EL DESGOBIERNO Y SU LEGADO A LA NACIÓN
(UPÉICHANTEARAVOÍ)
Obra de GENARO RIERA HUNTER
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
EL DESGOBIERNO Y SU LEGADO A LA NACIÓN
La desesperanza y la desconfianza en los valores de la democracia está siendo uno de los saldos más evidentes de este melancólico y asustador final de gobierno. En rigor, un desgobierno que dejó y viene dejando a las demandas de la población, a sus deseos y esperanzas, al “Dios dará”. Literalmente, se constata hoy, que la nación fue abandonada a su propia suerte y destino, por la acción perversa e irresponsable de sus hombres de estado y el poder ejercido por los políticos y sus partidos en causa propia.
La constancia e inmutable acción populista, activista y oportunista, fundamentalmente, no dignifican la acción política que es antes que nada provocación para la transformación social responsable. El poder ejercido en el sentido de una pura inercia de auto beneficio egoísta, desconsiderado con relación a la ciudadanía y en un horizonte de bien común, se convirtió en la estereotipia política de nuestros hombres de estado.
La democracia es un sistema que debe beneficiar a la nación y no estar a servicio de un poder, que sirva como instrumento del político, para su auto beneficio. Se salió de la férrea dictadura y hoy casi se pasa a “privatizar” la democracia. Se la hace privativa de un uso para el exclusivo beneficio de los partidos políticos en sí. El político no está siendo así un agente del bien público y sí alguien que se vuelve hacia un gozar egoístico y solitario en su auto beneficio. La democracia se reduce hoy, para este tipo de agente de la política, a ser un instrumento para sus satisfacciones pulsionales inmediatistas. Deja así, de ser un recurso válido para encaminar soluciones para las demandas de la población. De esta manera, se puede comprender, por qué el poder político se presenta desvinculado de las demandas ciudadanas. Es que la democracia, así pervertida, ha dejado de ser solución para las cuestiones sociales y, consecuentemente, la desconfianza se instala, generando las condiciones para el regreso de la verticalidad autoritaria. Crea, al mismo tiempo, las condiciones para lo que se puede llamar de la pérdida del juicio social-mental. El legado perverso del desgobierno actual acaba siendo, entonces, esa asociación destructiva entre democracia e instrumento de goce para el poder político de turno.
Todo esto, asociado al hecho de que no hay una política clara de un esquema al modo Bush digamos con relación a Latino América, deja a la nación paraguaya naufragando en lo peor de un capitalismo corrupto y mafioso, totalmente ineficiente en la obtención de un beneficio para la nación.
Parece que conseguimos así, mostrar al mundo, el lado más perverso a que el capitalismo, asociado a un desgobierno, puede llegar a producir: la mafia instalada en el estado y su política. Conseguimos como nación, llegar al lugar de ejemplo de corrupción, pobreza y perversidad del dicho sistema.
Es así entonces, que este vacío de gobierno, que ésta irresponsabilidad y descompromiso con relación a la función política, va creando el camino para el retorno posible de algún “Señor Absoluto”. Vale decir, de algún amo o tirano “salvador de la patria” a ser reinstalado en el ejercicio del poder. Algo, que se ve venir, como la única alternativa de respuesta a ese “no hay gobierno” que se fue instalando en nuestro llamado proceso de transición. Nuestra población termina teniendo la nostalgia por el antiguo general dictador o por sentirse atraída y esperanzada con un futuro nuevo general plenipotenciario en el poder. Poder este de amo, en supuesta contraposición y respuesta al uso perverso y mentiroso de una democracia, que fue utilizada al servicio del egoísmo mafioso y descomprometido de los agentes políticos.
El horizonte del retorno del dicho “señor absoluto”, es consecuencia de la pérdida y de las desvinculaciones de ideales y sueños en la conducción de la vida social. La pasividad, que implica ese tipo de apelación, es un efecto de la pérdida de los ideales democráticos y lleva, entonces, a la reinstalación de esperanzas en el autoritarismo.
La así indicada pasividad de nuestra gente es, por lo tanto, otro de los legados indiscutibles de la actual coyuntura política y está determinada por las rupturas con los dichos ideales. Se termina así legando de esa manera, las condiciones que propician el retorno del poder dictatorial que consolida esa posición pasiva de los sujetos ante ese Otro todo poderoso. Aquel que impone un destino. El paraguayo, como lo indican Ana María Añazco y Adela Jover, en un trabajo de jornadas del Ágape Psicoanalítico paraguayo, “tiende a confundir compromiso con sumisión”, algo que lo predispone a esa pasividad ante una autoridad, más aún, si ella se muestra autoritaria. La otra posibilidad de presencia pasiva, es también, la de acentuar el conformismo con cualquier cosa que esté presente o venga a darse. Que se continúe a aceptar cualquier tipo de decisión o imposición desde lo político en franca degradación. Corresponde esa actitud de resignación de las personas, ante lo que se les presenta como un destino inevitable, a eso que el idioma guaraní consigue nombrar muy precisamente como upéichantearavoí.
Una democracia irresponsable, desgobernada y con falta de actos políticos verdaderos terminará indefectiblemente en in-creencia y creando lo peor: las apuestas en el autoritarismo y en el conformismo pasivo.
Existe desgobierno porque no se hace lo que se debe hacer en el momento oportuno, y de esa manera, no se sustenta al acto genuinamente político. Generalmente se sabe más de lo que se cree y se hace menos de lo que se puede, Y así, en esta complejidad de acciones y no acciones, movido por los intereses egocéntricos, fueron ellos, los propios políticos, los que se mostraron indiferentes a la política misma. No se implicaron en sus discursos, en sus palabras, no se comprometieron con lo que dijeron.
Esta muerte radical de la palabra de los políticos, es lo peor que a la nación entera le puede pasar.
La destrucción de los valores de la democracia como recurso e instrumento de una política de estado, con su consecuente llamado al poder del tirano, se repite en nuestra historia de nación.
Dos aspectos de la dinámica de la gobernabilidad nos parecen significativos en esa persistencia repetitiva para seguir comentando próximamente:
La primera, es esa insistencia que se constata en nuestra historia de la búsqueda de solución para las crisis políticas y económicas del país, por medio de la instalación del poder tiránico y autoritario. La segunda, la pasividad insistente de la población.
II
Desde nuestro conocido “El Supremo”, luego con los López y hasta poco antes de la instalación de este actual desgobierno (la época de la dictadura stronista), el Amo tirano, es lo que se viene presentando como referencia de poder y gobierno posible.
La democracia, la vida social participativa, no llegó ni llega a consolidarse como alternativa válida en nuestro país y acaba siendo usada para la adquisición y medio de consolidar un poder de los partidos políticos en sí, y no, como un recurso, un procedimiento, de la política para que la población encuentre un camino de resolución de sus demandas y malestares.
Es preocupante e inquietante este hecho y merecería una mayor atención de nuestros sociólogos. Porque si insiste esta alternativa del “Señor del poder absoluto”, que no se somete verdaderamente a las restricciones del juego democrático del poder, esto debe tener sus motivos y determinantes históricos. ¿Qué es lo que determina que la nación paraguaya no consiga sustentarse en democracia y acabe siempre apelando al poder y a la ley del tirano. ¿Qué destino implacable es este que se nos impone?
El otro aspecto constatable y tan inquietante como lo anterior, es la pasividad indiferente de la población, la franca actitud de resignación de nuestro pueblo ante lo que sería un destino de precariedad y de sumisión a una realidad que, simplemente, es vivida como impuesta. Nuestro conocido “upéichantearavoí”. . La pasividad es el efecto de una posición sumisa ante el Otro y es algo que puede llevar a una respuesta “activa” de puro rechazo de una ley o autoridad por los caminos de un descompromiso subjetivo. Algo que se manifiesta francamente en nuestro también muy conocido e insistente “opareí”.
La sumisión es algo que puede indicar la certeza del sujeto sobre una satisfacción segura y por fuera del deseo. Siendo este último el que podría producir y llevar a realizar una dinámica vital y a una amplitud de posibilidades singulares.
La pasividad es pareja del autoritarismo. Es pareja, pues la irresponsabilidad pasiva implica el esfuerzo por hacer poco caso al deseo. Responsabilidad, requiere en consecuencia, poder establecer ciertas renuncias de satisfacciones como todas y totales. Satisfacciones, estas últimas, supuestamente plenas, que imaginariamente se depositan como posibles en el Otro del amo y señor, como gran dador este, de un goce sin restricciones.
Se es así pasivo, en esa espera astuta de una gran e infinita satisfacción que sería posible.
Se podría decir que existirían tres características psicológicas asociadas al tema de la sumisión :1) la dependencia,2) la espera y 3) la labilidad. Para que exista dependencia la paciencia y la labilidad de criterio son esenciales cuando se trata de obtener del Otro “señor absoluto” del poder un beneficio que se prejuzga total.
III
Con relación a la sumisión y a la actitud pasiva, se puede afirmar que, en general, se depende a condición de recibir algo supuestamente valioso del Otro y que como medio para obtenerlo, tenemos como recursos la sumisión y la espera pasiva. Estas son actitudes esenciales, que sumando a la labilidad de opinión, es decir, el cambio de criterio según el amo o señor de turno (de quien se espera precisamente el objeto de satisfacción total), completa las posiciones subjetivas que llevan al continuismo.
El continuismo no es otra cosa que el mantenimiento constante y repetitivo de una situación y para ello, estas características psicológicas, se convierten en armas resistenciales a una participación democrática más verdadera. De hecho, son siempre usadas y valoradas las dichas actitudes, por el tirano de turno.
El campo de los deseos responsables es algo que compromete para establecer elecciones, selecciones y lucha, para caminar en la conquista del llamado personal, o una particular forma de encontrar satisfacciones. Ser responsable es, en cierta medida, empujar la propia singularidad de goce y es también, admitir lo no universal de la felicidad. La felicidad, cuando algo de ella se busca y realiza, es a nivel del uno por uno en el deseo y en la responsabilidad de lo que uno escoja. Responsabilizarse, es al decir de Freud, efecto de una elección de la economía libidinal subjetiva.
De esto es que se deriva, que las acciones políticas legitimas tienen el deber de ir generando condiciones sociales- culturales propiciadoras de respuestas a las diversidades de las demandas para que de esa manera el abanico de posibilidades exista, y cada uno pueda ir encontrando su estabilidad de satisfacciones. Así, en esa medida, puede darse el sujeto productivo y comprometido. Un sujeto que se aleje de la tentación a la destrucción que las idealizaciones generalizantes que una cierta fascinación por el goce pleno conllevan.
En el caso de una posición sumisa- dependiente, o se pasa a vivir la dicha falta como algo inevitable, ante lo que nada se puede hacer sino resignarse, o se imagina y apuesta que algún Otro, amo del poder, se hará cargo de la misma.
Podríamos afirmar entonces, que la sumisión al Otro del poder corresponde a una patología del deseo. A una anulación del mismo y a una continua expectativa o predestinación de fracaso inexorable.
La posición y actitud pasiva – dependiente es algo que, por lo tanto, desde el psicoanálisis, se puede interpretar como efecto de renuncia al deseo, a la actividad deseante de un sujeto. Posición pasiva y dependiente indica un estado de seducción y representa al mismo tiempo, el anhelo del sujeto de ser como el otro, a su imagen. La necesidad de contar una autoridad admirada e idealizada ante la cual inclinarse, someterse y de quien depender, es como señala Freud, la característica de la psicología de las masas. El líder autoritario tiene como una de sus funciones, el alivio de la responsabilidad a los miembros de la dicha masa. Todo conglomerado de ese tipo es a principio irresponsable porque se presenta desubjetivado.
La autoridad cuestionada, denigrada hoy en el mundo moderno, promueve o puede acabar estimulando la recuperación de la misma, bajo la figura del tirano o del retorno de fanatismos religiosos y políticos.
Ante la desorientación sobre las referencias de autoridad que se viene presentando en nuestros días, la descreencia en sus lugares y funciones tradicionales y, sobretodo, cuando lo que se muestra es el uso perverso–cínico y mafioso del poder político y sus instituciones, lo que se puede acabar esperando, al llegar al fondo del pozo, es el resurgimiento del conductor de un rebaño desubjetivado. Vale decir, el incremento de la sumisión y la pasividad de nuestra gente.
IV
Sin duda que toda cultura y vinculo social genera siempre algún tipo de malestar; pero hay maneras y maneras de responder al mismo. La cuestión que tenemos es que las respuestas de la nación paraguaya insisten en presentarse repetitivamente como trágicas, melancólicas o repetitivamente autoritarias - cínicas.
Una de las cosas que sabemos cómo psicoanalista es que la melancolía, la desesperanza, es el efecto del deseo en estado de anulación, y que puede acabar posicionando al Otro del poder, como el dueño de todo el deseo y lugar de goce posible. Otro este, en posición de señor dominador y dueño de las respuestas autoritarias al malestar social y cultural. La posición melancólica no deja de ser así, el efecto de una gran pasividad y sumisión a las determinaciones del Otro del poder en posición de anulador del dicho deseo.
La masa en desgobierno quiere un héroe o un caudillo conductor que venga a ocupar el lugar del ideal del yo, alienando así al deseo y a la subjetividad en las determinaciones del Otro en posición de líder. Necesita elevar al dicho otro a la posición de Gran Señor Mandatario. La relación entre el gran hombre y el pueblo consiste en que el héroe tenga su pueblo pero así también el final del héroe es trágico, así entonces, la relación héroe -pueblo puede complementarse con la muerte del héroe (gran hombre) con pueblo. Es decir, siguiendo el pensamiento Freudiano, se trata que el ideal y el parricidio son dos lados psicológicos del ser humano, que en el tiempo de las elecciones, confluyen para la construcción del líder del momento. Se requiere que el líder tenga su pueblo pero llegado el caso el pueblo requiere la muerte o la anulación de ese líder. En esta circularidad se mueven las sociedades corruptas y atrasadas.
En consecuencia de lo dicho, tendríamos que pensar un poco más seriamente, en qué es lo que lleva a que nuestra gente renuncie tan fácilmente al deseo propio y a lo nuevo, acabando por otorgar al gran Otro, esa condición de plenipotenciario en sus caprichos. O, por otro lado, a que se debe esto de que se deje engañar tan fácilmente al servicio de un esquema seudo democrático y acabe en las manos de un gran incapaz irresponsable, donde la dicha democracia no sirve ni tan siquiera para corregir la situación.
¿Qué es lo que impone que la nación se venga resignando históricamente y repetitivamente a un destino de fracaso de sus sueños y esperanzas, aunque sea, en el interior de la llamada apertura democrática. Qué pasa que no se logra elegir el camino hacia lo que realmente podría llevar a un cambio verdadero del manejo y utilización del poder político?
Tendríamos que indagarnos sobre esa insistente repetición de lo mismo en nuestra cultura del poder, sobretodo, en este momento, que tenemos elecciones a la vista... Porque la cuestión no se resume en sacar o cambiar al presidente actual. Sabemos que está presente en nuestra historia ese empuje a insistir en lo mismo con otras ropas o maquillajes, que hoy la seudo democracia puede ofertar con alguna abundancia. De dónde será que nos viene esa avidez por el poder político –rapiñante- con relación a su compromiso con lo social. Es inútil ponerse a culpabilizar solamente al gobernante o al partido político de turno. Que cambiando al hombre o al partido se daría el cambio necesario. La democracia está hecha para garantizar esa posibilidad, pero lo notable es que en nuestro país, se cambia para no cambiar. Insiste democráticamente la misma cosa, el continuismo, aunque sea de “oposición”.
V
Hasta el momento lo que se viene mostrando como la única diferencia constatable, es la lucha interna que se verifica entre las ávidas fracciones intra partidarias y el hecho de que todos se levanten contra el presidente actual. Todos así, se muestran de oposición, inclusive los oficialistas, como nueva estrategia esta, para llegar al poder! La presidencia actual fue tan incompetente, corrupta y devastadora para el país, que consiguió lograr eso de que todos los partidos se posicionen unida y lógicamente contra un solo hombre, al que, paradojalmente, lo vienen manteniendo en su lugar, para así, servir de único y gran causador de los males de la nación. Finalmente, el presidente sirve para algo! Presta un gran servicio a la política electoral. Indicando todo que en esa función permanecerá hasta agosto. Feliz este señor, con un poco mas de goce descomprometido y parrandero a costillas del estado.
Lo que no se coloca o discute asumidamente, es el tipo de poder que puede venir a constituirse en substitución a la gestión de nuestro ejecutivo actual. Al principio, se presenta como muy obvio, que lo que se necesita es de un gobierno. Un gobierno que pueda ejercer efectivamente el poder político. Lo que no queda establecido, es que el ejercicio del poder público legítimo, implica ejercer una función delimitadora y orientadora de una política al servicio de los intereses de la ciudadanía. Algo opuesto al uso del poder en auto-beneficio prioritario.
Se mantiene así sin tocar el horizonte, para que lo de siempre, el amo o señor del poder autoritario y tiránico, pueda presentarse como el gran dictador o general salvador de la patria. O la repetición de la alternativa más reciente, pero también hipócritamente irresponsable, la de la continuidad del desgobierno democráticamente sustentado y al servicio de los intereses sectarios de la política auto-benefíciente.
Lo que se insinúa en nuestro horizonte político de elecciones es la repetición y no lo nuevo. Por más que los arreglos intra o inter partidarios se muestren en considerable alteración con relación a la situación clásica..
La repetición, que es el rechazo de poder vivir lo nuevo, tiene la forma o se presenta con la estrategia de dejar hacer hasta que la cosa sea insoportable para luego el todos unidos reaccione con el sentimiento de: hemos crecido y del nunca más. La circularidad terrible es: construir un chivo para luego eliminarlo y así volver a repetir, darle pueblo al líder y luego anularlo o matarlo. La repetición circular como estrategia del no-compromiso. El “enterarse” tarde ya lo conocemos en la historia política del Paraguay, así como el “yo no lo sabía” o “no dimensionaba”. La estrategia del dejar hacer para luego volver indignado es el rasgo más hipócrita de los políticos que se puede destacar.
VI
Sobre la imposición repetitiva el Psicoanálisis desde su clínica del síntoma, sustenta que en esa formación del inconsciente, lo que insiste y se repite es una fijación de satisfacción pulsional que rechaza una resignificación y una responsabilidad subjetiva por la misma. Hay un automatismo e irresponsabilidad en juego en toda repetición compulsiva sintomática, como se verifica en la llamada psicología de las masas, por ejemplo. Lo que sustenta al dicho automatismo repetitivo a nivel inconsciente, son marcas o elementos significantes simbólicos, “significantes amos” (como lo indica Lacan). En el ámbito de lo social y sus síntomas repetitivos e insistentes, se podría pensar entonces, si no se hace muy necesario que en nuestro país se retome la cuestión de la influencia, en nuestra vida política, de las marcas o determinaciones simbólicas e históricas de nuestra cultura.
Es en esta dirección en que el sistema educativo debería encarar la reforma curricular, en el desidealizar las marcas históricas del poder y no en adelantar la edad escolar o en saturar de materias a la infancia. Un ajuste educativo así colaboraría a la nación en el sentido que ayude a dejar la repetición circular mencionada como salida o como respuesta en condiciones de poder. Los nuevos políticos deberían entrar desmarcados de estos elementos determinantes: la política como auto beneficio. Política nueva seria el compromiso de los nuevos políticos.
Sería conveniente, por lo tanto, trabajar en la dirección de un rescate un poco más comprometido de la verdad histórica de las marcas del poder. Aquellos que se establecieron en nuestra historia de nación, desde el gran Otro colonizador, pasando por nuestros incuestionables héroes y tiranos de la patria como Francia, los López y el último gran dictador. No que no hayan podido tener su debida importancia o valor en determinadas circunstancias, pero si se los mantiene al nivel de la pura idealización, en no cuestionamiento y no-verificación de sus fallas y abusos irresponsables con relación al ejercicio del poder, esas marcas simbólicas de los señores del poder, insistirán desde la idealización, como modelo y referencia de toda autoridad posible. Más aún, si lo nuevo que se esperó desde un marzo sufrido y trágico, solo consiguió llevar a este desgobierno y a una mayor irresponsabilidad de los agentes políticos, con el consecuente incremento de la pasividad y desesperanza de la población.
Sería muy difícil pretender que algo realmente cambie y lo genuinamente nuevo pueda venir a darse, si lo que se rechaza es algo del orden de una verdad sobre el ejercicio del poder en nuestra historia. Verdad de la cual muy poco se quiere saber. Siendo así, el inconsciente puede continuar en su comando, con sus significantes amos intocados y en represión, nuestro destino de país....se ve venir. Nuestro síntoma continuará así, e insistirá en su trayectoria repetitiva de lo mismo.
Siendo así, se podría concluir con esta cuestión con elecciones siempre sí, pero con qué opciones y qué tipo de determinaciones?
GENARO RIERA HUNTER (OCTUBRE, 2010)
Imagen de obra: VÍCTOR BECKELMANN
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