nuestros oficiales hubiesen combatido por ambas partes. Algunos estuvieron de guardia en las garganas de los Andes en honor a sus respectivas escuelas... y habrían honrado nuestro nombre en filas argentinas y chilenas combatiendo como paraguayos... Felizmente no llegaron a ese extremo, y es de desear que nunca tengan que combatir nuestros compatriotas bajo pabellones extranjeros, pero si allá no lo hicieron, por la circunstancia mencionada, en cambia vinieron a hacerlo aquí, dentro del terruño, que es lo peor... (Risas) y por motivos escolares, tal como hacíamos nosotros en el colegio nacional, sobre temas del programa, o por simpatía a determinados profesores. Yo he sido testigo de esas disputas durante la revolución de 1904, en que hasta por las voces de mando, de si debía decirse a la derecha, mar! o simplemente a la de... ré!!, se discutía tontamente hasta impacientarse.
            Es que nuestra cultura nativa no ha llegado todavía a la robustez necesaria para cubrir las prevenciones de escuela, y somos todavía tan niños en todo, como hemos sido en 1904, para que el sentimiento nacional haya podido tener la fuerza de asimilación sobre los aportes extraños.

50. PREVENCIONES DE ESCUELA.

            Esas prevenciones de escuela dieron sus resultados en la primera institución militar fundada en el país para la formación de nuestros oficiales, azuzando, en vez de aplacar, las rivalidades infantiles que infiltradas en las filas por conducto de los primeros graduados y estimuladas por las prescindencias abiertas, produjeron el 2 de julio.
            En la transformación del ejército sufrimos el mismo error que en todos los órdenes gubernativos. En vez de nutrir las fuerzas congénitas, en vez de elaborar la médula propia de acuerdo a nuestras cualidades potenciales para hacer robusta la nacionalidad, adaptando de las instituciones extranjeras solamente aquello que consistiera nuestra debilidad orgánica, nos pusimos a importar exageradamente las leyes y los planes exóticos, los vestidos y los gestos, tal como si hubiéramos podido acortar las distancias históricas sin la previa nutrición del cuerpo colectivo, contrariando aquella máxima del estado mayor prusiano que dice que la base de una organización militar ha de buscarse primariamente en la constitución económica del pueblo.
            En lo militar, como en todas las otras cosas, no supimos atender el instinto regional e imperioso del ambiente y nos hemos dejado alucinar por la secreta virtud de las leyes y las modas y los recetarios de otras partes, y por haber procedido así, a tontas y a locas, ahora estamos pagando el pato tras quien ha de gobernarnos sin criterio nacional alguno, puesto que unos quieren en una forma y otros en otra, que el mando sea así o sea asado, cuando lo importante, lo esencialmente importante es que alguien mande en el ejército, pero que se deje de embromar a los trabajadores.
            - (Risas en la barra).

51. SÍMBOLOS ETERNOS

            Dado, el atraso general y la edad en que nos encontramos, los de mi generación ya no podemos estar perdiendo el tiempo en discutir de si esto es blanco o negro, colorado o azul, ni de andar corrigiéndonos la plana constantemente, sobre todo en lo militar, porque no hay uno que no se haya equivocado o que no tenga que equivocarse.
            Creo que las rivalidades de escuela han desaparecido y que, en cambio, han cobrado empuje las rivalidades de mando, sobretodo la intromisión de los altos jefes en la policía. Y esto es lo peligroso, lo más peligroso que puede haber para el país, tanto por lo que esa intromisión significa perturbación para el ejército cuanto porque la política del día es baja, rastrera y nauseabunda. En rigor, el ejército no está como debiera estar de acuerdo a los sacrificios que se han hecho por él y a la capacidad intelectual de sus jefes.
            Hoy por hoy no es sino motivo de alabanzas o de vituperios, según el interés de las fracciones en lucha, y motivo de grandes preocupaciones para los que sinceramente deseamos la estabilidad de la República por la seriedad del mando y la armonía de los poderes gubernativos.
            Pasarán años, que ojalá sean cortos, para que del ejército podamos decir que constituye el pedestal de patria por su organización, su obediencia y su amor a las instituciones; pasaran años para que a un tiempo, pueda ser el depositario de nuestro porvenir de paz y de nuestras tradiciones de fidelidad.
            - (Aplausos).
            Una de las cosas más indispensables para llegar a la patria cultura es el ejército de verdad como sostén de la garantía presente y futura, como esfuerzo solidario de
todas las generaciones y expresión humana de la personalidad histórica del pueblo, como fuente de las tradiciones de valor y abnegación y como ideal de lo imperecedero de nuestra existencia colectiva. No se puede concebir la patria sin soldados y sin los atributos de la justicia para todos, brazos y sentimientos que han de amparar por igual a todos los que vivan bajo un emblema nacional si este emblema ha de cobijar algún día la cultura propia como el resplandor de su justicia y la estabilidad de su personalidad histórica.
            He ahí por qué el ejército necesita huir de la politiquería ruin, que no hace patria, ni busca cultura sino aprovechamiento de las debilidades humanas para los fines personales de vanidad, riqueza o venganza; he ahí por qué nuestra misión respecto al ejército es de respetó a sus normas, de obediencia en sus filas y de glorificación a sus tradiciones limpias. El ejército es la patria, su brazo armado, la arteria común de nuestra sangre para la vida colectiva de nación, para trabajar el pan y nutrir nuestra descendencia en la cultura y en los recuerdos de nuestras obras buenas.
            Aún no hemos podido llegar a esa excelsitud, ni siquiera a la mitad de su camino que en vez de andarlo lo estamos desandando rápidamente, en una decadencia de fuerzas físicas y morales; aún no hemos puesto en el ejército el amor a la tierra, el respeto a los mayores y la obediencia a su misión como los pusieran nuestros antepasados; todavía tratamos al ejército con el manoseo político con que tratamos a su compañera la justicia, y es tan indispensable que el ejército y la justicia sean puestos encima de nuestros resentimientos y ambiciones, como símbolos eternos de la nacionalidad con los colores unidos de nuestra insignia y no con las franjas que descosimos para los partidos roja y azul.
            - (Aplausos).

52. LA MALA MONEDA

            Estoy fatigado. Ya que en esta larga exposición he tocado muchos puntos que no pensaba tocar, y que si lo he hecho ha sido por el ardor del momento, debo también decir alguna cosa, antes de concluir, sobre el sentido que tenemos de la honestidad administrativa, sentido de embutimiento que ha estropeado nuestro porvenir, quien sabe por cuántos años. Debo decirlo para que la nueva generación que quiere ya reemplazarnos apresuradamente, y anda husmeando nuestras faltas, pueda apreciar mejor nuestros errores, a fin de que pueda corregirlos en el futuro.
            - (Dirigiéndose a los taquígrafos).
            Tomen nota exacta de lo que voy a exponer. Lo tengo documentado.
            Más que documentado, lo tengo anotado con las reflexiones que me ha sugerido la comparación de nuestro ambiente con el de los países que tienen vida económica sana. Parte de esas reflexiones informan las páginas de "Pro Patria", dedicadas al amigo que está ilustrado el nombre de su padre, fundador del partido colorado, y a los jóvenes que estudiaban en Europa para perderles se impregnaran de la cultura europea a fin de nutrir el ideal de nuestra patria en formación, contribuyendo de alguna manera para realizarlos o para influir sobre el concepto criollo de nuestro patriotismo a fin de que dejase de ser tan derrochador de sangre y de dinero. En ese libro he resumido mi criterio sobre nuestro proceso económico-administrativo en una palabra: "engaño".
            El movimiento de reacción contra la mala moneda y los despilfarros gubernativos, que ha representado el liberalismo partidario, él histórico, ha sido puro engaño en los hechos, porque ni siquiera ha querido preparar seriamente, el ordenamiento administrativo que debe constituir la base de la estabilidad monetaria y del desenvolvimiento económico del país, como no quiso aprovechar las más hermosas oportunidades que se presentaron de 1909 a 1911 para resolver la cuestión monetaria e iniciar las más fecundas vinculaciones financieras con Europa, que no volverán a presentarse más en el decurso de muchos años.
            Es cierto que para la organización administrativa ha habido, y en estos momentos las hay otra vez, iniciativas personales, leyes y proyectos que podrían salvar tanto desorden, pero son obras tan personales que no podrían tener eficacia sin la permanencia de sus autores en los cargos públicos, porque el conjunto político no está penetrado de su importancia y tiene que estironearselo para que obedezca a las prescripciones legales.
            En este orden de cosas soy muy rico en experiencias personales, adquiridas hace muchos años, y el más convencido, a lo menos el más prematuramente convencido, de que lo primero que necesita nuestro país y su gobierno es de organización, a tal punto que van doce años que expresé la necesidad de gritar a todas horas en el oído de los políticos la demanda de nuestra organización en alguna forma para poder orientarnos en los complejos negociados públicos referentes a presupuestos, banca, industria y cuantas posibilidades económicas ofrezca nuestro territorio y el factor de la población, porque sin el aprovechamiento de esas posibilidades el país se estancaría más y más, y si es posible vivir con excesiva humildad y hasta en la miseria, que es como hemos vivido constantemente, en cambio no puede ser honroso estar desesperándonos de inanición e histerismo sobre un suelo fértil y bajo el clima tropical más saludable que se conoce.

53. HONESTIDAD ADMINISTRATIVA

            Para que los jóvenes que me están escuchando sepan el desaprovechamiento adrede de las posibilidades que tuvimos en 1909, las más grandes posibilidades financieras que ha tenido nuestro país hasta la fecha, con el juicio que me he formado de los hombres y del concepto de los mismos y del concepto de la honestidad administrativa que se estila entre nosotros, voy a referir concisamente los hechos en que he intervenido y cuya documentación obra en mi poder. Así podrán juzgar los hechos ocurridos, y los que todavía ocurrirán, apreciando el porvenir del país con el criterio de la realidad y no bajo la impresión de los ditirambos políticos; así podrán comprender la fuerza invisible que ha fomentado nuestra anarquía, anarquía política y económica que se ha vertido en nuestras sucesivas guerras civiles para sangrar el pueblo inocente; así comprenderán las hondas preocupaciones que nublan mi espíritu al apreciar nuestro horizonte de vida y la nerviosidad que me domina al considerarlo en esta sesión; así sabrán los episodios de trastienda en que hemos equivocado el camino de nuestro desenvolvimiento y pondrán más cuidado, cuando ellos sean gobernantes, para distinguir la pura parada del verdadero capital, los humos del crédito de su posesión sana y no se dejarán llevar por las promesas ilusorias con que impertinentemente, se ha estado engañando a nuestro país, para mofa de todos y escarnio de nuestro crédito.
            - Pausa.

54. BANCO DE LA REPÚBLICA

            Fui Ministro de Hacienda a raíz del 2 de julio, que restalló el día siguiente de la apertura del Banco de la República. En la Cámara de Diputados yo me había pronunciado contra la forma de su fundación. Me acuerdo bien, como que tuve que concurrir a aquella sesión estando enfermo, igual que ahora.
            No había tenido tiempo de estudiar bien el proyecto, presentado y tratado con la precipitación usual en todos los casos de importancia. Era miembro de la Comisión de
Hacienda y, de consiguiente, alguna costa tenía que decir, sobre todo porque mis compañeros de comisión ni mi opinión habían consultado antes del despacho, que se hizo a los dos días de presentado el proyecto y estando yo en cama. El día ese en que se trató fue declarada sesión permanente, y tuvimos que pasar aquel caluroso día de Diciembre en este recinto. Yo supliqué que fundación tan importante, la más importante que se iba a hacer después de nuestra Constitución, no se tratara tan precipitadamente, que la estudiáramos con calma. Nada pude conseguir y tuve que exponer las objeciones que la simple lectura me había sugerido, una de las cuales consistía, me acuerdo, en el peligro que encerraba una de las disposiciones que autorizaba al banco para suspender la conversión de sus billetes en el caso de que el gobierno llegara a abonar sus compromisos ordinarios o extraordinarios con billetes, vales de tesorería o cualquier papel que tuviese fuerza cancelatoria en las oficinas de recaudaciones. Ese peligro era evidente para el banco o para el país, según los casos.
            Para el banco, porque después de haber emitido treinta, cincuenta o más millones podría ocurrírsele al Gobierno remitir al Congreso un proyecto emisionario y, como el simple proyecto no autorizaba al banco para la inconversión, el público aprovecharía de esa coyuntura pare correrlo con la exigencia de una conversión total de la circulación monetaria. Para el gobierno y para el país, porque encontrándose el banco embarazado, accidente siempre posible en el Paraguay, podría influir de algún modo sobre los políticos para que el gobierno cometiera el desliz de una emisión de vales o cualquier cosa de las que autorizarían la inconversión.
            En fin, con razones así pude discutir aquél proyecto durante todo el día, forzado como estaba a hacerlo a la disparada y dilucidar al galope hasta las cuestiones constitucionales, el caso de Riquelme, por ejemplo.

55. CAPITALES EXTRANJEROS

            Y bien, al abrirse el banco sus relaciones con el gobierno tenían que ser por mi intermedio, por lo que su presidente don Pedro Jorba, mi amigo personal, me propuso que modificara la ley en la forma que creyese conveniente con la agregación de un artículo que diese derecho al accionista que no estuviera conforme para retirarse con su plata. El amigo me explicó la orientación que tenía el banco, su responsabilidad para administrarlo y las incidencias que casi impidieron su fundación, que fue hecha mediante el compromiso de variar la ley en lo relativo a la emisión menor.
            Mi respuesta fue de no proyectar las modificaciones mientras durase aquel estado de zozobra y no tuviesen aplicación las reformas administrativas que pensaba propiciar; que, si lo podíamos hacer, ya lo haríamos en su tiempo, pero bien entendido que no aceptaría el escape para los accionistas, para él, ni los otros hombres ponderados y emprendedores que constituían la garantía para el buen manejo de los capitales extranjeros; que mi deber era respetar absolutamente las concesiones gubernativas ya otorgadas y que por mi conducto nada se atropellaría.
            Naturalmente el banco inició sus operaciones con una prudencia razonable, constreñiso como estaba por la crisis política y económica de aquel momento. A los pocos meses yo renuncié al Ministerio, porque en vez de procurarse la contención de la anarquía que empezaba, se incitaba a los caudillos y se removía todo el utillaje de la política. En eso el banco solicitó prórroga para la integración, dentro del año, de su primer capital suscrito. Ustedes saben que la primera serie suscrita fue de 6.000.000 de pesos oro, 2.000.000 por el gobierno con la reserva de pagarlo cuando lo quisiera, que no lo hizo, ni lo hará nunca, y 4.000.000 por los particulares, de los cuales ingresaron 1.000.000 en moneda metálica antes de iniciarse las operaciones y el remanente de 3.000.000 debían hacerlo dentro del año de su constitución, pudiendo prorrogarse este término de acuerdo con el Poder Ejecutivo si ese dinero no habría de encontrar empleo conveniente en el país.
            Pues bien, a pesar de ser renunciante, volví al despacho únicamente para contestar a la nota del banco, denegándole la prórroga solicitada. Nadie que no fuesen mis colegas, sabía de mi renuncia y tenía el derecho de suscribir la contestación. Comprendía, perfectamente, que el dinero a ingresarse en el banco no tendría aplicación sana en el país, y así se lo expresé a don Pedro Jorba, pero había que traerlo para hacer honor a las promesas de sus fundadores que, en el Congreso, comprometieron la fe de la nación en ese sentido.
            Intertanto los chismes y embustes de todas clases, en que nuestro descarriado ambiente es muy fecundo, y que en aquella oportunidad estaba enriquecido por el antagonismo bancario y los pródromos de las falencias que ocurrieron hace poco, hicieron todo su agosto y hubo hombres que pasaban por serios, y entre ellos hasta empleados del banco mismo, representantes del gobierno, que, propalaban que el banco no tenía ni el millón en especie con que había cimentado su constitución.

56. VERDAD DE LOS HECHOS

            El doctor Franco interinaba la cartera de hacienda y se le formuló una interpelación en este Senado a base de esos embustes. Yo pedí al amigo el placer de acompañarle a esa interpelación en vista de que mi renuncia no estaba aceptada. Le dije que no habiéndoseme aceptado en silencio esa renuncia, quería tener la honra de decir públicamente sus motivos y de establecer la verdad de los hechos. Y el amigo de corazón aceptó mi pedido, y aquí estuvimos juntos, en este recinto y ante este Senado compuesto de otros miembros, para decir las verdades amargas que el porvenir confirmaría.
            Pero no son esas verdades las que habían de tener influencia en aquel ambiente político, tan trabajado por los aventureros de toda laya, sin otro objetivo que la satisfacción de su sensualidad del poder, sino la noticia de que salía y de que Franco también quería salir...
            Vivía todavía don Manuel Barrios, el paraguayo de más grande valor moral que se haya desempeñado en la Dirección de Aduanas por servir a su país y a su gobierno, perjudicando sus intereses personales, y fue el que motivó en su esfera comercial, la del Banco Mercantil y Cámara de Comercio, más popular entonces que después, para que prosiguiera en mis tareas de administración. El buen hombre, y sus amigos no podían medir el peligro de aquella anarquía en toda su amplitud y no pudieron comprender mi categórica negativa de continuar en el Ministerio.
            De su parte, el Banco de la República, cuyos directores no podían dudar de mi respeto a la concesión que obtuvieran, hicieron una gestión de más trascendencia para el país y su gente, don Mauricio Berthomier, estuvo a ofrecerme para el gobierno un empréstito en firme de dos millones de libras esterlinas si yo quería continuar en el Ministerio para llevar a cabo la conversación de nuestra moneda fiduciaria y la iniciación de un período de vinculaciones reales con los mercados de crédito mundial.
            Me acuerdo de él, en mi palomar, el hombre modesto, a quien apenas conocía y con quien tanta amistad había de ligarme, posteriormente, en Europa, me hacía las demostraciones claras y convincentes de la forma en que podría resolverse nuestro problema monetario. El había sido un opositor para el cambio del Banco Paraguayo en institución oficial bajo el nombre de República porque su mentalidad y modo de ser no estaban avenidos con las ligaduras gubernamentales, pero una vez hecho el cambio, tenía que acompañar a sus consocios y amigos. Me decía y me convencía que, con solamente treinta y cinco millones de emisión que había hecho el gobierno, su escasísima deuda externa y el poco monto de los compromisos inferiores, era tarea fácil fijar la conversión a 1.000 %, teniendo el capital del Banco todavía intacto, y los 8.000.000 de pesos oro que produciría el empréstito. Además, con las vinculaciones ya conseguidas y el despertamiento del interés europeo, mediante la colocación de las acciones del banco, cuyos dividendos semestrales, que se procuraría fuesen no subido, sino estables, era posible fundar esperanzas en el ingreso de nuevos capitales para estimular nuestro incipiente organismo económico.
            A todas estas convincentes razones y a mis más vehementes deseos de cooperar en la medida de mis fuerzas para la reacción económica y financiera, que con tantos elementos sanos iba a contar, yo oponía el factor enfermo de la anarquía y del desorden que no estaba en mis solas manos aplacarlo a tiempo, antes que se desbordara sobre el país, y que a mis compañeros del gobierno, a excepción de Franco, no les preocupaba como a mí ni les parecía tan inminente como a mí me parecía. Por lo que ansiando aún más que Mr. Berthomier la conversión de nuestra moneda y la iniciación de un período fecundo para las actividades económicas, tuve que rehusar el ofrecimiento e insistir en mi resolución de alejarme para no contemplar la anarquía hirviente que ya empezaba a perfilarse en todos los órdenes y que mis compañeros no querían apreciarla en su verdadero peligro para la estabilidad del país.
            Pocos días después vino el señor Jorba de Montevideo para los mismos ofrecimientos que hiciera el señor Berthomier, con el aditamento de que el señor Py, principal gestor del Banco de la República en el exterior, vendría de Buenos Aires si se tuviera que tratar en concreto las bases del empréstito. Teniendo en cuenta la obligación de pagar el millón de pesos oro, facilitado por el Banco Francés para la compra de armamentos por el coronel Duarte, y la conveniencia para el país, aconsejé la venida de dicho señor para que el gobierno estudiara la oferta. Así lo hizo en compañía de Mr. Puisoye. Con el doctor Franco y el contador general don Pastor Ibáñez estudiamos los detalles antes de llegar al convenio, que consistía en la realización del empréstito de dos millones de libras para el objetivo de retirar los billetes de la antigua emisión, pagar la obligación en el Banco Francés y llevar a cabo algunas obras públicas antes de 1911, a fin de que pudiéramos celebrar dignamente nuestro primer centenario. Cuanto al régimen del Banco de la República, no habría de variarse más que con la supresión de sus privilegios generales, el establecimiento de nuestra base monetaria sobre el peso y fino del oro representados por los billetes de dicho Banco, que, tendrían curso legal y fuerza liberatoria solamente mientras durase su conversión, con la obligación contractual dé que, en el futuro, los billetes que emitiese el gobierno no tendrían fuerza cancelatoria para pagar las deudas contraídas con anterioridad, ni servirían para pagar obligaciones contraídas en moneda del Banco.
            Esta modificación tenla por objeto salvar el peligro que advirtiera cuando la discusión del proyecto y escudar no sólo al Banco, sino principalmente al país contra nuestra costumbre emisionaria, porque con la obligación contractual de no poderse servir más de los billetes inconvertibles para pagar obligaciones anteriores iba a suprimirse el cebo de las emisiones, que siempre se habían hecho para cancelar atrasos del tesoro y, solo por dorar la píldora, con vista al futuro,

57. TRÁMITES DE UN EMPRÉSTITO

            El doctor Franco envió al Congreso parte de los Proyectos, entre ellos el del empréstito. Y, mientras tramitaban surgieron otros oferentes que dieron en propalar que el gobierno no les quería escuchar, de que el empréstito ofrecido por el Banco Francés era oneroso y muchas otras incidencias de que dieron cuenta los periódicos de la época. Todos han de recordar las pintorescas consideraciones que no tenía otra intención que envenenar el ambiente, azuzando aquella anarquía que, en lo político, ya estaba en auge. Parecía, a estar a los voceros interesados de entonces, que en el extranjero todo el mundo estuviera dispuesto a prestar su dinero a nuestro gobierno, a mandarlo en cualquiera forma, porque surgieron proyectos para más de un Banco Hipotecario, que fueron sancionados a tambor batiente atropellando a la ley general, que todavía existe, y la precaución de exigir depósito de garantía.
            Ante aquella batahola de ofrecimientos de dinero, que anteriormente nadie había hecho y que surgiera a raíz de las gestiones del Banco Francés, y cuya finalidad era de bulla evidente, nada más, para impresionar a nuestro público, prevalido de nuestra falta de preparación y de experiencia en el manejo de la plata, yo rogué al doctor Franco y a los principales gestores para que se retirara el proyecto de ley presentado para el empréstito a fin de ofrecer la ocasión de realizarlo en mejores condiciones a los otros ofertantes.
            No me fue fácil conseguirlo, porque era bien visible que, retirado ese proyecto, habría que esperar mucho para poder conseguir dinero de otro lado, pero era patriótico hacerlo, primero por la anarquía que no se quería evitar, y era evitable como esta que estamos preparando de hace meses, y después porque, había de educarse a nuestros políticos por el convencimiento que, en materia de hacienda pública, sólo por la dolorosa experiencia cabe hacer, aunque aquí tengamos el hábito de estar reincidiendo continuamente en los mismos males, a pesar de tantas y tan dolorosas experiencias.
            Todos han de acordarse de lo que ocurrió después de los sucesivos fracasos y de algunos escándalos que por la terquedad de conseguir empréstito en cualquier forma hemos sufrido, el encogimiento de nuestro signo monetario, que de su equivalencia con el oro ahora está únicamente con el papel argentino, más variable en el curso internacional, y de las sucesivas depresiones económicas en que vamos cayendo, y hemos caído, gracias a las moratorias de todo calibre que venimos usando y a la emigración de los capitales formados en el país durante los cincuenta años de nuestra lenta reconstrucción...
            Esto es lo que más me apena, lo que más me ha apenado en esta última década en que pusiera toda mi actividad escasa al servicio de mi amor propio, de este íntimo deseo de comprobar que los paraguayos servimos para algo más fecundo que la política, más objetivo, más impersonal y más gobernable que la vanidad de los hombres y su deseo de mandar sobre los otros por ministerio de la ciudadanía solamente y no mediante el despliegue de las energías sanas sobre el terruño y para valorización del terruño...
            - (Aplausos).
            Cuando en los accidentes de mis trabajos y en las encrucijadas de la labor económica he podido advertir que los hombres más emprendedores y de más experiencia, que son casi todos extranjeros vinculados al país de veinte, treinta años atrás, decaen en su entusiasmos por nuestro porvenir, que positivamente ellos han procurado más que nosotros; cuando veo que, en vez de interesar el arraigo de los que han sobresalido por su actividad y sus empresas, que si valen para ellos tienen que valer más para la nación, hacemos todo lo posible para ahuyentarlos, para acobardarlos, y no nos damos cuenta de que con su emigración a la Argentina estamos despojándonos de nuestra fuerza económica, me vienen muy hondas tristezas, muy tristes presentimientos sobre lo que podría ocurrir, al rodar de los años, con nuestra personería colectiva, que para poder llegar a la alta cultura nacional necesita fundir el esfuerzo extranjero, asimilarlo y solidarizarlo en el bloque de vida en que bajo el pendón de nuestra autonomía estamos laborando la personalidad moral del Paraguay.
            - (Grandes aplausos).

58. ENERGÍAS CREADORAS

            Nosotros no tendemos a la estructura nacional por el aspecto económico, a la identificación moral del extranjero con nuestro desenvolvimiento y no nos damos exacta
cuenta del secreto político que representan esos extranjeros, la fuerza irreductible de sus aspiraciones e intereses en la reconstrucción que se viene operando desde el 70 y que nosotros queremos constreñirla al molde del pasado cuando las necesidades materiales, las ansias de riqueza son los más grandes acicates del siglo y debieran ser los más poderosos factores de nuestra penosa remodelación histórica.
            Nuestra labor directriz, nuestro relieve nacional tenía que hacerse, tendrá que hacerse si no hemos de perecer, sobre el esfuerzo extranjero, sobre sus aportes de cultura, en la seguridad de su bienestar económico para que pueda solidarizarse con nuestra autonomía y vivir coro nosotros, hacer causa común, sin discrepancia de origen por la estabilidad del presente y credo de honor de nuestro pasado hermoso.
            Nuestro desenvolvimiento no está ocurriendo así, no ha tenido ni por períodos la fuerza creadora y asimilatriz para elaborar a base del extranjero y su felicidad posible, de su sangre, y de su dinero, de su personalidad y de su familia la realidad nacional y el vínculo solidario, porque constantemente hemos querido que fuese el estado el dispensador de fortuna y las divisas fracciosas nuestras consejeras y no el trabajo y el consorcio sanos y las aspiraciones de vivir siempre del trabajo y nunca de arriba.
            La verdad, la triste verdad es que a esta altura de nuestro desarrollo, lejos de haber vinculado fuertemente a los capitales extranjeros y de haber arraigado para siempre a los formados en el país, nos hemos puesto a espantarlos con sus dueños, a correrlos por medio de atropellos, amedrantando a los que todavía quedan por conducto de nuestras veleidades de querer mandar, de querer ser presidente, ministro y representante por virtud de elecciones ejecutivas y decretos benevolentes.
            Y todo esto nos está ocurriendo, y nos ha ocurrido, por el falso sentido e tenemos de la honestidad, que no es cosa de papel, de fórmula curialesca, sino de valor moral, de entereza, de actividad productora y vida verdadera en lo económico y en lo cultural.
            Es a esa honestidad que deseaba referirme, y es para referirme a ella que he recordado, algunos hechos que, por ser púbicos, no pertenecen al secreto personal o de gobierno. El concepto de honestidad es tan egoísta, tan seco entre nosotros que, hombres incapaces de adquirir por malas artes una fortuna personal, llevados de ese egoísmo, no desperdician la ocasión del mando, o de una función administrativa, para poner trabas estúpidas a la actividad comercial e industrial, a cualquier actividad sana para perjudicar sin más motivo que la antipatía, para reventar si fuese posible, en vez de franquear facilidades, al que despliega más actividad e inteligencia o maneja más capitales, o puede vincularse mejor.
            Con ese concepto egoísta, aún más egoísta en la práctica; se ha venido haciendo todo el mal que está arruinando el país en su aspecto económico, que está despoblándolo de sus servidores más activos y útiles, que no pueden, no han podido expandir sus energías creadoras porque la administración pública los ha acobardado a fuerza de hacer vivir a costa de ellos a los haraganes, que todo lo esperan del favor oficial. Con este criterio de subordinarlo todo, la actividad y la fortuna del individuo, a los favores oficiales no hemos podido propulsar la nacionalidad, que es fin de justicia, de cultura y de bienestar para todos mediante el libre ejercicio de todos los derechos, la libre expansión de todas las facultades y la justa repartición de todas las cargas. Todos estos atributos que hacen el contenido de la libertad civil y son los más sagrados de la vida, no deben depender en forma alguna del beneplácito de la autoridad gubernativa en ningún sentido y para ningún fin, porque, dependiendo, ocurre lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo entre nosotros: la disgregación y el espíritu de revuelta para tener a la sociedad toda en beneficio del poder político, para defender el poder personal a costa de la vida y hacienda de los demás, para hacer lo que hacía nuestro doctor Francia, pretextos de una cosa para usar la autoridad a satisfacción propia, a riesgo de los semejantes, ciudadanos o extranjeros.
            El bienestar, la gloria y el engrandecimiento no pueden ser, en rigor, derivados del poder, aunque entre nosotros sean sus fórmulas consagradas con el honor nacional, grandeza de la patria y otros clisés por el estilo, cuyas realidades son los abusos, las concesiones, las guerras civiles... y la existencia perezosa a costa de los sudores de la colectividad. Todas esas lindas cosas, las más lindas cosas que nos enseñaron a idealizar desde niños para predicarlos después, tienen que provenir del trabajo activo y de un riguroso espíritu público que no ensueñe ilusiones sirvo produzca vida, que en vez de aspirar al sacrificio de mentiras, busque expandirse por la energía sana, no para ser absorbido por la patria o agarrársele como parásito, sino para robustecerla y amarla como obrero satisfecho de su obra y agradecido por la contribución de laos antepasados.
            - (Grandes aplausos).

59. INDEPENDENCIA ECONÓMICA

            La independencia económica, para que pueda convertirse en nación, tiene que realizarse, previamente, en los individuos por el trabajo propio, la iniciativa emprendedora, energías viriles, solidaridad bastante, suma de aportes y no por la indiferencia, el lucro del poder, las humillaciones, la paciencia calculada y otros mil rasgos que surgen de la autoridad o a expensas de la autoridad política.
            - (Aplausos).
            Porque esos son los rasgos sobresalientes para andar remolcado o remolcar en política, usufructuando el poder por las satisfacciones materiales y de vanidad que comparta. Y eso pasa entre nosotros y seguirá pasando mientras el país no esté normalmente gobernado por los qué trabajan de verdad y producen riquezas o educan en forma, mientras los partidos no procuren el triunfo de la calidad sobre el número, mientras sigan descomponiéndose como ahora y anarquizando el país como ahora, mientras sigan prometiendo el oro y el moro para imponer gabelas, crear empleos y sangrar a los paisanos.
            Los partidos... nuestros partidos ni tienen la diferencia de doctrina, que no pueden tenerla en nuestros antecedentes históricos ni en nuestra actualidad de miseria, y se pleitean el gobierno por deseos de mando y se tiran sus trastos, se injurian en su pasado y se disputan en el presente en vez de considerar que debiéramos unirnos, siquiera transitoriamente, para reparar los malos actos de todos y evitar los perores que pueden venir.
            No recuerdo haber invocado en ocasión alguna a mi partido y eso que he intervenido en muchos debates en el Congreso, tal vez porque en mi ánimo no haya echado raíces la pasión partidaria como que nunca me he prevalido de sus fueros para nada. Y en esta sesión lo he invocado repetidas veces, y estoy invocándolo a cada rato, porque me parece tener el derecho de exigirle más, no solo por estar en el gobierno, sino también porque para él he tomado participación en la vida pública y por intermedio de él he querido servir a mi país, y mi mayor satisfacción hubiera sido, y ojalá pueda ser algún tiempo, que mi partido, el partido liberal de mis entusiasmos de adolescencia, pudiera amalgamar de sus ideales y el esfuerzo de mi generación y de esta que me está escuchando la realidad viva de nuestra personería económica y la estabilidad firme de las instituciones nacionales.
            - (Grandes aplausos).
            Pero está dividido, muy dividido y de hace mucho tiempo, desde su fundación quizá, y ahora va a subdividirse sangrientamente en las elecciones que se proyectan en el articulado, que está a nuestra consideración.
            A ese proyecto lo han considerado sus patrocinadores desde el punto de vista constitucional, como una necesidad partidaria, como un deber institucional y hasta como una promesa de tranquilización de nuestro anarquizado ambiente, y yo no lo puedo considerar bajo esos aspectos, no porque así no deba ser considerada, que debiera serlo si tuviéramos menos caldeado el momento y menos apeligrada la paz, sino porque me parece que las fuerzas ocultas de nuestra política, sus designios reservados y su falta de lógica podrían chasquearnos con resultados desagradables y perjudiciales para el país por lo que sinceramente, me parece que todos esos grandes aspectos merecen ser tenidos en este especial momento como meras excusas y tonterías...
            - (Risa general).

64. LA CONSTITUCIÓN Y LAS LEYES

            Digo así por creer que los sucesos del año pasado, que son la madre de este borrego, no han tenido por objeto respetar la Constitución y las leyes, ni asegurar la paz y tranquilidad de todos, bien que se pusieran de pretextos a todas esas finalidades en los manifiestos y excusas que se dieron después.
            A mi edad y con mi experiencia, tengo que tomar de la Constitución y las leyes la parte que se cumple y no puedo, ya confiar en todo su texto promulgado y menos
fundarme en él para las veleidades políticas, como que del balance de la última década resulta muy mal parada la Constitución en el atropellamiento de Gondra, Jara, Rojas y Peña en la Presidencia de la República en el cortísimo tiempo de un año, y muy destrozadas todas nuestras leyes.
            Repito que por muy respetables que sean la Constitución y las leyes, y que por eso mismo nunca queremos respetarlas, yo no deseo jugar al salto con ellas para considerar este proyecto. La que de él me interesa es su faz perturbadora me intranquilizan sus posibles resultados en la práctica y los grandes, inmensos perjuicios que podría causar a los trabajadores, a los que no viven de la política y tienen que aguantar a los políticos, a los extranjeros que comparten nuestras tareas y que, con más juicio y previsión, están teniéndonos miedo y que al fin y al cabo, tienen que preocuparse por el desenvolvimiento de nuestra vida pública y hasta colaborar para su saneamiento velando por nuestra democracia, o democratizar, como la llaman ahora para hacerla peligrosa en sus proyecciones anárquicas.
            Tampoco quiero considerar el proyecto bajo su aspecto partidario, aunque su sanción podría reventar al partido liberal... (Risas) mi partido, porque si bien en este respecto afecta mis convicciones ciudadanas, yo no tengo el derecho de pedir o evitar medidas gubernativas que tengan por objeto curar o empeorar los defectos partidarios, que son incapacidades de sus directores y culpa de las que han querido e impuesto el rumbo de la anarquía como norma permanente, cuyo tratamiento tiene que ser de índole moral y social y no de preceptos legislativos.
            Yo he, querido considerar el proyecto, y creo estar haciéndolo así, bajo su aspecto nacional, en la que tiene de más intrínseco como modalidad política del ambiente actual, en lo que encierra más peligro para la estabilidad del país y el sosiego de los trabajadores, huyendo de la ilusión lisonjeadora de que las urnas electorales podrían darnos la solución de paz que necesitamos y de las vanidades y tonos patrióticos que atribuyen al pobre pueblo la última ratio de nuestras determinaciones políticas, porque sencillamente veo mucho que no entiendo en el móvil de las elecciones y que yo traduzco en peligro y más peligro para el Paraguay decaído y lastimado por nuestras ambiciones. Y es por esto que, según dije al comenzar mi exposición, en vez del proyecto en sí, he tratado de poner de resalto sus mallas invisibles, su linaje criollo, su caudal de tormenta al examinar atropelladamente nuestro acervo de cultura y de riqueza, nuestras fallas eleccionarias, militares y administrativas.
            Creo que el orador que me precedió cifraba en las elecciones de este año la única solución posible de la anarquía partidaria y de la tranquilidad del país, y hasta ponía en ellas la piedra de toque para comprobar la buena organización del ejército, su abstención política y su fidelidad invencible.
            Todo esa podría ser cierto, pero llevado de mi conciencia histórica, que son presentimientos de mi naturaleza moral, yo le tengo miedo a ese género de comprobaciones en los actuales momentos, que son de zozobras y liviandades: llevado de esa conciencia yo no quisiera errar optando por lo dudoso, sino asegurar el bien para nuestra país, para todos manteniendo lo que de hecho está probada que sirve para garantir nuestra convivencia, ínterin se calmen las pasiones y se aúnen las voluntades. Y tenga el derecho de creer que al desear así, de este modo y en ese sentido, no pueda atribuirse a ambiciones, odio o envidia, sino por el consuelo de salvar el presente y de preparar el porvenir... porque toda la motivación de mi vida pública está en eso, en lo de querer evitar las luchas inútiles para propender a la nucleación económica de la nacionalidad.

61. RETARDO Y EVOLUCIÓN

            El sentimiento de nuestro retardo en la evolución americana, la conciencia de nuestra debilidad y el dolor, el vivo dolor que me produce nuestra indigencia en todo, han construido mi ideal de grandeza colectiva, mis ansias de acción económica, mi orgullo de tener nacionalidad histórica por medio de las obras individuales imperecederas, de la transmutación perdurable de mis callados y flacos esfuerzos en la obra de resurgimiento, presente y de la rehabilitación del pasado.
            - (Grandes aplausos).
            En las páginas escritas en Europa para calmar mis angustias, recuerdo haberme hecho yo mismo la pregunta de si nuestra independencia política sería una creación con basamento firme en los actos emancipadores de la América española, de si tenía caracteres distintos de sus colindantes y con una misión hacia ellos, o si sería una obra casual y pasajera de nuestros caudillos que se aprovecharon de las circunstancias azarosas contra la metrópoli, y yo mismo me he respondido con todo lo que tengo de indio y de español de que nuestra independencia histórica era de nación aunque entonces, en 1911, estuviéramos destrozándonos en luchas intestinas y sin finalidad superior, siempre que en el futuro procuráramos no destrozarnos más, porque me sentía no solamente atraído por la historia de nuestros progenitores en la adoración del poema grandioso que amasaran desde la conquista hasta su culminación en la guerra, sino también porque para ser de la estirpe y ufanarme de sus hechos conmovedores, no pensaba cubrirme y apoyarme en la patria para vivir a sus expensas, depauperándola, sino acreciendo su caudal con mi colaboración, no en el orden oficial sino en las empresas sanas que quisieran extraer el sumo de la tierra para su poderío y prestigio, en el amor al estudio que pudiera darnos el material recipiendario de la cultura colectiva que tanto anhelo, en la corrección de nuestros errores pasados y el planteamiento de los rumbos futuros, en todos los palenques de nuestra formación nacional en que mis esfuerzos pudieran encontrar sitio honorable y producir obras, no para los políticos sino para el Paraguay.
            - (Grandes aplausos).

62. ENSUEÑO DE JUVENTUD

            Porque mi ensueño de juventud y mi más ardiente ambición ha sido y sigue siendo aunque con esperanza mermada, contribuir a la rehabilitación de la nacionalidad en el orden económico, que sería la base indispensable de su rehabilitación histórica, y a la rectificación del juicio despectivo con que los otros pueblos juzgan nuestro atraso actual.
            ¡Ah! lo que me ha atormentado en el extranjero nuestra indigencia y las conversaciones que he tenido para explicarla a aquellos amigos que he deseado vincular a nuestro resurgimiento! Y digo amigos, abusando del vocablo, para designar a los directores de las posiciones económicas que me ha sido posible tratar de cerca en los países de que dependemos comercial y geográficamente.
            Y bien, yo no he tenido ambiente propicio para tales ideaciones en mi país, ni para mis actividades puramente económicas he podido encontrar apoyo más que en los extranjeros y en algunos viejos paraguayos... He tenido si, muchos ofrecimientos para cargos públicos, muchas insinuaciones para trabajos políticos y he ganado muchas malquerencias en mi aislamiento voluntario. No se ha querido entender mi propósito continuado de servir en algo a mi país, sin estrujarlo ni envilecerla parasitariamente, de dar mi aporte en la forma que muchos no quieren dar y de excluirme en la contienda en que la historia patria se está haciendo a costa y riesgo de los productores de riqueza, cultural y económica y para provecho y glorificaciones personales; no ese va a entender, parece, que la misión de hombre, nuestra suprema misión en el Paraguay consiste en no menguar nuestro patrimonio histórico con la anarquía de tantas ambiciones políticas y en salvar su desventajosa posición geográfica por medio de la riqueza y el esplendor cultural.
            - (Grandes aplausos).

63. NO ANARQUIZAR EL PAÍS

            Por entenderla así, por desearla así y estar llegado por toda mi actividad moral y económica con esa misión nacional, alguna vez he dicho con la vanidad pueril y la altivez del criollo en los círculos amigos del extranjero. Ustedes valdrán como mil, económicamente mientras nosotros no pasaremos de diez, pero moral y culturalmente estaremos algún día a la altura de las demás naciones de América.
            Y para que eso sea posible, es necesario primero, no anarquizar el país y luego valorizarlo tesoneramente con el trabajo fecundo y creador, fuente de toda cultura y el único medio de que tengamos bien lo que para consuelo yo he dicho como escape del instinto nacional mío. Y como con este proyecto de elecciones la anarquía está asomándose, yo pido, yo suplico que lo posterguemos para más tarde, para cuando las pasiones vuelvan a su cauce normal y los compatriotas se injurien menos.
            En estos momentos preside el gobierno un hombre ilustrado de verdad, uno de los hombres cuya mentalidad me ha agradado siempre, aunque sean muchas las discrepancias en que hemos estado al considerar nuestros problemas económicos. Por su mentalidad ponderada, es una garantía para devolver a nuestro ambiente su estabilidad y por su cultura es un honor tenerlo en la primera magistratura de la nación.
            Por eso, y para que pueda contenerse la anarquía, voy a votar en contra del proyecto.
            No puede venir mal para nadie durante la presidencia del doctor Ayala, para liberales ni para colorados.
            He terminado.
            - (Grandes aplausos).

 

GUALBERTO CARDUS HUERTA

            Apenas adolescente viene Juan Gualberto Cardús Huerta (Concepción, 12 de julio de 1878) desde su valle del Norte, para continuar sus estudios en el Colegio Nacional de la Capital -cuarto al sexto cursos- que culmina en 1896 y cuyo título obtiene, el 2 de febrero de 1897. Allí ha tenido por compañeros, entre otros, a Ignacio A. Pane y Gerónimo Zubizarreta, hijo del Dr. D. Ramón, el viejo y querido maestro. Ingresa de inmediato a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales donde luego de treinta y seis meses -un verdadero récord- alcanza el doctorado, entregándosele el diploma habilitante el 5 de enero de 1901. También lo hacen Manuel Domínguez y Félix Paiva.
            Inicia la docencia universitaria como profesor de Derecho Romano y de Civil II (8 de marzo de 1902); será igualmente sustituto de Finanzas (mayo 1906), pero las actividades políticas, a las que se entrega desde la revolución de 1904, lo alejarán lamentablemente de las aulas. Su actuación pública, comienza pues, a partir de aquel movimiento. En rápida síntesis puede enumerársela: delegado civil en Concepción (agosto 1904) y tras breve lapso ministro interino de Relaciones Exteriores (19 diciembre) por ausencia de su titular Dr. Cecilio Báez. Renuncia en febrero de 1905 para incorporarse a la Cámara de Diputados. El 4 de Julio de 1946 es designado, con Manuel Gondra y Arsenio López Decoud, delegado a la 3ª. Conferencia Internacional Americana de Río de Janeiro (una representación de lujo). Deja la banca el 4 de julio de 1908 para asumir el ministerio de Hacienda, donde redacta el proyecto de Organización Administrativa de la Nación, que es conveniente en ley por el Congreso.
            Por discrepancias con la avasallante influencia de Albino Jara presenta su dimisión en febrero de 1910 y viaja a Europa, instalándose en Barcelona. Regresa al elegírsele senador el 10 de Julio de 1917. El 7 de noviembre de 1921 hace referencia a la situación planteada por la renuncia del presidente Gondra (29 octubre) y el 11 de mayo pronuncia uno de los discursos más importantes que se hayan conocido en el parlamento y que sólo tiene par con los de un Carlos Pellegrini, un Leandro Alem o un Lisandro de la Torre, en la Argentina. Terminado su mandato retoma la línea periodística que había comenzado desde "El Diario" (1905), al lado de Adolfo Riquelme, y funda "El Orden" (1923), que dura con ese nombre hasta 1955.
            Pero donde hay que buscar las bases directrices del pensamiento teórico del Dr. Cardús Huerta es en el ideario nacional que desarrolla en las tres obras que llevan su firma y que lo ubican -lo que no es poco decir- a la altura de Blas Garay e Ignacio A. Pane; Eusebia Ayala y Eligio Ayala; Adriano Irala y Pedro P. Samaniego, por no mencionar sino lo más indispensable.
            "Arado, pluma y espada" (Barcelona, Domenech, 1911) es una de las grandes contribuciones aparecidas en el centenario de Mayo, en paridad con el "Estudio de la Independencia del Paraguay" de Fulgencio R Moruno, la "Historia de la Guerra de la Triple Alianza" de Juan E. O’Leary, y el "Canto Secular" de Eloy Fariña Núñez. La denominación de este auténtico ensayo sociológico que simboliza los tres niveles de la revolución histórica nacional, se relaciona con una intensa acentuación crítica cuyos últimos capítulos lo justifican plenamente. Expresa en sus páginas el influjo de Joaquín Costa y del "regeneracionismo" hispánico, evidente en Garay, como asimismo el de Ganivet.
            En "Pro Patria" (Barcelona, Domenech, 1912) se ocupa del ideal de cultura, del sentimiento nativo, del espíritu de religiosidad popular, de los avates económicos, del raído, de la lengua madre. Su temática está comprendida en las siguientes concepciones de patria: cultural, mística, afectiva, corpórea y nacional, "Contra la anarquía" (Asunción, Sudamericana, 1922) es un alegato contra los males de la política, una defensa de la moral social y un candente testimonio de su generación.
            Murió el 7 de octubre de 1949, olvidado y silenciado a la vez, como hoy mismo. Fue una de las figuras más luminosas del novecentismo paraguayo, que supo ser "abogado ilustrado, periodista notable y profesor eminente". Es de urgencia patriótica volver a leerlo.

                                   RAÚL AMARAL 


NOTAS BIOGRÁFICAS (*)

AMARILLA, Eduardo (1804-1940) Hijo de Hilario Amarilla, famoso artillero en la guerra contra la Triple Alianza y padre del historiador y especialista en límites Dr. Eduardo Amarilla Fretes. Diputado liberal y periodista.
AYALA, Elías (1801-1961) Marino asimilado al grado de coronel en el Ejército nacional. Catedrático, ministro-secretario de Estado, publicista.
AYALA, Eusebio (1875-1942) Jurisconsulto, profesor, ministro; secretario de Estado, diplomático, publicista, presidente de la República (1921-1923; 1932-1936).
BÁEZ, Cecilio (1862-1941) Jurisconsulto, profesor universitario, historiador, publicista, rector de la Universidad Nacional, ministro-secretario de Estado, diplomático, presidente provisional de la República (1906).
BURGOS, Manuel (1872-1947) Jurisconsulto, juez en lo civil, titular del Supremo Tribunal de Justicia, senador, vicepresidente durante el mandato de Eligio Ayala (1924-1928). Presidió el Partido Liberal.
CHAVES, Francisco C. (18751951) Jurisconsulto, periodista, ministro-secretario de Estado en el gabinete del Cnel. Escurra, rector de la Universidad, senador. Político republicano.
FRANCO, Manuel (1871-1919) Jurisconsulto, director del Colegio Nacional de la Capital y autor del plan de estudios que lleva su nombre, profesor universitario, titular del Supremo Tribunal de Justicia, legislador, ministro-secretario de Estado, presidente de la República (1916-1919), falleció en el ejercicio de la primera magistratura.
FRUTOS, (Juan) Manuel (1879-1960) Jurisconsulto, periodista, senador, presidente provisional de la República, (1948), titular de la Corte Suprema de Justicia (1949- 1956). Dirigente republicano.
GAONA Juan B. (1845-1932) Industrial y empresario. Presidente Provisional del República, (1904-1905), vicepresidente durante el primer mandato de don Manuel Gondra (1910).
GONDRA, Manuel (1871-1927) Profesor, humanista, crítico literario, diplomático, ministro-secretario de Estado, presidente de la República (1910-1911; 1920-1921), miembro de la Comisión Nacional de Limites.
JARA, Albino (1811-1912) Militar, integrante del primer grupo de becados a Chile (1897), bachiller, estudiante de Derecho y bibliotecario de la Universidad, capitán en 1904 y coronel en 1911, ministro-secretario de Estado, presidente provisional de la República (1911). Murió al año siguiente en acción revolucionaria.
LÓPEZ MOREIRA, Eduardo (1877-1944) Integrante del núcleo inicial de médicos egresados de la Universidad Nacional (1903), profesor universitario, legislador y dirigente republicano. Hijo de don Jorge López Moreira, maestro de los estudios contables en el Paraguay.
PENA, Pedro P. (1864-1943) Médico, diplomático, ministro-secretario de Estado en el gabinete del Cnel. Escurra, presidente provisional de la República (1912), rector de la Universidad Nacional. Dirigente republicano. Descendiente del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia.
PAIVA, Félix (1877-1965) Jurisconsulto, profesor universitario, rector de la Universidad, publicista, vicepresidente durante el segundo mandato de Gondra, presidente de la República (1937-1939).
RAMIREZ, J. Isidro (1882-1983) Jurisconsulto, diplomático, publicista, especializado en cuestiones de límites. Dirigente republicano, legislador.
ROJAS, Liberato Marcial (1870-1922) Bachiller en ciencias y letras, agrimensor, literato en su juventud, político liberal, presidente provisional de la República (1811-1912).
SCHAERER, Eduardo (1873-1941) Comerciante y empresario periodístico, fundador de "El Diario" (1904) y "La Tribuna" (1925), presidente de la República (1912-1916), legislador, dirigente liberal.
VELÁZQUEZ, Ernesto (1880.1943) Jurisconsulto, profesor, jefe de Policía, legislador, ministro-secretario de Estado, dirigente liberal.


CRONOLOGÍA

1878 (Julio 12). Nace en la antigua Villa Real de la Concepción.
1891 Inicia sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de su ciudad natal, que completa hasta el tercer curso previsto en el plan respectivo.
1894 Continúa en el cuarto año como alumno del Colegio Nacional de la Capital.
1895 Figura con calificación de "distinguido" en el quinto curso, siendo sus compañeros Ignacio A. Pone y Albino Jara.
1895 Finaliza el bachillerato en ciencias y letras.
1897 (Marzo 11). Retira su diploma de bachiller a los 17 años de edad.
1901 (Enero 5). Se gradúa de doctor en derecho y ciencias sociales juntamente con Félix Paiva y Manuel Domínguez.
            - (Mayo 15). Participa de una procesión cívica con antorchas patrocinada por el instituto Paraguayo. Como socio de la entidad comparte la tribuna con Juan Emiliano O'Leary.
1902 (Marzo 8). Profesor de Derecho Civil (2º parte) en la cátedra prestigiada por el maestro Dr. Ramón Zubizarreta.
- Se presenta, sin éxito, como candidato a diputado por la oposición, a solicitud de amigos concepcioneros.
1904 (Junio). Integra, con Adolfo Riquelme, el grupo fundador de "El Diario" de Asunción.
- (Agosto 8). Al estallar la revolución liberal ingresa al campamento de Villeta
- Es designado delegado revolucionario para las operaciones en la región Norte.
- (Diciembre 19). Triunfante el movimiento pasa a interinar la cartera de Relaciones Exteriores en ausencia de su titular, Dr. Cecilio Báez.
1905 (Febrero 11). Renuncia a dichas funciones siendo reemplazado por el Dr. José Emilio Pérez.
- (Abril). Se incorpora a la Cámara de Diputados.
(Mayo 29). Forma parte del Comité Central Único encargado de la reorganización general del Partido Liberal.
1906 (Mayo 10). Profesor sustituto en la cátedra de Finanzas, de la Facultad de Derecho. También dicta Derecho Romano.
- (Julio 4). Se lo nombra, junto con el senador don Arsenio López Decoud, delegado a la Tercera Conferencia internacional Americana a realizarse en Río de Janeiro el 21 de ese mes. Allí conoce a ilustres poetas de nuestra América como el nicaragüense Rubén Darío, el colombiano Guillermo Valencia y el hondureño Juan Ramón Molina. La representación nacional estuvo presidida por don Manuel Gondra, ministro de la Legación en Brasil.
1908 (Julio 2). Con otros liberales denominados "radicales' apoya el golpe de estado del mayor Albino Jara contra el gobierno de Benigno Ferreira.
- (Julio 4). Firma, con otros varios dirigentes, la proclama revolucionaria.
- Asume el ministerio de Hacienda en el gabinete del vice-presidente en ejercicio, don Emiliano González Navero.
- Redacta el proyecto de Organización Administrativa de la Nación, convertido en ley por el Congreso y vigente durante largos años.
- (Agosto 7). Suscribe la invitación para la convocatoria de la asamblea liberal radical a efectuarse el día 15.
1910 (Febrero). Al insinuarse la avasallante influencia del ministro de Guerra y Marina, comandante Albino Jara, renuncia al ministerio y se embarca para Europa.
1911 (Junio). En Barcelona, España, pone punto final a la redacción de su libro Arado, Pluma y Espada, que se cierra con un recuerdo para su entrañable amigo y correligionario Adolfo Riquelme, asesinado por subordinados "jaristas" el 17 de marzo de ese año.
1912 (Mayo). En San Feliú de Codines, Cataluña, firma las páginas de ProPatria, su segunda obra.
- (Julio 30). El Senado le comunica haber resultado electo en los comicios del 30 de junio.
- (Setiembre 2). Se convoca a los pueblos del 1er. y 2do. distritos para llenar la vacante dejada por su renuncia.
1917 (Julio l0). Es elegido senador.
1918 Se incorpora a la Cámara.
- (Agosto 8). Se le acepta la dimisión como miembro de la H. Junta Municipal.
1819 (Octubre 30). Integra la comisión oficial encargada de cumplimentar las resoluciones de la Cuarta Conferencia Internacional Americana.
1921 (Noviembre 7). Discurso ante el Congreso Pleno al producirse la situación derivada de la renuncia del presidente Gondra, presentada el 28 de octubre.
- Comienza a colaborar en Correo del Norte, periódico recién fundado.
1922 (Mayo 11). Pronuncia un resonante discurso en el Senado, prediciendo las consecuencias de una próxima revolución o guerra civil, que estallará dieciséis días más tarde y que habrá de finalizar, con la derrota de los insurrectos, el 10 de julio de 1923.
1923 (Octubre), Funda El Orden, publicación independiente, cuya dirección abandonará con posterioridad. Invita a colaborar en ella a figuras de la oposición. En 1935 el mencionado diario pasará a denominarse "El País".
1931 Forma parte del Centro Concepcionero de Asunción, Confiesa allí haber nacido en Saladíllo.
1944 Encarga al escultor paraguayo Vicente Pollarolo dos bustos con la efigie de su maestro el Dr. Ramón Zubizarreta destinándolos como obsequio a la familia. Uno de ellos se hallaba, en 1946, en el aula magna de la Universidad Nacional,
1949 (Octubre 7). Retirado de la vida pública fallece en su residencia de la Avda. Mariscal López y Mayor Fleitas, de Asunción. Corresponde destacar que con anterioridad había hecho generosas donaciones materiales a la Iglesia Católica y a la Escuela Normal de Concepción.
1984 (Junio). La editorial El Foro, de Asunción, imprime la 2º edición de Pro-Patria, en carácter de homenaje. Dirigieron esa edición los doctores Julio César Frutos y Estanislao Llamas, ambos republicanos.


BIBLIOGRAFÍA
a) Publicaciones
Anales de la Universidad Nacional, 1903.
Memoria de la Enseñanza Secundaria y Superior, 1891-1896.
Memoria de la Enseñanza Secundaria y Superior, 1897-1901.
Registro Oficial de la República del Paraguay, 1904, 1905, 1908, 1917, 19181 1919, 1921.
b) Periódicos
"Dr. Juan Gualberto Cardús Huerta" (Nota necrológica), en El País, Asunción 14 de octubre de 1949.
"Gratitud de la autoridad eclesiástica al Dr. Gualberto Cardús Huerta" (Nota firmada por el arzobispo de Asunción, Monseñor Aníbal Mena Porta), en El País, Asunción, 14 de octubre de 1949.
c) Del autor
CARDUS HUERTA, (Juan) Gualberto.
1911 - Arado, Pluma y Espada, Barcelona, Domenech, 691p.
1912 - Pro-Patria, Prólogo de Ramón V. Caballero (de Bedoya). Barcelona, s.o., 94p.
1913 - "La misión histórica del Paraguay") Capítulo de Arado, Pluma y Espada, p. 473.505), en Revista del Paraguay, Asunción, I (1), p. 13-37, enero-febrero,
1922 Discurso político, Asunción, s.e„ 40p, Cfr.: 2º, edición con el título de Contra la anarquía, Asunción, Caballero y Cía. 72p, También: "Correo del Norte", de Concepción y "Patria", Asunción, 25, 26, 27 y 29 de mayo; 3, 5, 13, 22, 23 y 24 de junio del mismo año, con el encabezamiento de: "El discurso del doctor Cardús Huerta" (Versión taquigráfica.).
d) Sobre el autor
AMARAL, Raúl (1918).
El novecentisrno paraguayo. Línea biográfica y doctrinal de una generación, Buenos Aires, Comentario, 1968, p, 14.
"Gualberto Cardús Huerta", en: El Diario Noticias, Asunción, 5 de octubre de 1985.
ÁRMELE, Emilio (1917)
Concepción en las Artes. La región norteña en la cultura de la nación paraguaya. Asunción-Concepción, Futuro, 1973, p. 372-373, 375.
            Sin datos figura en la nómina de "Hombres de gobierno", en la de "Periodistas" y en la de "Poetas y versificadores en guaraní".
BENITEZ, Justo Pastor (1895-1963).
El solar guaraní  2° edición, Asunción-Buenos Aires, Nizza. 1959, p. 61, 177 (14 ed., 1847).
            -. "Las generaciones   de la vida independiente", en: Bajo   el alero asunceño (sic). Río de Janeiro, Ministerio de Educaçao e Cultura, 1955, p. 14.
BERINO, Ignacio A. (1898-1972)
Dr. Ramón Fermín Zubizarreta, jurisconsulto y educador. Asunción, El Arte, 1963, p. 134.
CABRAL G., Guillermo A. (            )
Semblanzas de Concepción. (Concepción), e.a., 1970, p. 115-116. Trascribe a Centurión.
CARDOZO, Efraím (1906-1973)
Apuntes de historia cultural del Paraguay. 2° edición. Asunción, Biblioteca de Estudios Paraguayos. 1985, p. 318 (1ª. ed. 1963).
CENTURION, Carlos R. (1902-1969)
Historia de las letras paraguayas. Buenos Aires, 7d. Asunción, 1948, t. II, p. 333.
            Lo menciona, sin pruebas, entre los "investigadores vernáculos" de la lengua madre. Agrega que escribió versos en guaraní.
            - Historia de la cultura paraguaya. Asunción, Biblioteca "Ortiz Guerrero", 1961, t. I. p. 594, 614.
            Repite la información anterior.
DIAZ-PEREZ, Viriato (1875-1958)
"Seis obras descriptivas del Paraguay moderno", en: Revista del Paraguay Asunción, I (2), p, 151-173, marzo-abril de 1913.
            Comentario bibliográfico que incluye a Arado, Pluma y Espada. Literatura del Paraguay. Palma de Mallorca, (Rodrigo Díaz Pérez editor, 1980, t. II, p. 25. (1° versión en: Historia Universal de la Literatura, compilada por Santiago Prampolini, Buenos Aires, UTEHA, 1941, t. XII, p. 303. Cfr. 2º ed., 1957).
            ". . . interesante personalidad intelectual que con Arado, Pluma y Espada se anticipó a idearios internacionales posteriores".
FREIRÉ ESTEVE, Gomes (1886-1970)
Historia contemporánea del Paraguay 1969-1920 (2º edición, Asunción, Napa, 1983, p. 245, 289, 290, 292; 300; 317, 318, 325, 328 (L ed. 1921).
GONZALEZ, Natalicio (1897-1966)
"Reseña cultural del Paraguay", en: IGNACIO A. PANE: Ensayos Paraguayos" Buenos Aires, Jackson, Colección Panamericana, v. 24, 1945 (29 ed. 1957). Cfr, "Ensayistas e historiadores del Paraguay", en: Guarania, Asunción, marzo-abril de 1948.
            - Escritos Paraguayos. Asunción, Cuadernos Republicanos, 1988, p. 324. KALLSEN, Osvaldo (1908)
Historia Contemporánea del Paraguay 1869-1983. Asunción, e. a., 1983, p, 85, 99, 100, 101.
JAEGGLI, Alfredo L. (1904-1964)
Albino Jara, un varón meteórico. 2° edición. Asunción, Napa, 1983, p. 54, 116 (1º ed. 1963).
PARKER, William Belmont
Paraguayos of to-day. Buenos Aires-New York, The Hispanic Society of America, 1920, p. 281.
PEREZ ACOSTA, Juan F. (1873-1968)
Núcleos culturales del Paraguay contemporáneo. Buenos Aires, e. a., 1959, p. 45.
RODRIGUEZ ALCALA, José (1883-1959)
El Paraguay en marcha. Asunción, M. W. Chaves, 1907, p. 314.
SAMANIEGO, Juan (           ).
"Gualberto Cardús Huerta, el concepcionero amante de su tradición", en: Épocas y hombres de Concepción. Asunción-Concepción, e.a, 1973, p. 62-63.
VELAZQUEZ; Rafael Eladio (1925).
Breve historia de la cultura en el Paraguay. 10a edición. Asunción, e.a., 1985, p. 278.



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